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El amor venció al odio o el huevo de la serpiente

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La muerte o la agonía del tardoneoliberalismo está siendo excesivamente peligrosa. Todo apunta a que el huevo de la serpiente se expande sin ningún freno por el mundo democrático, como las huestes fieles encargadas de preservar el legado fundado por el tándem Reagan/Thatcher. Las instituciones encargadas de preservar el orden neoliberal (FMI, OMC, Banco Mundial…) aprovechando la crisis mundial provocada por la pandemia han certificado su agonía: El neoliberalismo ya no sirve. Después de 40 años le están dando la espalda para que muera por agotamiento; han declarado urbi-et-orbi que la redistribución es la única receta para salir de la crisis y, por consiguiente, se impone mayor gasto social y una economía expansiva. Dicho en plata, volver a las políticas keynesianas.

Lo que ocurre es que las “huestes fieles” defensoras de las esencias convenientemente bien alimentados a través de las redes sociales se han ido reproduciendo como la serpiente de las siete cabezas con elementos ultrarreligiosos, antivacunas, terraplanistas, anticomunistas (expresión que aglutina a todos los que estén en su contra), ultranacionalistas, antinmigración, homófobos… que constituyen las “tropas de asalto” contra las instituciones democráticas, especialmente cuando alguna de estas y, por la voluntad popular, han pasado a ser regidas por partidos y líderes no extremistas.

¿Alguien ha conseguido apreciar alguna diferencia entre las “tropas de asalto” al Capitolio y las de las sedes de los tres poderes en Brasilia?. Mismo “modus-operandi”: líderes “negacionistas electorales” (Trump/Bolsonaro) preparando el terreno antes de las elecciones, no reconocimiento de la derrota, arenga a sus huestes…, resultado, el ya conocido por todos.

Sesudos analistas de la cosa pública, han pronosticado que esto no pasaría en ningún país de Europa. ¿en serio? ¿Estamos en condiciones de afirmar que, si Orban (Hungría) y Morawiecki/Duda (Polonia) perdieran las elecciones no harían lo mismo que Trump/Bolsonaro? Y que decimos de Alemania…, ¡que pronto olvidamos lo que ocurre en casa! (Europa). Hace escasamente dos años un grupo de extrema derecha intentó tomar por asalto el “Reichstag” (el corazón de la democracia alemana). Junto a gritos y consignas ultranacionalistas portaban banderas del antiguo Reich alemán, pancartas QAnon y emblemas neonazis. Y, hace pocas semanas, el gobierno alemán desarticuló una importante red de extrema derecha que planeaba un golpe de Estado.

La derecha neoliberal no sabe cómo parar esto. Se les ha ido de las manos. El ejemplo más claro lo tenemos en el Partido Republicano de los EE.UU. Un partido de gobierno que ha gobernado su país más de la mitad de los años de democracia (se podrá estar de acuerdo o no con su modelo socio/político pero ante todo eran respetuosos con las instituciones democráticas), hoy se encuentran prisioneros del trumpismo, para quienes Biden es un comunista y Hillary Clinton dirige una secta pedófila.

No, no debemos tomarnos a broma un fenómeno que se expande como la peste y, peor aún, considerar que en Europa estemos vacunados contra el huevo de la serpiente. Está bien que Lula proclame, “El amor venció al odio, ¡Viva Brasil!” pero su problema son los 58 millones de apoyos electorales a Bolsonaro. Está bien que Biden haya proclamado durante su toma de posesión, “juntos escribiremos una historia estadounidense de esperanza, no de miedo. De unidad, no de división. De luz, no de oscuridad”, pero su problema son los 74 millones de estadounidenses que votaron a Trump (entre ellos Clint Eastwood)

Mientras los partidos de izquierdas han ido renunciando a sus postulados históricos y abanderando tibias reformas socialdemócratas, los partidos conservadores se han escorado peligrosamente hacia la extrema derecha.

Hoy, la lucha por la defensa de los valores de la democracia se ha convertido en la bandera de la izquierda. La derecha, prisionera de los extremistas (Republicanos en EE.UU de Triump, en España el PP de Vox…) olvidando la trágica historia del siglo XX en Europa.

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