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Flatus vocis

El portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros (dcha, delante), y el presidente de Vox, Santiago Abascal (c), acompañados por otros miembros de su formación, a su llegada al Congreso de los Diputados.

Antonio Franco García

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Si echáramos un vistazo a las mociones de censura presentadas hasta la fecha en nuestro país nos daríamos cuenta de que todas tienen las mismas motivaciones. Las mociones de censura deben ser constructivas, esto es, el grupo político que la presenta debe proponer un nuevo presidente y un nuevo programa de gobierno. Pero esto es sólo literatura.

Cuando en 1980 el PSOE de Felipe González echó mano del artículo 113 de la Constitución para presentar una moción de censura al Gobierno de la UCD, presidido por Adolfo Suárez, sabía de antemano que no iba a ganarla. Utilizó la moción de censura para “publicitarse” ante la opinión pública española, desgastar al Gobierno y, de paso, dejar al Partido Comunista en un papel secundario. Felipe González sólo recibió el respaldo de los diputados del PC y del Partido Andalucista. A Suárez sólo le bastó el apoyo su propio grupo para que la moción de censura fuera rechazada. Los nacionalistas vascos y catalanes coincidieron con Alianza Popular y con el partido de residuos franquistas que era Fuerza Nueva, en abstenerse. Le salió bien la jugada al PSOE, pues dos años después ganó las elecciones.

Lo mismo ocurrió en 1987. La Alianza Popular de Antonio Hernández Mancha cuando recurrió al susodicho artículo 113 también era consciente de que no iba a ganar la moción de censura presentada, sobre todo porque el PSOE gozaba de mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. El motivo principal de presentarse como candidato a Presidente del Gobierno en aquella moción de censura era el mismo empleado por Felipe González siete años antes. Sólo que en esta ocasión el efecto obtenido resultó ser el contrario. Según cuentan, en el duelo dialéctico mantenido por Hernández Mancha frente a Alfonso Guerra, el conservador dejó mucho que desear. Se dio a conocer, eso sí, pero la ciudadanía tomó nota y comenzó el declive del susodicho. En su partido, ahora el PP, muchos ni han oído hablar de él.

Mariano Rajoy sufrió dos mociones de censura consecutivas, en 2017 y 2018. En la primera, el candidato a Presidente era Pablo Iglesias. Se puede esgrimir el mismo objetivo: la propaganda del líder de Podemos. También sabía el partido proponente que la moción estaba llamada al fracaso, sobre todo porque no contaba con el apoyo del PSOE.

En cambio, la de 2018 sí salió adelante. Cuando el resultado de las investigaciones del Caso Gürtel desveló la existencia de una estructura de contabilidad y financiación ilegal en las finanzas del PP que se desarrollaba en paralelo a lo que el propio partido informaba oficialmente, la mayor parte de los partidos de la oposición “empujaron” a Pedro Sánchez, candidato socialista, a presentar la moción de censura. Y la ganó.

Ahora es Santiago Abascal, líder de Vox, el que presenta una moción de censura a Pedro Sánchez. Sabiendo, como sabe, que no va a salir adelante, el motivo sigue siendo el primigenio, o sea, darse a conocer. Pero esta vez nos encontramos con un nuevo escenario: una derecha dividida. Por lo que a nadie se le escapa que el objetivo de Abascal es el de salir fortalecido y convertirse en el líder que englobe a toda la escala ideológica de la derecha. Se dirigirá a los votantes de Ciudadanos, el partido más centrado ( no siempre) dentro del espectro conservador ( no diré el más centrista). Pero sobre todo, destinará su discurso a los votantes del PP, presentándose como el verdadero adalid de la derecha española.

Sabe que no va a ganar la moción de censura. Es más, puede que sea el candidato que menos apoyos coseche en una moción de censura. Pero le da igual. Su pretensión es salir victorioso ante el votante conservador. Su discurso (flatus vocis) ya se sabe de antemano, por lo que no va a sorprender. Tampoco creo que le preocupe. Es de manual básico de dialéctica que cuando se repite siempre lo mismo, el adversario tiene ya preparada las respuestas.

La moción de censura lleva aparejado un programa de Gobierno. Pero esta cuestión también es de sobra conocida (flatus vocis).

Lo lamentable de esto es que, en medio de las consecuencias sociales, sanitarias y económicas provocadas por la pandemia de la COVID-19, el señor Abascal quiera erigirse en líder de la derecha, que no en Presidente de Gobierno. Flatus vocis.

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