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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

La utopía del transporte

La estación de metro de Gran Vía no está adaptada para perdona con movilidad reducida

Nuria del Saz

Nuestra sociedad líquida nos tiene atribulados. Supuestamente somos más libres que nunca, pero a la vez somos muchos los que tenemos la sensación de no poder cambiar nada y vivir en la incertidumbre constante. Zygmunt Bauman describió perfectamente esta forma extraña de sociedad. Por un lado, hay instituciones, agentes, colectivos. Por otro, hay individuos que se sienten impotentes ante lo que sucede porque no pueden cambiarlo.

Más que nunca en la historia, las personas con discapacidad contamos con leyes que nos reconocen derechos pero, cuando bajas a la arena, compruebas que la persona con discapacidad sigue sufriendo discriminación a muchos niveles. En la era de las comunicaciones, el transporte público aún no es tal cosa para las personas con movilidad reducida, sobre todo para las que van en silla de ruedas. Nunca tienen la certeza de que el bus podrá llevarles. ¿Recuerdan al Langui colocándose delante de los autobuses porque no eran accesibles?

Hay cientos de Languis por toda España. A él le debemos el haber empezado a visibilizar este problema que debería sonrojar a nuestros representantes. Los que viven en el medio rural se llevan la peor parte de esta carencia en la flota de autobuses, que deberían ser universalmente accesibles.

Continuamente se nos insta a usar el transporte público, ¿pero existe transporte público accesible en los pueblos? No. Una persona que vaya en silla de ruedas lo tiene muy difícil para desplazarse en autobús desde su municipio a cualquier otra localidad. Es el caso de mi amigo Jorge. Un héroe, a su pesar. Un superviviente nato, a su pesar. Jorge usa silla de ruedas eléctrica para desplazarse y lleva meses luchando por poder ir de su pueblo -en la sierra de Cádiz- a Sevilla en autobús, como cualquier otro ciudadano.

Harto de estar recluido en su pueblo, siempre a expensas de que alguien pueda llevarle, decidió tomar las riendas, ponerse en marcha y desplazarse sin tener que depender de otros. El objetivo: trasladarse de Puerto Serrano a Sevilla.

¿Había autobuses adaptados en esa ruta? No. Después de varias averiguaciones, trasladó su problemática a la dirección de la empresa matriz que presta servicio en su zona. El mismo director respondió por escrito a su carta, asegurándole que contaría con un autobús adaptado en el horario de su conveniencia, siempre que lo solicitara con veinticuatro horas de antelación. Espléndido. Parecía ser buena solución, pero la realidad que Jorge se encontró sería muy distinta.

Las posibilidades que se le abrían con ese desplazamiento a una ciudad como Sevilla compensarían con creces el pequeño inconveniente de planificar su salida en bus con veinticuatro horas de antelación: ir al médico, al teatro, al cine, ver a viejos amigos de la universidad, la llave al AVE y, por ende, a Madrid.

Aquella primera vez funcionó, casi como un favor del responsable de tráfico de la compañía, que se ocupó de que el autobús adaptado estuviera el día y la hora acordados; pero no ha vuelto a obrarse el milagro.

Los empleados que atienden sus llamadas le aseguran que es prácticamente inviable reservar el autobús adaptado con veinticuatro horas de antelación, porque las rutas se planifican con una semana de previsión y los autobuses adaptados de la flota suelen estar en otra localidad. Pero la carta del director general dice… Sí, pero la realidad, según los trabajadores, es otra. ¿Entonces? Entonces, Jorge, se ha quedado en tierra más de una vez con planes y expectativas frustradas.

No obstante, ya digo que es un nativo superviviente: se dirigió a la consejería competente de la Junta de Andalucía, que diligentemente le ha dado la razón, reconociéndole el derecho al transporte público adaptado, según el artículo 135 del capítulo III del Decreto 293 2009 de 7 de julio, por el que se aprueba el reglamento que regula las normas para la accesibilidad en las infraestructuras, el urbanismo, la edificación y el transporte en Andalucía. 

Dice el artículo textualmente:

“Autobuses de transporte público interurbano regular permanente de viajeros y viajeras de uso general, cuyo itinerario discurra íntegramente dentro de la Comunidad Autónoma de Andalucía, en los que se disponga de diez o más vehículos, se garantizará que al menos el 15 por ciento de esos vehículos sean accesibles de acuerdo con los dispositivos técnicos establecidos en el Real Decreto 1544/2007, de 23 de noviembre. La empresa tiene la obligación de facilitar el uso de vehículo accesible al usuario siempre que lo solicite con la suficiente antelación”.

Ummm, qué bien pensado todo. Ningún cabo suelto. Así que lo único que se me ocurre es que Jorge use el folio con la respuesta de la Junta a modo de alfombra mágica y vuele sobre él a Sevilla.

Nos preguntamos de qué sirve tener reconocidos tantos derechos que son, de facto, papel mojado si nadie sanciona a quien incumple. Las administraciones destinan miles de euros en accesibilidad para el transporte, pero ¿a dónde van a parar tales recursos si al final no se ponen al servicio de los usuarios que los necesitan?

¿Dónde están las asociaciones de personas con discapacidad que no visibilizan esta problemática tan esencial para el desarrollo personal?

Varias conclusiones

1ª Ser persona con discapacidad sale muy caro.

2ª Lo que se consigue al reclamar ante las administraciones es solo que se nos reconozca el derecho.

3ª Cualquier paso hacia la independencia que te plantees será una lucha sin tregua.

4ª Incumplir las normas de accesibilidad no tiene consecuencias.

5ª Búscate la vida para llevar una vida digna.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

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