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Casado ya tiene fecha para los exámenes de líder del PP y esta vez no podrá faltar a las clases

Pablo Casado y su esposa, Isabel Torres, en el día de las elecciones generales.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Hace un mes, Pablo Casado creía tener posibilidades de quitar el despacho a Pedro Sánchez. Ahora no sabe si va a poder mantener el suyo, el de presidente del PP en la sede de la calle Génova. La cercanía de las elecciones de mayo era el único respiro con el que contaba en las semanas siguientes. Ahora por momentos parece que sólo es una ampliación de la agonía. Es como si estuviera en su celda del 'corredor de la muerte' confiando sin muchas esperanzas en que el último recurso le libre de la ejecución.

Al final, ha resultado que ese político tan cauteloso que es Alberto Núñez Feijóo es capaz de elevar la presión en el momento justo, cuando más daño puede hacer. En el día anterior al inicio de la campaña electoral, dio una entrevista en Onda Cero en la que le preguntaron a quemarropa sobre la foto de la manifestación de Colón, la imagen de la boda de las tres derechas.

“¿La foto de Colón fue un error? ¿Sí o no?”, pregunta Carlos Alsina. Silencio. Pasa un segundo. Dos segundos. Tres. Cuatro. “¿Sí o no?”, repite el presidente de la Xunta. Risas. Con la broma, siguen pasando los segundos. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez. Feijóo se arranca: “Los gallegos tenemos una respuesta categórica, que es depende”. Más risas.

¿Lo escuchan? Es el silencio. El silencio de Feijóo dejando helado a Casado.

En realidad, antes de ese momento final Feijóo ya había sido bastante claro, más de lo habitual en él, en sus críticas a las decisiones de la dirección del PP antes de las elecciones generales. “Nos hemos equivocado de estrategia”, dijo. “No hemos sabido parar a Vox y a veces hemos cometido algún giro... que parecía que Vox iba a entrar en nuestro Gobierno”. Eso fue lo que ofreció Casado el último viernes antes de las elecciones. No se vayan todavía que aún hay más: “Le hemos regalado una parte de nuestro electorado a Ciudadanos”.

Menos mal que Feijóo no es un político con tendencia a declaraciones muy agresivas –para entendernos, al estilo de Casado–, que si no, termina haciendo vudú con una figura del presidente del PP.

A pesar de esta operación a corazón abierto practicada por el cirujano Feijóo –autopsia, dirían los mal pensados–, también dijo que “no es el momento de empezar a diseccionar las vísceras de lo que ha ocurrido”. Eso queda para después de las elecciones cuya campaña comenzó en la noche del jueves. Casado ya tiene fecha para el examen en el que se juega su futuro. Esta vez, no cuenta con el apoyo del PP de Madrid para que mueva los hilos y él no tenga que comparecer en las clases.

Lo que no se sabe aún es en qué aulas tendrá que presentarse. El partido aún no ha facilitado la lista de ciudades a las que viajará para apoyar a los candidatos locales y autonómicos. Es muy posible que haya comunidades autónomas y ciudades en las que no haya prisa por recibir a Casado. Habrá alcaldes del PP a los que no les importaría que les dejaran solos en las próximas dos semanas. La pregunta que se estarán haciendo en algunas sedes del PP es esta: ¿queremos hacer la campaña con bicho o sin bicho?

Sería mejor que no se acerque a Bilbao, donde el portavoz del grupo municipal del PP ni siquiera descarta votar al candidato del PSOE. Ese es el nivel del cabreo. Bizkaia es uno de esos sitios donde Casado se ha llevado por delante a los de antes para poner a los suyos. Colocó a Beatriz Fanjul, dirigente de Nuevas Generaciones y nacida en 1991, como candidata al Congreso –cayó al 7% y perdió el escaño– en sustitución del veterano Leopoldo Barreda, y para las locales en Bilbao ha situado a la líder del partido en la provincia desde 2017.

Mientras tanto, el presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, anda diciendo en las entrevistas que al PP le va a ir mejor en las elecciones locales “porque hay mucha gente escarmentada ante el experimento fallido de las tres derechas”. Ya no se cortan nada los antiguos sorayistas.

Donde sí deberían recibir bien a Casado es en el PP de la Comunidad de Madrid. Él fue quien eligió a los dos principales candidatos, los muy poco conocidos antes Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida. Ahí la duda es si es una buena idea colocarse cerca de Díaz Ayuso, experta en ofrecer declaraciones que hacen dudar sobre su preparación como candidata, dicho en términos extremadamente caritativos. El jueves tocó ración doble, incluido un recuerdo muy especial a aquellos que están “deseando tener un empleo basura que está dando oportunidades”. Cada vez que abre la boca es un festival para los guionistas de los programas de humor.

Para poner más estrés en la sede de Génova, el sondeo del CIS conocido el jueves arroja un panorama estremecedor para el PP. Sólo queda por delante del PSOE en Cantabria (donde es segunda fuerza muy por detrás del PRC) y Navarra, y en este caso gracias a la coalición con UPN. No hay que olvidar que el trabajo de campo de esa encuesta se hizo antes de las generales del 28A. Además, la reputación del CIS en elecciones autonómicas y locales no es tan alta como en las nacionales, y de hecho en el primer caso ha protagonizado en el pasado algunos errores muy notorios.

El problema para Casado es que ahora no puede burlarse del CIS. Ya lo hizo antes de las generales con algunas bromas y se las tuvo que comer luego. Habló de “la cistitis de Pedro Sánchez”, y al final le toco a él ir al médico con la vejiga inflamada como un balón de rugby.

Otro tropiezo generalizado en las elecciones de mayo y se arriesga a que el doctor Feijóo empiece a diseccionar sus vísceras. Sin anestesia.

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