Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

A caballo con los cuatro sentidos

Paseo a caballo por Doñana

Nuria del Saz

Hoy les traigo una pequeña historia personal. A veces algo pequeño se convierte en algo grande y lo que parece sencillo, en un principio, tiene su recorrido hasta lograrse. Una ruta a caballo en familia, por la playa, para disfrutar de las sensaciones al aire libre desde otra perspectiva. A mis hijas les entusiasmaba la idea. No es algo que me hubiera planteado antes. ¿Sería posible? Una vez más, me sentía capaz. Pero… ¿me pondrían trabas? ¿Encontraría receptividad por parte de los organizadores? ¿Podríamos realizar la actividad los cuatro? Para mí es importante que mis hijas crezcan conviviendo con la discapacidad de una forma positiva, que todos podemos hacer casi cualquier cosa si pensamos cómo hacerlo. Casi siempre es posible, pero han de sumarse la voluntad de ambas partes para facilitarlo.

Presumía que no sería tan fácil como llegar a una oficina turística y apuntarnos, como hubiera hecho cualquier familia. Para empezar, tienes que advertir tu discapacidad, porque evidentemente necesitas una atención más individualizada. De hecho, tras unas cuantas idas y venidas, de intermediario a intermediario, contactamos con la responsable última que debía dar su conformidad y, tras explicar, mis necesidades, nos ofreció día y hora para realizar esa maravillosa ruta a caballo en el entorno de Doñana, en Huelva, en las condiciones óptimas de seguridad. Allá que fuimos, espoleados por la ilusión de conocer esos parajes desde una montura.

Mi caballo me pareció altísimo. Con un poco de ayuda monté a Lacasito. Era más bien lanudo. Mis hijas y mi marido habían montado unos minutos antes a sus respectivos caballos y ya daban vueltas por el cercado haciéndose con las riendas, como el resto del grupo. Mi primera impresión… extraña. Si se movía así y estábamos aún en las cuadras, ¿cómo sería el movimiento cuando el caballo realmente echara a andar por la arena? Ufff… Nuria, respira hondo y no te agobies. Todo es cuestión de acostumbrarse. Un caballo impone. Y mucho.

Pregunté todas mis dudas, que eran todas, porque lo ignoro todo acerca de los caballos. No quería cometer alguna torpeza que pudiera poner en peligro al animal y a mí misma. Deseaba disfrutar con confianza de lo que hacía, pese a ser la primera vez. Me enseñaron las órdenes básicas para ir a la izquierda, derecha, parar, etc. Nuestros guías fueron colocando a los caballos según su jerarquía ¡y nos lanzamos a la aventura!

Verdaderamente una no es consciente del respeto que impone un animal como el caballo, tan grande, hasta que no está cerca de él. Sentir su paso y su calor. La altura. La suavidad con que respondía a las órdenes. Parecía magia.

Acostumbrada al movimiento, dejándome llevar por la naturaleza, nos adentramos por el sendero que nos llevaba hasta la playa. Pendiente de mi caballo, Fernando, del equipo de Arte Andaluz. Alrededor, comprobando que el grupo discurría sin incidencias, Alejandro, quien, en todo momento, fue salpicando el paseo con comentarios sobre el entorno que nos rodeaba, lo que fue de suma utilidad para mí.

La bajada a la playa. Un momento un poco crítico; la pendiente es considerable. El cuerpo hacia atrás. Los pies bien asentados en los estribos. El caballo descendiendo y, de pronto, el mar. Las olas rugiendo a lo lejos. El sol que ya estaba bastante alto. Notaba como mi caballo tiraba hacia la izquierda. “No quiere mojarse las patas”, me dijeron. “Lacasito, pues no te las mojes, muchacho”, le dije yo palmeándole el cuello.

Fue una explosión de sensaciones, vividas con los cuatro sentidos, y con el orgullo de hacerlo disfrutando junto a los míos. La naturaleza viva de Doñana, con sus aromas atlánticos, la brisa, el sol, el zumbido de los insectos, los cascos de los caballos garabateando en la arena. Cuerpo, alma y mente plenos.

Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Etiquetas
stats