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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

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Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

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Héctor Cebolla - @hcebolla

¿Son las élites políticas culpables de erosionar la democracia?

Foto de familia de la cumbre UE-Celac, el 17 de julio de 2023 en Bruselas.

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La crisis de la democracia en las sociedades occidentales se ha convertido en un lugar común. En la versión más extendida en este siglo, especialmente durante los años de la Gran Recesión de 2008, habrían aumentado los sentimientos “anti-élites”, “anti-establishment” o “populistas”. Esto ha llevado a muchos a hablar de una “ola de populismo” o de una “explosión populista”, que estaría poniendo en jaque a las democracias representativas que han dominado el panorama político europeo durante décadas.

¿Cuál es el origen de esta supuesta ola populista? La respuesta a esta pregunta ya no genera tanto consenso. Una primera interpretación popular, posiblemente la más extendida, es que en los últimos veinte años se habría producido un cambio fundamental en la opinión pública de las sociedades democráticas. Ese cambio, agravado durante el período 2008-2012 y la crisis de los refugiados sirios de 2015, consistiría en un mayor rechazo hacia la inmigración y una crítica al proyecto elitista y excesivamente tecnocrático de integración europea. En esta interpretación popular, los líderes y partidos políticos sólo estarían subiéndose a la gran ola populista impulsada por el cambio de opinión de la ciudadanía.

Existe una segunda interpretación elitista, formulada por el politólogo Larry Bartels en su libro reciente Democracy erodes from the top. La tesis de Bartels es que la culpa de la actual crisis de la democracia europea recae mayoritariamente sobre las élites políticas. Su principal línea de defensa es que la opinión pública europea apenas ha cambiado durante los últimos veinte años en relación con los supuestos desencadenantes de la “ola populista”. En esta entrada, repasaré los argumentos de Bartels, replicaré sus análisis para España y los extenderé hasta el año 2022 (los suyos terminan en 2019). Además del foco específico en nuestro país, el análisis nos permitirá ver los cambios en la opinión pública tras la pandemia y el inicio la guerra de Ucrania.

Bartels tiene en cuenta seis indicadores para evaluar si la opinión pública europea ha cambiado durante los últimos veinte años: las actitudes frente a la inmigración, el apoyo a la integración europea, la polarización ideológica, la satisfacción con la democracia y la confianza en los partidos políticos y en los parlamentos nacionales. Para medir estos indicadores utiliza las nueve primeras olas de la Encuesta Social Europea, que van desde 2003 hasta 2019. Cuando analiza estos indicadores encuentra que las opiniones en 2019 en todos estos temas eran sorprendentemente similares a las de 2003. La Gran Recesión de 2008 produjo un empeoramiento temporal de estas actitudes – mayor rechazo a la inmigración y la integración europea, mayor polarización ideológica y menor satisfacción con la democracia y menor confianza política –, pero la salida de la crisis hizo que estos indicadores volvieran a su posición de comienzos de siglo. De ahí su rechazo a la interpretación popular de la crisis de la democracia y su apuesta por culpar a las élites. ¿Ha ocurrido lo mismo en España?

El gráfico 1 muestra la evolución de los seis indicadores propuestos por Bartels para España incluyendo, además, la décima ola de la Encuesta Social Europea, cuyo trabajo de campo se realizó en España en 2022. El resultado principal de este ejercicio es que, por una parte, la opinión pública sobre la inmigración y la integración europea no sólo se ha mantenido estable, sino que ha mejorado sustancialmente en los últimos años, después de la caída que se produjo en torno a la Gran Recesión. En 2003, menos de la mitad de los españoles (44%) estaban de acuerdo en que se debería permitir que vinieran “muchas” o “unas cuantas” personas de países pobres de fuera de Europa. Este porcentaje bajó al 40% en 2009, pero se ha disparado hasta el 74% en 2022. En España no existe un sentimiento generalizado anti-inmigración. Lo mismo ocurre con el apoyo a la integración europea. En una escala de 0 a 10, donde 0 significa que la “integración ha ido demasiado lejos” y 10 que “la integración europea debería ir más lejos”, los españoles puntuaban 5,97 en 2003. Esta media cayó a un 5,27 en 2009 y ha aumentado hasta un 6,74 en 2022. Si hubo cierto cuestionamiento de la integración europea hace quince años, hoy somos más europeístas que a principio de siglo.

Hasta aquí las buenas noticias. En la parte inferior del gráfico 1 vemos que las actitudes relacionadas con la política no se recuperaron completamente después de la Gran Recesión, e incluso han empeorado en la última ola de la encuesta. La satisfacción con la democracia y la confianza en el parlamento han caído un punto entero en la últimas dos décadas y la confianza en los políticos ha caído aún más, un punto y medio en una escala de 0 a 10. La polarización ideológica es un caso aparte. De 2003 a 2019 aumentó un 10%, pero es que de 2019 a 2022 aumentó un 30% adicional.

En resumen, mientras que la media de la población europea en estos seis indicadores ha vuelto en 2022 a los niveles de principios de siglo, en España se ha abierto una brecha entre las actitudes sociales y las más marcadamente políticas. De hecho, las actitudes a favor de la inmigración no son una excepción; cuando se pregunta si “los gays y lesbianas deberían tener libertad para vivir como quieran”, en España hemos pasado de un 80% a más de un 90% de apoyo en 20 años. Este apoyo casi unánime se da independientemente de la ideología o identificación política de los encuestados. Sin embargo, a pesar de la mejora de estos indicadores sobre cuestiones sociales, tenemos un problema muy serio con la política. La confianza en los partidos se sitúa ya por debajo de 2 en la escala utilizada y la polarización se está disparando a un ritmo no antes visto en este siglo. En cierto modo, lo que está pasando en España vendría a ser una versión agravada de la tesis de Bartels: no hay un cambio populista en la opinión pública, pero sí un deterioro muy importante de la percepción de las instituciones y la política. Lo que vemos podría deberse a una sobrerreacción de los ciudadanos al comportamiento de las élites, pero una reacción que deja verse con fuerza en los datos de opinión pública más recientes. Puede que la democracia española se esté erosionando desde arriba, pero empieza a notarse desde abajo.

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