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Carta a Isabel Díaz Ayuso
Isabel: Por mi mucha edad te voy a tutear y, aunque sé que esta carta no la leerás por enviarla a un periódico de los que no se venden al mejor postor, espero que alguien te la podrá hacer llegar porque quiero explicarte mi vida.
He vivido mis muchos años ya entre Madrid y Euskadi por motivos familiares, aunque trabaje en una gran empresa en la capital que me hizo con mi trabajo en la aviación de este país. Pero mi vida familiar estuvo siempre en el País Vasco, a ti quizá no te guste eso de Euskadi, cosa que respeto, porque siempre he pensado que hay que respetar a los que no piensan igual que uno mismo. Mi padre era falangista y fascista y amigo de tus amigos de esa ideología y viví muy de cerca los años de la ETA más duros por lo que te puedo explicar muy bien esos extremos en que estuve toda mi vida. Por lo que hoy estoy lejos, muy lejos, de esos dos extremos. Y trato de ser una persona decente y honrada con mis propios pensamientos que quizá sean algo más de izquierda porque siempre estoy más cerca del humilde que del chulo y engreído de lo que sea.
Te diré que mi padre murió en los 90 y me hizo estar muy lejano de la derecha que tú representas muy bien porque murió odiando. Odiando a ese rojo que había perdido la guerra y con el que había que cebarse por ser derrotado. Y en esa época, pues yo nací al terminar la guerra, era cebarse con odio y con una anécdota personal que me quedo en el recuerdo. Mi madre tenía una asistenta que venía a ayudarle varios días a la semana y su marido estaba en la cárcel. Mi padre jamás consintió que esa mujer comiera con nosotros, tenía que estar es la cocina porque era roja. Y era una de las mejores personas que he conocido en mi vida hasta el punto de que hoy tengo mi recuerdo de ella y de no haber conocido a aquel hombre que me figuro murió en la cárcel, pues yo ya estaba casado para entonces y tenía menos relación contando con un trabajo intenso. Eso y ver a mi padre odiando me hizo rechazar esa ideología. Además de otras anécdotas que harían larga esta carta.
Lo de ETA lo viví muy cerca, en el Goierri tolosarra, y con familia materna en Bizkaia y un valle precioso, Mena, que es la frontera burgalesa. Mi vida de caserío de adolescente me marco siempre porque era lo mejor que he vivido para un niño con las faenas del campo. Mi mujer era y es giputzi, y sus padres nacionalistas muy normalitos a los que jamás les oi hablar de política y estando muy cerca de familiares, como tus llamas filo etarras. Aunque mi suegra no sabia donde tenía enterrados a tres hermanos y murió sin saberlo. He conocido gente muy cercana etarra y me enfrente a ellos siempre en muchas cartas que escribí en medios vascos, a mi manera, porque eso de las “manís” ya no me iba de mis enseñanzas franquistas.
Para hacer el cuento corto te diré que mi vida podría ser de película en el aspecto político, pero te diré algo que he vivido largamente. Mi padre y todos los herederos del franquismo o filonazis, como te gustara el calificativo por tu uso continuo, no habéis dejado de odiar nunca jamás. Y mi padre murió odiando también por eso lo conozco muy bien. En ese País Vasco he visto una ganas enormes de pasar página y hoy allí casi no se habla de política por el hartazgo de esos años de ETA, que a vosotros os atrae tanto. Obviamente siempre habrá extremistas, pero hoy votan, que es lo que quería Aznar.
Es mi experiencia personal que me ha formado hacia la gente de izquierdas que he conocido con mucha mas sensatez que con aquellos que después de tantos años nunca los he oído rechazar “aquello” ni pedir disculpas y siguen atentando con aviesas intenciones deseando que reaparezcan. Y lo digo como lo siento y con mucha pena que en este país nos odiemos tanto y no podamos avanzar cuando podríamos a estar a la cabeza del mundo si no fuera por una derecha que tu tratas de dirigir. No se si conocerás a Maixabel, pero si no la desprecias como supongo, espero que algún día recapacites y veas su lado positivo. Perdonar no es malo.
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