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El espacio político del cambio afronta su reconstrucción tras la debacle a la espera de la negociación del Gobierno

Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Íñigo Errejón y los principales dirigentes de Unidos Podemos en la noche del 26J.

Aitor Riveiro

En 2015 el maratoniano ciclo electoral que llevó a los herederos del 15M y a sus múltiples aliados a las instituciones locales, autonómicas y estatal resultó agotador para sus protagonistas. Entonces hizo fortuna aquella metáfora de que sus dirigentes tuvieron que correr mientras se ataban las zapatillas. Con todo, el resultado fue claramente positivo: Podemos y sus marcas amigas lograron las principales alcaldías españolas, presencia en todos los parlamentos regionales y Pablo Iglesias lideró el tercer grupo del Congreso.

Cuatro años después, otro sprint con cuatro citas con las urnas en un mes y la posibilidad de una repetición electoral en otoño ha socavado las bases de un espacio político que venía ya muy golpeado, desde fuera y desde dentro, con diferencias que han acabado en ruptura en distintos territorios.

La derrota en este ciclo ha sido especialmente dura a nivel municipal, con la pérdida de la mayoría de los Ayuntamientos del Cambio. La arrolladora victoria de José María González, Kichi, en Cádiz, y la inesperada revalidación a última hora de la Alcaldía de Barcelona por Ada Colau no tapan el desánimo que cunde en un espacio político que hizo del municipalismo una de las palancas para intentar afianzar el proyecto.

En el plano autonómico, un cambio de la estrategia de hace cuatro años y la atomización de las asambleas ha permitido a Unidas Podemos alcanzar gobiernos de coalición en la Comunidad Valenciana, La Rioja, Baleares o Canarias. Pero el respaldo popular también se ha resentido, especialmente en la “España vaciada”, donde había logrado importantes resultados hace cuatro años.

Algo similar ocurrió en las elecciones generales. Unidas Podemos aguantó algo mejor que un mes después en las autonómicas. Pero todavía no se ha despejado la incógnita y siguen las negociaciones para un acuerdo con el PSOE. De cómo se resuelva esta pugna depende en buena parte el futuro del espacio político.

eldiario.es ha conversado con Iñigo Errejón, María Eugenia Rodríguez Palop, Alberto Garzón, Xavier Domènech, Rafael Mayoral e Isabel Serra para intentar vislumbrar hacia dónde camina el espacio del cambio articulado alrededor de Podemos en el nuevo ciclo que se abre.

El 15M ha muerto. La crisis social, no

Ese espacio heredero del 15M da precisamente por cerrado ese ciclo político que se inauguró en medio de la peor crisis económica que ha sufrido España desde que recuperó la democracia y que modificó el sistema de partidos nacido de la Transición.

Todos coinciden en que las condiciones que hicieron posible el surgimiento y auge de Podemos y del resto del espacio siguen ahí. Que la crisis económica desatada en 2008, cuya gestión por parte primero del Gobierno del PSOE y después del PP derivó en una crisis social, no se ha cerrado. Ni se va a cerrar en un futuro inmediato. Pero también que el ciclo impugnatorio ha sido superado por otro de carácter institucional.

“El tiempo político del 15M está muerto, pero no se ha cerrado la crisis de régimen”, resume Xavier Domènech. El que fuera portavoz de En Comú Podem en el Congreso sostiene que España vive “un interregno”, en referencia a los problemas de gobernabilidad que padece el país desde hace tres años, cuya duración está todavía por determinar. “Pero el caldo de cultivo sigue ahí”, apunta.

Errejón, cofundador de Podemos y ahora líder de Más Madrid, cree que “hay un fin del ciclo 'caliente' de la impugnación” y que “el estado ha aguantado la crisis del sistema político”. “Subsisten importantes grietas, contradicciones y una masiva desconfianza de los representados hacia los representantes, pero los de arriba han aguantado bien la embestida de estos años y han recuperado la capacidad de volver a ordenar la discusión política” en el eje “izquierda-derecha”, cuya ruptura permitió la irrupción y éxito de Podemos en 2014 y 2015.

Esa lógica, más institucional, obliga a las partes “a un cierto consenso difuso en torno a la necesidad de dar soluciones y ponerse de acuerdo”. Errejón advierte de que “el bloqueo político puede afectar a las élites políticas mientras exonera a las élites económicas”. El dirigente de Más Madrid apela a “hacer los deberes” y “ganarse ahora la confianza”, en este “mientras tanto” que señala Domènech, para que “el siguiente ciclo 'caliente” los coja “en mejores condiciones” que las actuales.

Domènech cree que el PSOE jugó muy bien sus bazas al enlazar las elecciones generales con las municipales, europeas y autonómicas. El efecto arrastre ha beneficiado a los de Sánchez, dice, pero cree que solo hay “una ilusión de estabilidad” con los 123 diputados logrados por los socialistas. “El PP tenía 137 hace un año”, recuerda. Los de Pablo Casado lograron 66 el 28A. La otra cara de la moneda en la derecha la protagoniza Ciudadanos, que ha pasado de 32 a 57 escaños.

Coinciden María Eugenia Rodríguez e Isa Serra. La eurodiputada cree que “los ciclos políticos y los ciclos electorales no pueden amalgamarse” y que el resultado de la cadena de comicios obedece a “factores muy diversos”, por lo que “no es posible establecer una relación monocausal dando por cerrada o fracasada cualquier propuesta que no obtenga un determinado número de escaños”.

La diputada madrileña apunta que “se ha asentado el voto al PSOE”, pero añade que se sigue viviendo “una situación volátil”. “No creo que se pueda hablar de una vuelta al bipartidismo. La configuración de fuerzas es plural y puede cambiar todo en un año. La crisis social y política no se ha cerrado”, dice.

El coordinador federal de IU, Alberto Garzón, también cree que “España sigue viviendo una crisis orgánica o de régimen”, pero asume que existe “cierta recuperación del pulso económico y de la percepción de la gente” gracias a las políticas “analgésicas” del BCE. Es decir, aunque el ciclo no se ha cerrado, “las expresiones políticas han cambiado”, en consonancia con la leve mejora económica. “Y parece haberse agotado el impulso político que nació, en ese contexto socioeconómico de crisis, con las huelgas generales de 2010 y siguió con el 15M y la irrupción de Podemos”.

Para el dirigente de Podemos Rafael Mayoral, “no se han cerrado las dos contradicciones” que abrieron la crisis: el conflicto social y el territorial. “La herida de un modelo social basado en la precariedad sigue sangrando y no se aborda la cuestión de la plurinacionalidad”, asegura. Ambas confluyen en una “desafección” mayor “ante la falta de democracia en el acceso a la Jefatura del Estado por vía sucesoria y discriminando a las mujeres”.

Domènech concluye: “En España no se han acabado la corrupción ni las desigualdades. Puede haber un efecto óptico, pero no ha aparecido Pedro Sánchez y se ha acabado todo”.

Municipalismo: ¿horizontal a vertical?

El denominado espacio del cambio ha sufrido mucho en las recientes citas electorales, especialmente en las municipales y autonómicas de mayo, y por las interminables crisis internas que han marcado su desarrollo. Mayoral tiene claro el problema: “Los que han sido capaces de entender que debe haber sinergias entre los municipalismos y la fuerza constituyente, que es Podemos y el grupo confederal, han tenido buenos resultados” .

El diputado cita los casos de Kichi, donde hubo dos candidaturas en 2015 que confluyeron en una en 2019, y de Barcelona. “Lo de Ada Colau no es una sonrisa del destino. Donde no hay dinámicas unitarias se han sufrido los varapalos”, explica después de recordar que la alcaldesa de la capital catalana contó con Pablo Iglesias en su campaña, en contraposición a lo que hizo, por ejemplo, Manuela Carmena en Madrid.

Errejón, quien precisamente protagonizó el movimiento con la exalcaldesa, impugna que el 26M hubiera una debacle a nivel local. “No creo que el municipalismo haya aguantado peor. Barcelona, Cádiz , Valencia [donde ha revalidado Compromís] o incluso la victoria electoral de Más Madrid en la capital están por encima de los resultados estatales. Y no digamos en las elecciones europeas, que a priori son las más propicias para un voto 'expresivo”, apunta.

Los fallos han estado, añade, en las “experiencias municipalistas”. No en el movimiento, sino en el catalizador que lo transmutó en candidatura. “Eran muy frágiles, diversas y dependientes de la suma del contexto y los liderazgos”, asegura Errejón, quien cree que el error fue no conseguir elevarlo a “actor estatal”. Desde la “izquierda del PSOE”, concluye, “es más difícil construir mayorías para la justicia social y la profundización democrática”.

“El espacio del cambio está en marcha y el diagnóstico ha de hacerse con perspectiva”, señala Palop. Esta profesora universitaria, que asumió como independiente el liderazgo de la candidatura de Unidas Podemos a las europeas tras la salida de Pablo Bustinduy, plantea “repensar la articulación organizativa, enriquecer los ecosistemas conectando con el afuera, planificar más y mejor los objetivos políticos a corto, medio y largo plazo”, además de huir de las “ritmos mediáticos”.

A ello puede ayudar un horizonte limpio de elecciones. Los comicios, salvo las excepciones catalanas, gallega y vasca, no están previstos hasta 2023. Serra, que vivió una situación similar a la de Palop al asumir el liderazgo en Madrid frente a Errejón tras su salida, apela también al exterior de los partidos y de las instituciones. “La entrada en las instituciones supuso la ilusión de que podíamos superar los límites. Y vimos que no”, se lamenta.

Alberto Garzón disiente de Errejón y se acerca más a la visión de Mayoral. El líder de IU cree que “las experiencias municipalistas han estado demasiado desconectadas de una visión global de lo que es el Estado”. No es solo un problema de relación “horizontal” entre municipios, que también. Sino también de ausencia de referencia estatal. “Es absurdo que muchos municipios se hayan querido constituir como reinos de taifas”, asegura a eldiario.es.

Advierte Garzón: “Un proyecto político de país tiene que entender que el Estado abarca desde lo municipal hasta lo europeo como un solo terreno de juego. La reconstrucción de la izquierda es horizontal, entre los múltiples actores políticos que existimos, y vertical, entre los diferentes niveles de administración”.

Serra lleva el debate a otro lugar más acorde con la tradición política de la que viene. Formada en Anticapitalistas, sostiene que hay que “volver a hacer municipalismo desde fuera de las instituciones”. “No estamos en 2015, pero es evidente que cuando se construye desde abajo, se aúnan más personas, partidos y espacios, que es lo que suponían los Ayuntamientos del Cambio”, señala en referencia a cómo se construyó Más Madrid como alternativa a Unidas Podemos.

Recostrucción, ¿cómo, cuándo, para qué?

En 2015 Podemos se teorizó como una “nave nodriza” que aglutinaría a su alrededor a diferentes espacios políticos transformadores. Cuatro años después, el barco sigue a flote. Pero las vías de agua hacen mella y deben ser reparadas antes de que el hundimiento sea irreversible. En este punto, la respuestas que da cada uno difieren más que en lo referente a los análisis de la situación.

“Se han ralentizado las opciones del cambio, pero nada va a volver a ser como antes”, sostiene optimista Isa Serra, quien vaticina que “las posiciones institucionales darán lugar a una recomposición del espacio en los próximos años”. ¿Hacía dónde? ¿Cómo?: “Eso no tiene respuesta ahora. Se resolverá de cara al próximo ciclo electoral”.

Lo que tiene claro Serra es que “lo más importante no es la una unidad orgánica”. Una opción “que es complicado” que se produzca. Las tensiones internas, la biopolítica, han convertido en irreconciliables algunas cuestiones personales. Otra cosa será si la frialdad política se impone.

La clave de lo que ocurra en los próximos años “depende mucho de si se cierra un Gobierno” a nivel estatal. “Si Podemos entra, marcará agenda y rumbo. Pero no es suficiente y debe construir con la sociedad civil”.

Íñigo Errejón, por su parte, afronta la construcción de un espacio propio. La traumática ruptura de Madrid se ha llevado los focos y los titulares. Pero, antes, se produjo en la Comunidad Valenciana y también en Galicia. En Andalucía no está claro que hubiera pasado sin el adelanto electoral decretado por Susana Díaz y que permitió que la Junta acabara en manos de las tres derechas.

Errejón sostiene que, de momento, Más Madrid es un proyecto autonómico. “Hay que volver a conectar con el sentido común de la ciudadanía española, que se ha movido mucho estos años”, señala. Y añade: “El mayor problema para retomar la iniciativa es que el PSOE ha recuperado la centralidad política”, que no es el centro como ya se hartaron de explicar hace un lustro.

El diputado madrileño piensa en construir de nuevo, más que en reconstruir: “Tenemos por delante un trabajo más pausado de echar raíces no partidarias, sino de comunidad política, en el territorio”, apunta. Y añade: “De preparación política e intelectual, de fundar y construir una cultura política nueva, de apertura a gentes nuevas, de echar abajo las paredes de las sedes y volver a entender por donde va nuestra sociedad”. “Se puede hacer política combinando la firmeza en los principios con el pragmatismo en la conducción del día a día”, resume.

¿En qué territorio? “Más Madrid tiene que contribuir haciendo las cosas bien en Madrid”, explica. Este mismo viernes, La Vanguardia informa de que el que fuera fundador de Podemos traza un plan para lanzar una plataforma estatal (otra suerte de “nave nodriza”).

Errejón lo desmiente. Al menos en un plazo inmediato. Pero sí apunta hacia un futuro inconcreto: “En ningún sitio es tan fuerte la hegemonía neoliberal, incluso sin proyecto de futuro, ya solo naturalizada como antropología y como cotidianidad, como en Madrid. Ese es nuestro reto, el que hemos venido a desafiar. Si es posible aquí será posible en cualquier otra tierra”.

Mayoral, de marcado carácter populista como su excompañero de dirección en Podemos, cree que “lo primero es tener claro que las dinámicas de división son disgregadoras”. “Y limitan la capacidad de acción de las fuerzas del cambio”, añade. Este abogado bregado en la lucha antidesahucios, cree imposible “llevarse bien con todo el mundo”. “Si proteges la vivienda, no le sienta bien a los fondos buitre. Si defiendes a la clase trabajadora, no le hace ilusión a la CEOE. Y si quieres recuperar los servicios públicos, ni Villar-Mir ni Florentino Pérez te van a bendecir”, sostiene.

El dirigente de Podemos apunta por ampliar la base social por abajo “y profundizar en el carácter popular” del espacio “para que la gente se pueda identificar con quien defiende a las mayorías sociales”. Pone como ejemplo el feminismo que, dice, ofrece una visión más amplia de lo que significa la “precariedad”, antes circunscrita al mercado laboral y que “pone sobre la mesa la necesidad de un cambio para que los cuidados se conviertan en políticas públicas ante la vulnerabilidad de la vida”.

Alberto Garzón considera que “la reconstrucción pasa por la constitución de un instrumento político que conecte con los actores sociales organizados y sobre todo con la organización de los desorganizados”. “Entre todos estamos abocados a trabajar en la construcción orgánica o simbólica de una nueva referencia clara e ideológicamente nítida pero diversa y plural”, añade. Para inmediatamente señalar: “Esto no pasa necesariamente por lo que se ha llamado, maliciosamente, una fusión orgánica”. Una idea de la que se le ha acusado repetidamente en los últimos años.

Garzón apuesta por “detectar que en la intersección entre el ecologismo, el feminismo y el socialismo se encuentra el motor de transformación real de nuestra sociedad”. Una idea que refuerza Palop: “La bandera feminista, ecofeminista en concreto, es la que en este momento sintetiza mejor el horizonte de transformación que necesitamos”.

Domènech, que dejó la política cansado de las dinámicas internas del espacio político que lideró con éxito en dos elecciones generales, cree que el resultado del ciclo no es tan malo como cabría esperar: “La presencia institucional de los espacios del cambio es mucho mayor del que tuvo IU nunca. Tendrán que combinar una mirada a corto y otra a largo. Para que cuando se acabe el interregno estemos preparados”.

Tras abandonar la vida pública, harto de las dinámicas internas, Domènech ha levantado el pie del acelerador y ha recuperado la visión temporal de un historiador, que casa poco con la de la política.

El exdiputado recuerda que en 1917 parecía que iba a pasar de todo, porque pasó de todo (hubo una huelga general en España, Cambó organizó la Asamblea de Parlamentarios de Barcelona para intentar acabar con el turnismo). “Y no pasó nada y tuvieron que esperar al 31”.

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