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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

La selectividad es un drama

Unas estudiantes repasan un libro de texto

María Unanue

Soy profesora de Secundaria y este año me he apuntado a ser tribunal de selectividad porque necesito dinero. No, como podréis imaginar no lo he hecho porque me llene de gozo y satisfacción determinar el futuro inmediato de hordas y hordas de adolescentes puntuándoles sus vidas con decimales: “Ups, no te da la media para dedicar los siguientes cuatro años a eso que te apasiona”. ME MUERO.

Siento verdadera lástima cuando veo al alumnado de segundo de bachillerato sentado en las aulas repletas de escuadras, cartabones, bolígrafos (el que pinta, y el que no pinta), compases y calculadoras. Pero sobre todo hasta la bandera de miedos, de sueños, de ilusiones que pueden verse frustradas. Y es que hablamos de ilusiones suyas propias y de las de esas familias que vierten sus expectativas académicas en las vidas de sus retoños, sin permitirles hacer ciclos formativos en los que serían plenamente felices, y obligándoles a intentar cursar estudios universitarios sin pensar en las frustraciones que eso conllevará. “Lo hago por tu bien, ya me lo agradecerás cuando seas mayor, yo a tu edad pensaba lo mismo”. Dios. Aquí también ME MUERO.

El profesorado que cuida y corrige los exámenes de las pruebas de acceso a la universidad tiene una responsabilidad tan tan tan grande que me da pudor. Todavía no hemos entregado los resultados, pero ya he visto todo tipo de anécdotas dignas de ser parodiadas:

Primero está el típico miembro del tribunal que no puede dormir por las noches porque no sabe cuántos puntos restar a las redacciones que no lleguen a las doscientas palabras exactas. ¡Oh no! Hecatombe. ¿Te imaginas que sólo hay escritas 190? O aún peor: ¿te imaginas que ha escrito 220 y este proyecto de adulto no tiene capacidad de síntesis? El horror. El mundo termina mañana sin duda.  Después encontramos a la alumna que se mete a rellenar el examen que no es, en el aula que no le corresponde, con un tribunal que no era el suyo. Cuando a mitad de examen alguien se percata del error hay dos opciones: dejar a la pobre muchacha que termine y entregar esa hoja a tu compañera del tribunal 23 o ridiculizar a la chavala, hacerle sudar tinta china y que se le acristalen los ojos y dejarla en pause con todo el cuerpo temblando mientras se decide qué hacer con ella. POR EL AMOR DE DIOS. Un poquito de humanidad. Un “no pasa nada, todxs nos equivocamos, tú tranquila” no hace daño a nadie. A NADIE. Luego encontramos al neoadulto que se ha olvidado el papel con el código personal. A ese que no tiene el DNI. Al que ha perdido el metro. A la que se le ha olvidado la tarjeta del autobús y se ha dado cuenta cuando ha ido a pagar. ¡Por favor! ¡¡Esto no es vida!!

Y entre toda esta marabunta están las personas. Los individuos de menor edad que tú que te miran a los ojos, que te sonríen, que te hacen un gesto de complicidad para ver si consiguen humanizarte mientras te paseas por los pasillos. Y mientras ellxs se esfuerzan por conectar con nosotrxs a toda costa, a puerta cerrada escuchas los típicos “es que la juventud de ahora no es como la de antes”, “es que parece que les da igual todo”, “es que hay que ser irresponsable”. Lo que más ojiplática me deja siempre, es cuando algún chaval con rastas por la cintura y piercings o alguna chavala con media cabeza rapada y tatuajes te tratan de igual a igual, e interactúan contigo, Oh excelentísimo miembro del tribunal. “Todavía hay esperanza. No han conseguido asustar a todxs”, me digo. Me parecen admirables. Por supuesto, el respetable adulto de turno suele soltar un “cómo les gusta llamar la atención”. Me hierve la sangre.

Efectivamente, la juventud de ahora no es como la de antes. ¡No es posible que con la infinidad de cambios que ha habido a todos los niveles en los últimos 15 años desde que yo soy adulta, se eduque como antes! ¡¿Es que no os queréis enterar?! Digo más: el criterio educativo de esos adultos con modus operandi autoritario y déspota NO TIENE NINGÚN VALOR. ¿Por qué debería esta generación aceptar críticas de un colectivo adulto que no siente respeto alguno por ella?

Selectividad es un drama. Pero Selectividad no es un drama porque sí. Selectividad es un drama porque la gente adulta del siglo XXI (familias, docentes y tribunal) ha sido educada, a grandes rasgos, por una plantilla educativa formada en el franquismo. Ahora, por favor inserten los típicos comentarios: “Pues a mí me pegaban un par de guantazos a la semana y mira que bien he salido”. Y la posterior respuesta de cualquier terapeuta: “Oye, mira, NO HAS SALIDO TAN BIEN, ÉCHATE UN OJO, CHATO”. La gente adulta del siglo XXI tiene un cacao que ni se lo cree. La gente adulta del siglo XXI da valor a estatus, títulos, a la productividad, al futuro, al sentido de la responsabilidad, a pasar por el aro, a cumplir las normas. Y lo que la gente adulta del siglo XXI no quiere entender es que está transmitiendo un mensaje vomitivo  a lxs adolescentes del siglo XXI : que el presente da lo mismo, que ser crítica es un estorbo y que las personas importan una mierda.

A quien sea que lea esto y acabe de hacer selectividad, a ti que estás como un flan a punto de saber la nota: los exámenes no están hechos para demostrar ni lo que sabes, ni lo que eres. Recuerda que eres mucho más que el número con decimales que te endiñen este junio. Ir a la universidad es una opción como cualquier otra. 

Pero sobre todo quiero que sepas: QUE A MÍ ME IMPORTAS. ¡Suerte!

*

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