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Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder
Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

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Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

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Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

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Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

El fin de los consensos, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la segunda sesión de la moción de censura, en el Congreso de los Diputados.

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La política española ha pasado en pocos años de generar frustración por la ausencia de opciones que representaran las preferencias de la ciudadanía a provocar rechazo por la creciente polarización entre un abanico cada vez mayor de opciones políticas. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Los diferentes trabajos que están apareciendo este año acerca de cómo nos hemos polarizado coinciden en algunos diagnósticos y, leídos conjuntamente, proporcionan un relato cada vez más claro de la evolución de la polarización política en España. En el libro Polarizados. La política que nos divide, que estará disponible en unos días, doy cuenta del aumento de las divisiones en la política española poniendo el foco en tres puntos de inflexión. En este post repaso brevemente cómo han evolucionado las diferentes caras de la polarización en cada momento.

España entró en el siglo XXI en plena resaca del fin de la historia anunciado por Fukuyama. Podríamos decir que el gobierno de José María Aznar es el primero que arranca en un contexto post-ideológico donde las formaciones políticas centrales del sistema apenas se diferencian entre sí. Un cuarto de siglo de desarrollo económico y democrático enterró las hachas de guerra ideológica en nuestro país y la gestión parecía inundar cualquier aspecto de la política. Había un objetivo compartido, además, que no era otro que cumplir con los requisitos de Bruselas y ahondar en la construcción europea. El reformismo moderado en lo ideológico campaba a sus anchas. Sin embargo, los designios del pueblo son inescrutables y, contradiciendo a Fukuyama y al mismísimo Aznar, la política española de cambio de siglo comenzaba un lento, pero creciente, proceso de vuelta a la ideología. Si miramos los estudios del CIS, durante este siglo la separación ideológica entre los partidos no ha dejado de crecer en ninguna de las elecciones generales desde el año 2000. La polarización ideológica en España ha aumentado de dos formas que son complementarias y dibujan la misma tendencia. Por una parte, crece la polarización ideológica entre los votantes de cada partido, es decir, hasta qué punto las personas que dicen haber votado al PP, por ejemplo, se sitúan en la escala ideológica de un modo muy distinto a donde se sitúan las que dicen haber votado al PSOE. Por otra, se distancia la percepción que tienen los ciudadanos de dónde se sitúa cada partido político. Ambas medidas muestran un aumento de alrededor de un 40% de la polarización ideológica durante este siglo. Algo que ha ocurrido de forma similar en otros países occidentales. Esta vuelta a la ideología también ha alimentado cierto extremismo. En el año 2000 un 8% de los ciudadanos se identificaba con posiciones ideológicas extremas, en 2022 eran más del 20%.

A lo largo de la primera década del siglo la división ideológica fue aumentando, tanto en el eje izquierda-derecha, como en lo que se refiere a la cuestión territorial. Sin embargo, los votantes de los dos grandes partidos nacionales (a los que votaban el 80% de los españoles) seguían teniendo preferencias políticas muy parecidas a final de la década, en el año 2010. Así, la inmensa mayoría de votantes del PP se declaraban católicos, los del PSOE también; no tenían unas preferencias muy marcadas en temas de fiscales, los del PSOE tampoco; los del PP no tenían una preferencia tan clara por la recentralización del Estado como hoy y los del PSOE no apostaban tanto por la descentralización. La misma tendencia se observa con muchas otras variables. No solo los votantes de PP y PSOE empezaron a mostrar preferencias distintas durante la segunda década del siglo, sino que surgieron opciones políticas competidoras en sus respectivos espacios, Podemos en la izquierda y Ciudadanos en la derecha, que hicieron que en la mayoría de preferencias políticas aumentara aún más la división. Por primera vez en mucho tiempo en España, las diferencias no eran solo en términos de identidad e ideología, sino que los votantes de diferentes partidos empezaban a mostrar preferencias por políticas muy distintas. Además, la década larga que empieza con la crisis financiera también aumenta la denominada polarización afectiva, la separación emocional entre los votantes de los distintos partidos. Desde el año 2011, ha aumentado la diferencia entre los sentimientos positivos que tenemos hacia los líderes de los partidos con los que nos identificamos y los sentimientos negativos que nos despiertan los líderes de otros partidos con los que no nos identificamos. En concreto, esta diferencia aumentó un 30% entre 2011 y 2015 y, aunque en 2019 había bajado algo este indicador de polarización, seguía siendo más de un 20% mayor que en 2011.

Llegamos al final de la segunda década del siglo, por tanto, más separados ideológica y afectivamente y se empezaban a ver diferencias importantes entre el tipo de demandas que pedían los distintos electorados. El tercer punto de inflexión comienza con la constitución del bloque de izquierdas y nacionalista que apoyó la moción de censura de 2018 y el gobierno de coalición de 2020, que no hace sino acelerar estos procesos y dibujar el escenario de polarización ideológica y afectiva en el que hoy nos hallamos. Quizá la consecuencia más importante de este último momento es que se rompen los supuestos consensos acerca de las políticas públicas a llevar a cabo. Desde 2018, han aumentado de forma ininterrumpida las diferencias entre lo que los votantes de izquierda y de derecha le piden a la política, una división que ha quedado más clara a partir del 2021 con la práctica desaparición de Ciudadanos y el establecimiento de dos bloques ideológicos entre los que ya no existen puentes. Hoy, el 80% de los votantes de VOX demandan menos impuestos y el 80% de los de PSOE y Unidas Podemos no piensan que paguemos mucho en impuestos. La ideología ha vuelto, y lo ha hecho sobre todo en el plano económico. Los partidos y bloques ideológicos ofrecen hoy unos menús de políticas cada vez más distintos. Ya no es tan cierto aquello de que estábamos más divididos por ideología e identidad que por políticas públicas. Cada política que entra en el debate, por concreta que sea, acaba polarizándose.

El nuevo equilibrio de la política española supone no ya una lucha por el centro, sino la oferta de paquetes de políticas diferenciados. Esto no es necesariamente malo. Primero, porque hace más transparente la oferta de los partidos y, por tanto, los ciudadanos pueden decidir de forma más clara. Además, esto anima la participación, y todo hace indicar que los niveles de abstención en los comicios que se avecinan serán relativamente bajos. Quizá sea el momento de dejar de lamentarnos por el aumento de la polarización y recoser las costuras de una política española que hoy es más diversa, e incluso entretenida, de lo que lo era a principios de siglo. El objetivo ya no puede ser buscar el acuerdo en todo, sino la convivencia pacífica entre opciones políticas que ofrecen visiones y propuestas distintas. Puede que la democracia española haya madurado y más que consensos lo que necesitemos es repensar nuestras instituciones para que convivan opciones cada vez más diversas y plurales. En definitiva, una vuelta a los fundamentos más básicos de la democracia representativa. En Polarizados ofrezco algunas pinceladas acerca de cómo emprender este camino.

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