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El PP asume que tiene un problema con Álvarez de Toledo y trata de moderar el perfil de la portavoz parlamentaria

La portavoz del Partido Popular en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo.

Iñigo Aduriz

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La independencia orgánica y el bronco discurso contra el Gobierno que mantiene la portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados, Cayetana Álvarez de Toledo, desde que Pablo Casado la nombró para el cargo, siguen aumentando el descontento interno con la también diputada por Barcelona.

El PP ya ha asumido que tiene un problema con su principal voz en el Parlamento y trata de defender su centralidad justo a las puertas de la campaña de las elecciones gallegas y vascas del próximo 12 de julio. Distintos dirigentes del PP piden matizar el discurso y volver a la centralidad. Esas voces no solo están dentro del partido, en las últimas horas ha reaparecido Soraya Sáenz de Santamaría, la rival de Casado en las primarias y una de las máximas representantes del marianismo para pedir también “moderación” y “diálogo” a los políticos.

Al rechazo que generó en los barones con más peso del partido –el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla y el gallego Alberto Núñez Feijóo– su designación como portavoz, hace ahora un año, se van sumando nuevas voces que muestran abiertamente su descontento ante las últimas salidas de tono de Álvarez de Toledo, que un día llama “terrorista” al padre de Pablo Iglesias y al otro busca el enfrentamiento personal con la vicepresidenta Carmen Calvo, reclamando para ella todos los focos y dejando en un segundo plano los mensajes que el partido pretende lanzar en cada momento.

Este miércoles Álvarez de Toledo dijo en el Parlamento, mientras el PP amagaba con buscar acuerdos y aparecer como una fuerza pactista, que Pedro Sánchez “no tiene otra patria que su ego” o que acusó al PSOE de haber suscrito “un pacto ultra, a costa de la convivencia y a cambio del poder”.

Estas declaraciones se producían tres semanas después de que la portavoz popular asegurara en el mismo hemiciclo que el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, “es el hijo de un terrorista”, una acusación que ha repetido al menos en otras tres ocasiones –pese a que en su primera intervención en la Cámara Baja dijo que lo iba a decir “por primera y última vez”–, y por la que el padre de Iglesias ha recurrido a los tribunales.

El último en manifestar públicamente su desacuerdo con la estrategia radical adoptada por Álvarez de Toledo ha sido el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, que este jueves le pedía expresamente que moderara su discurso. “Deberíamos apostar todos, y ella también, por una línea de desescalada verbal”, señalaba el barón castellano y leonés en una entrevista en la Cadena Ser. Preguntado sobre si ha manifestado directamente esa preferencia a la portavoz del PP en el Congreso, Mañueco respondía: “No he tenido la oportunidad de decírselo pero no tengo problema en hacerlo”.

Esas llamadas a la centralidad que antes hacían en privado algunos dirigentes del PP ahora ya se explicitan directamente a través de los medios de comunicación.

La relación con Feijóo

“Ningún compañero de mi partido o de otros partidos de la oposición debe entrar al señuelo del Gobierno para crispar, provocar y perder los papeles”, había dicho en la misma línea el presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la reelección, Alberto Núñez Feijóo, tan solo un día después de que Álvarez de Toledo llamara a Iglesias “hijo de un terrorista”.

El PP gallego ya ha manifestado en más de una ocasión su preferencia por que la portavoz en el Congreso no haga campaña para las autonómicas, convocadas en un principio para el 5 de abril pero que tuvieron que retrasarse –finalmente al 12 de julio– por culpa de la pandemia. Pero Feijóo, oficialmente, dice que Álvarez de Toledo puede participar “como cualquier otro militante”.

Al descontento de los principales barones del partido se suma la pugna que mantiene Álvarez de Toledo con los dirigentes del círculo de confianza de Casado, especialmente con el secretario general, Teodoro García Egea, principalmente por sus diferencias estratégicas. El líder del PP sí mantiene, en todo caso, su apuesta personal por la portavoz parlamentaria, que proviene de su misma familia política, la aznarista, vinculada a la Fundación FAES del expresidente del Gobierno José María Aznar, que ha salido a defenderla en las últimas semanas a través de sus encíclicas.

Álvarez de Toledo representa una de las patas en las que Casado sustenta su proyecto político, dentro del difícil equilibrio que mantiene entre las dos corrientes internas del partido: el ala moderada heredada de la época de Mariano Rajoy, y la facción más radical, un grupo de elegidos –entre los que está la portavoz en el Congreso– que ha acumulado mucho poder tras la victoria de Casado en las primarias.

El respaldo de Casado

Con este doble juego que el presidente del PP niega públicamente –“No hay un PP duro y un PP blando, hay un PP, es un debate falso”, dijo el lunes 8 ante la Junta Directiva Nacional, el máximo órgano entre congresos–, Casado busca consolidarse como el verdadero líder de la oposición que frene la disgregación de la derecha en tres partidos –PP, Vox y Ciudadanos–, un objetivo que aún no ha conseguido tras casi dos años en el cargo.

En todo caso, a Álvarez de Toledo defiende que el suyo es un espacio centrista pese a que se le atribuye, incluso internamente, ese papel de representante del ala más derechista del PP y mantiene en ocasiones un discurso más próximo a la extrema derecha de Vox.

Pese a ser la portavoz del PP en el Congreso, Álvarez de Toledo ha sido desplazada por la dirección de su partido en la gestión de la pandemia. Casado no contó con ella para la Comisión de la Reconstrucción de la Cámara Baja, donde la portavocía de los populares la ejerce la expresidenta del Congreso Ana Pastor, considerada del ala más moderada del partido y una de las dirigentes de la máxima confianza de Mariano Rajoy. Y tampoco forma parte del grupo de expertos –o 'Gobierno en la sombra'– con el que Casado determina su labor de oposición al Ejecutivo durante la crisis sanitaria.

Pese a todo, ella se siente respaldada por el líder del PP, que mantiene su confianza en Álvarez de Toledo, al igual que Aznar, convertido en uno de los principales asesores de Casado, que marca la línea discursiva del partido prácticamente a diario desde la Fundación FAES. “Desde antes de ser nombrada portavoz fui objeto de comentarios sobre mi persona o aptitudes para el cargo. No me interesaron nada entonces, no influyeron en mi nombramiento como portavoz. No me interesan ahora. No creo que influyan en mi cese como portavoz”, recalcó Álvarez de Toledo a principios de mes, justo después de su polémica acusación al padre de Pablo Iglesias.

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