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Los “ecos” de la COVID en la salud mental de las mujeres

La salud mental tiene un sesgo de género que se ha demostrado con la pandemia.

África Gelardo Arrebola

4 de septiembre de 2021 22:54 h

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Sandra, nombre ficticio de una joven de 24 años, sufre de ansiedad, un trastorno que se ha agravado por la crisis del coronavirus. En abril intentó ir al psicólogo de la Seguridad Social, donde le ofrecieron cita para varios meses después: “No le dieron la importancia necesaria, la médica de cabecera me llamó y me dijo que así estaba media España”. Ha tenido que acudir a un psicólogo privado para poder gestionar sus problemas mentales.

Después de casi un año y medio de la pandemia por la COVID-19 en España se puede decir que la crisis epidemiológica destapó otra crisis diferente, oculta y silenciada durante años por el estigma: la de la salud mental. Pero en los últimos meses se han sucedido episodios que han colocado los problemas psicológicos en la esfera pública. Desde el “vete al médico” que dedicó un diputado del PP al portavoz de Más País en el Congreso, Íñigo Errejón, en su intervención sobre esta alerta sanitaria, hasta la retirada de los Juegos Olímpicos de la gimnasta Simone Biles alegando que es “más importante la salud mental que el deporte”.

La coordinadora del Máster en Estudios de Género de la Universidad Complutense de Madrid, Marta Evelia Aparicio, explica que los roles de género juegan un importante papel en la salud mental: “Las mujeres suelen encargarse de la gestión familiar, que incluye no solo la organización y ejecución de las tareas domésticas, sino también la gestión emocional de la familia”. También son ellas las encargadas de tareas que “son menos visibles y gratificantes que las que realizan los hombres. Por ejemplo, la limpieza del hogar”, sigue la experta. “El poco valor social que se le da a estas tareas no permite que las mujeres eleven su autoestima”, algo que se vio acrecentado en los meses de confinamiento: ellas se ocupaban de ese trabajo doméstico y emocional, pero también en muchos casos tenían que trabajar o teletrabajar, así que “durmieron menos, descansaron peor y por eso tuvieron más desgaste psicológico”, indica Aparicio.

Más síntomas ansiosos y depresivos al inicio del confinamiento

Diferentes estudios han medido el impacto que ha tenido la situación epidemiológica en la estabilidad emocional de las personas. Un ejemplo es el artículo publicado recientemente en la revista Frontiers in Psychology, elaborado por investigadores de las universidades de Loyola, Málaga y Córdoba. El trabajo concluye que los problemas psicológicos durante el confinamiento no afectaron igual a hombres y mujeres. Ellas fueron las más perjudicadas al inicio de la cuarentena, según explica una de las autoras, la doctora en Psicología Davinia Resurrección: “El resto de la literatura mundial de COVID había señalado también que las mujeres sufríamos más síntomas psicológicos asociados en la pandemia. En el primer corte [el inicio de la pandemia] las mujeres reportábamos estar peor, teníamos más síntomas ansiosos, depresivos y síntomas relacionados con trastorno de estrés postraumático en comparación con los hombres”, relata la investigadora.

Sin embargo, el documento también refleja que, con el paso del tiempo y a lo largo de los meses pandémicos, las mujeres se situaron en términos de salud mental en el mismo lugar que los hombres. Resurrección señala que “la mujer ha tenido sus medios para que, aun estando peor en un inicio, llegue a recuperarse con las mismas variables ambientales”. Los motivos pueden ser diversos: en primer lugar, porque ellas “a nivel social están mucho más acostumbradas a poder expresar emociones”. También porque, en general y ya antes de la COVID-19, “la prevalencia de sintomatología depresiva en la mujer es dos veces mayor que en el hombre”. Asimismo, el hecho de que ellas reconozcan y expresen más sus emociones hace que también las regulen y gestionen de una mejor forma.

En la misma línea, la doctora y profesora adjunta de Psicología de la Universidad Europea Sara Esteban explica que “a nivel basal” las personas de género femenino “reportan peores datos de salud mental, como ansiedad, depresión o estrés”. Es decir, incluso sin pandemia, las mujeres por lo general reportan más problemas psicológicos, no solo en España sino “también en diferentes culturas y países”, apunta la experta, con lo que es cierto que expresan más sus emociones, “pero también hay factores subyacentes”, como el partir de una situación psicológica peor. Esto hace que se conviertan en un “grupo poblacional vulnerable” y de riesgo por diferentes factores, como “un incremento de las responsabilidades familiares”, pero sin el apoyo social que podían tener antes de la pandemia.

“Sentía agonía todo el día”

Noelia, de 32 años, tuvo que pasar el posparto durante el confinamiento. “Mi experiencia se resume en la palabra 'agonía'. Sentía agonía todo el día. Y culpabilidad porque había traído a mi hija a un mundo en el que estábamos viviendo una pandemia”, relata esta mujer. Según Esteban, lo que cuenta Noelia fue común a otras madres que tuvieron que sobrellevar no solo las consecuencias biológicas y psicológicas del posparto, sino también las de la situación epidemiológica. “Están pasando por todo esto ellas solas, siendo una etapa especialmente difícil para ellas”, agrega la doctora.

Noelia también cuenta que sentía que la trataban como una exagerada por tener ansiedad después del confinamiento: “Me sentía mal porque no sabía cómo actuar con mi hija fuera de mi casa. Me costó mucho volver a poder irme a un parque o a tomar un refresco”, relata. En este sentido, Esteban apunta a un “confinamiento autoimpuesto” de estas madres que, para proteger a su hijo y por el miedo al contagio, pueden aislarse, algo que empeora la “condición natural de riesgo” del periodo perinatal. “Es una bomba de relojería para su bienestar psíquico”, asegura la psicóloga. Ahora, con la 'nueva normalidad' sigue experimentando esas emociones: “Son ecos que han quedado en mí. Ahora mismo todo me supera, no tengo capacidad de reacción y siempre estoy bloqueada”, cuenta.

La repercusión psicológica de los meses de pandemia en las mujeres ayudó a poner de manifiesto las carencias sanitarias públicas en cuanto a salud mental. Como destaca la doctora Marta Evelia Aparicio, “la psicología en el ámbito sanitario público está muy minimizada y si quieres acudir a un profesional de la psicología tienes que esperar mucho tiempo porque hay una gran lista de espera y pocos profesionales disponibles”. Esto dificulta el acceso a ayuda a personas como María José, de 53 años, a quien diagnosticaron un trastorno ansioso-depresivo en la pandemia: “Casi no he tenido trato con psicólogos de la Seguridad Social”, apunta. Ella ha estado “seis meses cambiando de medicación”, pero ha tenido que lidiar ella sola con su trastorno y la sensación de aislamiento. Su caso no es el único. Begoña también toma medicación para la depresión y la ansiedad, patologías que se vieron agravadas tras pasar la COVID-19. “Intenté buscar un psicólogo por la Seguridad Social, pero me dijeron que no había, así que tuve que ir por lo privado”. La joven afirma que en la sanidad pública le recetaron “vitamina D” y le dijeron que “ya se le pasaría”.

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