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CRÓNICA

Ábalos, estrella de un partido de transición en el Congreso antes de El Clásico

Los diputados del PSOE y Podemos, en pie aplaudiendo a Ábalos.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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El Congreso celebró la sesión de control este miércoles porque tocaba. Un poco como cuando hay que jugar un partido una semana antes de El Clásico. Hay que ganar, vale, pero lo fundamental es no lesionarse. Ahora la expectación está en la primera cita de la mesa del diálogo en Moncloa y parecía que la sesión parlamentaria era sólo un prólogo para lo que pase, o no pase, por la tarde.

Y luego las ausencias por distintas razones. Pablo Iglesias, en casa por amigdalitis. Teodoro García Egea, en el hospital por el nacimiento de un hijo. Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros también fallaron por razón desconocida. Dejaron que se batieran contra el Gobierno dos diputados de Vox que tuvieron algunos problemas para hacerse entender por esa tendencia de hacer una pausa cada pocos segundos cuando estás nervioso. Eran tan flojos ante el micrófono que casi daba un poco de pena que les respondieran con dureza.

Estaba Pablo Casado, aunque también podía haberse tomado el día libre. Se dedicó a inflar todo lo que pudo la reunión de Pedro Sánchez con Quim Torra y un nutrido plantel de representantes de JxCat y ERC. La cumbre tiene todo el aspecto de prólogo de un largo proceso –no confundir con procés– que no ofrecerá resultados de entidad hasta después de las elecciones catalanas. Pero para el PP es el inicio del apocalipsis.

El líder del PP la describió como un acontecimiento de dimensiones estelares al definirla como “la sala de despiece de la soberanía nacional, la solidaridad interterritorial y la igualdad entre españoles”. Para responderle, Pedro Sánchez utilizó, aunque sin clavar demasiado el cuchillo, el mejor regalo que ha recibido del PP en esta legislatura: “No se puede defender España si no se la acepta en toda su diversidad. Y esto no lo digo yo. Lo dice el señor (Alfonso) Alonso que, para explicar la dimisión como dirigente y candidato del PP en Euskadi, dijo que había una forma distinta de entender España y de articular la diversidad en España”.

Es fácil la sesión de control cuando la oposición te da hecha la mitad del trabajo. La purga del PP vasco por no aceptar la coalición con Ciudadanos y el estilo cayetanista de Casado era como una tarta de cumpleaños regalada al Gobierno y Sánchez se conformó con una porción pequeña.

El hemiciclo vio a la vicepresidenta Nadia Calviño, antes guardiana de la ortodoxia presupuestaria en Bruselas, hacer una declaración que podría aparecer en el argumentario de Podemos al responder a una pregunta del PP. Cuca Gamarra intentó relacionar los aranceles aplicados en Europa por la Administración de Donald Trump con la 'tasa Google' y los impuestos a las corporaciones tecnológicas. “No podemos tener un Estado de bienestar de primera clase con un sistema fiscal lleno de agujeros”, dijo Calviño. Ya no hacen tecnócratas como los de antes.

Todo fue bastante monótono, así que la diversión quedó reservada para la pregunta del PP a José Luis Ábalos por su cita a ciegas en Barajas con la vicepresidenta de Venezuela. No se molestaron mucho en la redacción. Sólo había que sacar el tema para justificar los gritos de “dimisión” de costumbre desde los escaños. Ábalos empezó burlándose del diputado Andrés Lorite: “¿Ha estado de vacaciones estos días?”. Abusó un poco porque el pobre diputado preguntó cuando le dejaron y sólo estaba ahí para justificar la algarabía de costumbre. Podría haber leído las alineaciones de un partido de la Champions y hubiera dado lo mismo.

Ábalos no está en política para mostrar paciencia. Esta vez, en vez de hablar de Venezuela, prefirió recordar las mentiras del Gobierno de Aznar el 11M y la corrupción policial producida en el Ministerio de Interior dirigido por Jorge Fernández Díaz. En este tema, los partidos ya no necesitan buscar argumentos. Les vale con los garrotazos.

La contundencia le ganó a Ábalos una ovación puestos en pie de todos los diputados del PSOE y Podemos cuando los del PP estaban pidiendo a gritos su dimisión. Aguantaron más tiempo los de los aplausos –por momentos parecía que se iban a extender tanto como en Corea del Norte– y al acabar, en el PP reanudaron los gritos. Con lo que los diputados de la izquierda volvieron con la ovación e Irene Montero se partía de risa porque todo se parecía ya a un programa televisivo que dirime el resultado de una competición con el aplausómetro.

Ábalos no se ha visto en otra demostración de adhesión masiva en el Congreso de tal nivel. Va a terminar exigiendo a la oposición que le hagan preguntas todas las semanas sobre Delcy Rodríguez. Está claro que hablando de transporte público e infraestructuras no ganará el derecho a ovaciones tan prolongadas. Al final, en política lo que importa es no pasar desapercibido.

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