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Feijóo, a medio gas

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, antes de comparecer ante los medios, sin preguntas, tras el anuncio de la derogación del delito de sedición.

Aitor Riveiro

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Jueves, 3 de noviembre. Alberto Núñez Feijóo acompaña al candidato del PP en Castilla-La Mancha, Paco Núñez, a visitar una fundación de niños con parálisis cerebral. En una comparecencia ante los medios desliza una propuesta para recuperar la desgravación fiscal por vivienda y responde escuetamente a tres periodistas. Viernes, 18 de noviembre, Feijóo vuelve a responder a tres periodistas tras visitar en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) una empresa que promueve la integración laboral de personas con diversidad funcional

Entre un día y otro, dos semanas en las que Feijóo no ha atendido a los periodistas en España. El 4 de noviembre cogió un avión para iniciar una gira por Latinoamérica que le ocupó una semana y en la que se limitó a rebajar la importancia de la Guerra Civil, hablar en público de las bondades de Mercosur, arremeter contra algunos gobiernos legítimos en la región y de la utilidad de la guerra contra las drogas. Cuando aterrizó de vuelta en Madrid, el 11 de noviembre, el PSOE y Unidas Podemos acababan de registrar en el Congreso una proposición de ley para derogar la sedición.

El anuncio de la reforma del Código Penal pilló al líder de la oposición en Ecuador, y las primeras reacciones en el avión de regreso. Tras casi 11 horas de vuelo, el PP anunció una “declaración institucional” de su presidente. Es decir, la lectura de un comunicado. La convocatoria se limitó a un breve discurso sin admitir preguntas en el que tampoco anunció ninguna medida concreta salvo prometer la restauración del delito de sedición si llega a la Moncloa, en 2024.

Nada más terminar la alocución, el líder del PP salió de la sala de prensa de la sede nacional de la madrileña calle de Génova. No admitió preguntas ante las cámaras ni atendió de forma informal a los periodistas, pese a la gravedad y solemnidad que el propio partido había dado al momento. Ni pese a las acusaciones de “alta traición” lanzadas por destacados dirigentes en las horas previas. Tampoco se detuvieron los altos cargos del PP que le acompañaban.

Ese fin de semana, Feijóo no tuvo ningún acto público. El líder del PP se recuperaba del intenso viaje por cuatro países sudamericanos (Uruguay, Argentina, Chile y Ecuador) y preparaba la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del partido, convocado para ese mismo lunes con anterioridad al anuncio de la reforma de la sedición. Es una cita habitual del órgano que aglutina a todos los niveles de la dirección nacional del partido y a los líderes autonómicos que se reúne periódicamente por mandato de los estatutos internos.

Pero en los planes del PP se cruzó el éxito de convocatoria de la manifestación contra la gestión sanitaria de Isabel Díaz Ayuso. El lunes, mientras Feijóo reunía a su Comité de Dirección para trazar la estrategia de la semana, la presidenta madrileña recurría a su ya conocida táctica de recurrir al exabrupto para desviar la atención de una protesta cuyas repercusiones ocupaban la mayoría de los medios de comunicación y ponían el foco en la calidad de la gestión del PP en su administración de más presupuesto. Un misil a la línea de flotación de la imagen que quiere trasladar Feijóo a los españoles para conquistar las urnas: la del buen gestor.

El lunes, ante la plana mayor del PP y con Ayuso en primera fila, Feijóo obvió en su discurso la gestión de los servicios públicos, algo de lo que ha presumido en un pasado reciente. No mencionó la Sanidad, pese a que desde su partido se ha intentado elevar el problema de Madrid a nivel estatal, extender que es un problema que afecta por igual a todo el país y señalar la responsabilidad única del Gobierno central. Ni una palabra sobre la manifestación del domingo, ni para bien ni para mal. 

Sí hizo mucho hincapié en la derogación de la sedición, trufada además con la hipotética reforma de la malversación. Y lanzó un mensaje a propios y extraños: hay que hacer oposición “con serenidad” y “moderación”.

Lo hacía a la misma hora que el líder de Vox, Santiago Abascal, le reclamaba que presentara una moción de censura que ya el viernes le exigió la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Ambos partidos tienen suficientes diputados para presentarla. De hecho, la ultraderecha ya lo hizo en solitario en el otoño de 2020. El fracaso fue absoluto, no sumó un solo apoyo, y quizá por eso quieren que sea Feijóo quien la lidere ahora, lo que por otro lado implica reconocer al gallego como auténtico jefe de la oposición, algo que desde Vox no se le había concedido hasta ahora.

Pero en el PP defienden que el previsible fiasco en la votación reforzaría a Pedro Sánchez en la Moncloa a unos meses de las elecciones autonómicas y municipales que el partido se ha marcado como palanca para las generales de finales de año. De hecho, el vicesecretario Territorial, Miguel Tellado, dijo este mismo viernes en una entrevista en TVE: “La moción tiene fecha, el 28 de mayo del próximo año, coincidiendo con las municipales y autonómicas”.

Así que Feijóo no habló de la Sanidad ni de la moción de censura. Y tampoco se sometió a los periodistas. El líder del PP ya no tuvo más agenda pública ese lunes. Pese a lo que dice su equipo y los miembros de su dirección, en público y en privado, los españoles no conocen de primera mano la opinión de Feijóo sobre la moción de censura. Ni sobre la sanidad, madrileña o española. O sobre la fortuna amasada por la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz, cuyo marido está procesado por blanquear dinero del narcotráfico.

Porque el martes Feijóo tampoco respondió a los periodistas. El líder del PP se fue por la mañana a Ifema (Madrid) a lanzar un discurso a favor de los combustibles fósiles ante la patronal del automóvil. En su alocución coló con calzador un mensaje final sobre la derogación de la sedición, después de que sus palabras del lunes no hubieran alcanzado la propagación pretendida por las repercusiones de la manifestación del domingo.

A la salida, los periodistas presentes intentaron preguntar a Feijóo sobre la actualidad. “Ya hablé ayer”, dijo, en referencia a la intervención ante el Comité Ejecutivo Nacional. Esa misma tarde del martes, Feijóo acudió al Pleno del Senado. Ni a la entrada ni a la salida atendió tampoco a la prensa y dijo que esa misma mañana había dado un discurso. El miércoles, Feijóo se ausentó de la Cámara Alta. Su equipo dijo que estaba enfermo. Al día siguiente, el jueves, viajó a Lisboa, donde participó en la Asamblea Política del PP Europeo. En la capital portuguesa tampoco atendió a los medios en directo.

Y llegó el viernes. Para entonces, el Gobierno de coalición acumulaba 72 horas de tormenta política a cuenta de la aplicación que algunos jueces estaban haciendo de la conocida como ley del 'solo sí es sí'. El Ejecutivo madrileño lograba el jueves a última hora un acuerdo con los sindicatos convocantes de la huelga de las urgencias extrahospitalarias, aunque todavía se mantiene la de la atención primaria.

Y ahí sí, Feijóo recuperó el contacto con los medios de comunicación. Limitado, pero por primera vez en 15 días se sometió a las preguntas de los periodistas, que le cuestionaron por el rechazo a la comisión de investigación parlamentaria sobre la tragedia de Melilla, el bloqueo del CGPJ, sobre la ley del 'solo sí es sí', y sobre el barómetro del CIS, además de sobre la inversión del Estado en Catalunya

El líder del PP ha surfeado así una semana que comenzó muy complicada para él y uno de sus principales referentes, pero que se ha dado la vuelta y ha puesto al Gobierno de coalición en una situación compleja, con división interna y el presidente de viaje a miles de kilómetros, en la reunión del G20 que se ha celebrado en Bali.

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