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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

Elecciones a la vista… vuelve la polarización

Una presidenta de mesa desprecinta una urna utilizada en las elecciones generales.

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Esta semana se están despejando las últimas dudas sobre las formaciones políticas que concurrirán a las elecciones andaluzas del 19 de junio. A partir de aquí nos queda un mes intenso de precampaña y dos semanas de campaña electoral que empezará el 3 de junio. Se abren muchas incógnitas, y lo que nosotros nos preguntamos es: ¿cuánto aumentará la polarización política en ese periodo? Porque la pregunta no es si los ciudadanos andaluces, y los españoles en general, se polarizarán, esto démoslo por descontado, sino cuánto. Las campañas electorales polarizan, están diseñadas para eso, pero unas lo hacen más que otras. Y diferentes campañas pueden polarizar más a diferentes grupos. Cuando hablamos de polarización y elecciones nos vienen a la cabeza las elecciones a la madrileña de mayo de 2021, con su “comunismo o libertad” o sus balas en sobres, pero el efecto polarizador de las elecciones y su influencia en la movilización de votantes propios y extraños va mucho más allá de la M-30. En Votes and Violence, un libro ya clásico sobre la movilización electoral, el politólogo norteamericano Steven Wilkinson contaba cómo, para movilizar a los votantes, los partidos políticos en la India instigaban conflictos violentos entre diversas etnias durante la campaña para que la identidad étnica, y no los conflictos socioeconómicos, por ejemplo, fueran el eje en torno al que se polarizaban las campañas electorales. Por tanto, la pregunta es: ¿cuánto nos polarizaremos?

Dos estudios recientes han respondido a esta pregunta con los mejores datos de los que disponemos. En el primer trabajo se estudia el efecto de las elecciones en la polarización analizando 99 casos de 42 países entre 1996 y 2016. La evidencia señala que, efectivamente, los momentos de mayor polarización afectiva, de mayor fractura sentimental, coinciden con las campañas electorales y la celebración de elecciones. Además, destacan que esta polarización se reduce significativamente tras pasar las elecciones. Aproximadamente cuatro meses después de la cita electoral, las personas reducen su polarización en unos 0,33 puntos en una escala de 0 a 10. Puede no parecer mucho, pero es un efecto mayor que el de la edad o el nivel educativo, factores de demostrada influencia sobre lo polarizada que está una persona.

En el segundo trabajo, realizamos un estudio longitudinal siguiendo el ciclo electoral que comenzó precisamente con las anteriores elecciones autonómicas en Andalucía en diciembre de 2018, y cubriendo las elecciones nacionales de abril de 2019 y las autonómicas, municipales y europeas de mayo del mismo año. Estas citas electorales fueron las primeras tras la moción de censura contra el gobierno de Rajoy y también las primeras en las que Vox obtuvo representación parlamentaria. Los resultados de este estudio se resumen en el gráfico siguiente, donde podemos ver la valoración media, en una escala de 0 a 10, que las personas encuestadas dan a los votantes de su partido preferido y a los votantes del resto de partidos, a lo largo de varios meses y en cuatro oleadas. El primer valor de referencia, antes de las andaluzas de 2018, muestra un nivel de polarización moderado, que incluso se reduce ligeramente, aunque de forma no significativa, dos meses después de las elecciones andaluzas. Sin embargo, coincidiendo con las campañas electorales de las dos citas nacionales, observamos un aumento claro de la polarización, llegando hasta un diferencial de casi 1,5 puntos. Un aspecto a tener en cuenta más allá del aumento de la polarización es que este se ve empujado principalmente por una mejora de la valoración de aquellos que votan lo mismo que nosotros. Habitualmente asociamos la polarización a emociones negativas, y si bien es cierto que empeora la valoración de los oponentes, el efecto más marcado es una intensificación de los sentimientos positivos con el propio partido y sus votantes. Por otro lado, en nuestro trabajo medimos también que, durante esas dos campañas electorales, las personas que más incrementaron su polarización se posicionaban ideológicamente en la izquierda y el centro. Esto podría relacionarse con los resultados electorales, ya que precisamente fueron PSOE y Ciudadanos los partidos que obtuvieron unos mejores resultados comparativamente en la cita electoral de abril de 2019.

Volviendo a la próxima cita electoral andaluza, quedan varios interrogantes por despejar. ¿Nos polarizaremos más que hace tres años? ¿Ha alcanzado la polarización un máximo o seguirá creciendo? ¿Se diluirá el efecto a lo largo del verano o continuará con las nuevas convocatorias electorales que tendremos en los próximos meses? ¿Habrá grupos que consigan polarizar más que el resto y se beneficien de ello movilizando más a los suyos?

Se ha dicho que una de las principales causas del aumento de la polarización en los países occidentales es la continua exposición a campañas electorales. Las campañas agudizan nuestros sentimientos partidistas, haciendo a la vez que incrementen nuestros afectos hacia aquellos con los que compartimos voto y nuestra a animadversión a los que percibimos como oponentes. De hecho, podría decirse que ese es justo el objetivo que persiguen las campañas electorales. Sin embargo, ese clima polarizado tiene efectos más allá de la cita electoral, condicionando la formación de acuerdos o la aprobación de políticas. He aquí la paradoja: la acumulación de procesos electorales, centrales en las democracias representativas contemporáneas, puede acabar incrementando la polarización y socavando, de este modo, la legitimidad del propio sistema democrático. Y con una cita autonómica en unas semanas, regionales y municipales dentro de un año y unas reñidas elecciones generales en el horizonte, no parece que vayamos a tener un respiro próximamente. Agarrémonos que vienen curvas.

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