Ningún martes es un mal martes para repetir las demandas nucleares que cualquier retrón sabe que son las básicas para conseguir una vida digna e inclusiva en la sociedad. Así que vamos a ello:
- Una asistencia personal adecuada y efectiva (no el simulacro absurdo que constituye en estos momentos la así llamada Ley de Dependencia).
- La accesibilidad del entorno y los transportes (uno de los puntos en los que más se ha avanzado en los últimos años, aunque aún queda mucho por hacer).
- Una asistencia médica diseñada con las necesidades del colectivo retrón en mente (medicamentos huérfanos, centros de referencia, y atención a problemas crónicos, como la fisioterapia continuada tan necesaria, por ejemplo en enfermedades neuromusculares).
- Una educación inclusiva que combine en la misma clase niños bípedos con retrones (como receta para afianzar los cambios a largo plazo).
- Unas ayudas por material ortopédico o de movilidad adecuadas a las necesidades de cada uno. Podríamos pensar que entra dentro del punto de accesibilidad o en el de la asistencia médica, pero dado el coste estratosférico de los artilugios que los retrones necesitamos para movernos y estar cómodos, creo que es importante mencionar este punto explícitamente.
Todo esto es de cajón y hay varias maneras de comprender que lo es. Una de ellas es ponerse un ratito en la piel de quien necesita estas coberturas... cerrando los ojos si hace falta y pensando en todo tipo de detalles de la vida cotidiana. Otra es leerse la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, redactada por la ONU en 2006 y ratificada por el Reino de España en 2008.
No garantizar la satisfacción de estas demandas con los recursos y los mecanismos que hagan falta es sencillamente un atentado contra los derechos humanos.
No obstante, a pesar de la fuerza de los argumentos, a pesar del consenso internacional y a pesar, en definitiva, de lo vergonzosamente obvio que es todo el asunto, me temo, queridos retrones españoles, que los sucesivos gobiernos de este país en el que vivimos, visto lo visto, seguirán sin hacernos ni caso.
Seguirán esgrimiendo eso de que:
Sí, ya sé que está mal que la gente se muera esperando una cita con el especialista, que se suicide porque le quitan la casa, o que viva encerrada en una residencia toda la vida... pero es que no podemos hacer nada. Somos pobres, ¿saben?
Mientras, riéndose por lo bajo y tratándonos de idiotas, nos comentarán que esta pobreza tan atenazante que impide satisfacer los derechos humanos es de hecho perfectamente compatible con que un señor simpaticón que vive en Galicia tenga más dinero que el PIB de Serbia (y los 98 países que van detrás), con que el tesorero de uno de los dos grandes partidos tenga unos milloncejos evadidos en Suiza (bueno, él y algunos más), con que la bolsa suba mientras los salarios bajan (bueno, no todos los salarios), con que el jefe del estado viva a cuerpo de rey (nunca mejor dicho), o con montar unas olimpiadas en Madrid.
Sí, claro.
No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.
Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com