La ciencia en 2025: un año bajo la sombra del fraude, la inteligencia artificial y los asteroides alienígenas
El año 2025 no ha sido bueno para la ciencia ni para los científicos, que han vivido los efectos de una guerra anticientífica protagonizada por la administración Trump. Sin embargo, y a pesar de que los efectos de este ataque han tenido resonancia global, el sistema de investigación demostró su capacidad de resiliencia y nos ofreció algunos avances espectaculares, salpicados con algunas exageraciones y alarmismos propios de la era del ‘hype’ en la que vivimos.
El año comenzó, sin ir más lejos, con el anuncio de que el asteroide 2024 YR4, de unos 50 metros de diámetro, se dirigía en rumbo de colisión contra la Tierra en el año 2032, aunque la historia se desinfló al cabo de unos días, cuando se pudieron hacer los cálculos de la órbita con mayor precisión. Como resumen del espíritu de la época, muchas personas lamentaron en redes sociales que el meteorito vaya a pasar de largo.
Los cuerpos celestes siguieron siendo protagonistas cuando a principios de septiembre telescopios de todo el mundo detectaron la llegada de un nuevo visitante de fuera del sistema solar, el cometa interestelar 3i/ATLAS, que ha dado lugar a todo tipo de titulares fantasiosos e injustificados sobre la vida extraterrestre. La figura del físico de Harvard Avi Loeb fue de nuevo el foco de atención, y sus afirmaciones poco rigurosas tuvieron que ser desmentidas por la propia NASA en una comparecencia pública.
La sombra del fraude
En el mes de abril también nos movimos bajo la sombra del fraude, cuando la empresa biotecnológica Colossal Biosciences anunció al mundo que había “desextinguido” al lobo gigante (Aenocyon dirus) y nos presentó a Rómulo, Remo y Khaleesi, tres lobos creados mediante edición genética a partir de ADN hallado en fósiles. La propia compañía tuvo que admitir más tarde que se trataba de un fiasco.
En inteligencia artificial, aunque los modelos extensos de lenguaje (LLM) están acelerando silenciosamente el descubrimiento científico y ayudando a descubrir nuevas moléculas candidatas a fármacos, varios estudios han mostrado cómo la IA está contribuyendo a aumentar el problema del fraude científico e inundando la literatura académica con trabajos triviales, deficientes y carentes de sentido.
En España, se cierra el año dispando la sospecha de que el brote de peste porcina en Cataluña se pudo deber a la fuga en el laboratorio del IRTA-CReSA. Todo ello en un año en el que, tras el cierre en falso de la crisis del CNIO, con la salida de la directora científica, Maria Blasco, y el director gerente, Juan Arroyo, el centro volvió a saltar a los titulares por la denuncia de un ex alto cargo ante la Fiscalía Anticorrupción. Una denuncia que conocían desde el ministerio de Diana Morant y de la que no informaron al patronato, y que ha tenido consecuencias catastróficas para la reputación del centro y de la imagen de nuestra ciencia en general.
Ladrones de estrellas
En el ámbito de la exploración del universo hubo algunos hitos memorables, como el descubrimiento del primer exoplaneta por el telescopio espacial James Webb (JWST) o la obtención por parte de la sonda Solar Orbiter de las primeras imágenes de los polos del Sol. También fue el año en que supimos que las muestras del asteroide Bennu traídas a la Tierra contienen algunos de los ingredientes básicos de la vida, en que Saturno sumó 128 nuevas lunas o en que captamos por primera vez in fraganti los instantes iniciales del estallido de una supernova.
En la parte más crítica, las grandes compañías aeroespaciales siguieron fomentando los viajes de turismo espacial, con consecuencias negativas para la atmósfera que tratan de camuflar, y continuó la invasión del cielo nocturno de constelaciones de satélites como Starlink, que también amenazan las observaciones de los telescopios espaciales.
En España, un juez tumbó la última vía legal para que el meteorito más importante de España regrese al Museo de Ciencias Naturales, desoyendo la reclamación de los nietos de su descubridor. En el lado de las buenas noticias, se multiplicaron las posibilidades de que La Palma acoja finalmente las instalaciones del Telescopio de Treinta Metros (TMT) que se iba a construir en Hawái, gracias al tijeretazo de Trump a los presupuestos para ciencia.
Un bebé milagro
Las mejores noticias científicas llegaron del mundo de la biotecnología. La revista Nature ha elegido entre los 10 personajes destacados en ciencia en 2025 a un bebé. Se trata de KJ Muldoon, un niño nacido en 2024 con una enfermedad genética ultra rara, que se convirtió en la primera persona en recibir un tratamiento de edición genética CRISPR totalmente personalizado, diseñado para corregir un único error en su ADN.
En 2025 se anunció otro gran avance en la inmunoterapia contra el cáncer, al conseguir generar células CAR-T con una inyección, sin tener que entrenarlas fuera del cuerpo, lo que abre la puerta a un tratamiento más sencillo y universal contra algunos tipos de tumores. Y se aplicó por primera vez una terapia génica a pacientes con la devastadora enfermedad de Huntington: en un pequeño ensayo clínico a 29 pacientes en el Reino Unido y Estados Unidos se comprobó que la progresión de la devastadora enfermedad se ralentizó en un 75%.
También fue el año de los primeros ensayos clínicos con xenotrasplantes en humanos con órganos de cerdo, que incluyó por primera vez trasplantes de pulmón y de hígado, y hubo noticias de gran alcance en neurociencia, con el descubrimiento de la relación cada vez más clara del herpes zóster con algunas demencias como el alzhéimer. Asimismo, 2025 fue el año en que se documentaron las edades del desarrollo del cerebro y se desarrollaron tecnologías para leer el pensamiento, con implicaciones esperanzadoras para los pacientes paralizados, e inquietantes para la privacidad de nuestra actividad mental.
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