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El plan de la Universidad Carlos III de Madrid de pasarse a un sistema semipresencial revuelve a estudiantes y profesores

Campus de Getafe de la Universidad Carlos III / UC3M

Daniel Sánchez Caballero

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La Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) quiere pasarse a la semipresencialidad. Aprovechando la instauración de esta modalidad docente y la digitalización implantada para continuar con las clases durante la pandemia de COVID-19, la institución ha elaborado un plan, llamado Hyflex, por el que entre el 20% y el 30% de la docencia se impartiría de manera online (siempre por debajo del 40% que el Ministerio de Universidades fija como límite en el que se considera que una enseñanza deja de ser presencial).

La propuesta no ha caído bien entre el alumnado, que denuncia la pérdida de calidad que supondría y critican el oscurantismo con que se ha presentado el plan, en plena época de exámenes y cuando varios están renovando su dirección y los estudiantes su representación institucional. La propia universidad cuenta con esta oposición en su propuesta al dejar negro sobre blanco que “es previsible” que los estudiantes hagan “presión por tener docencia presencial”. No se equivocan, según las fuentes consultadas. También algunos profesores se oponen, y añaden a estos argumentos la precarización docente y la finalidad económica de la medida, que conllevaría juntar grupos en determinados momentos y por tanto una pérdida de horas docentes que acabarán pagando, explican, los profesores con contratos más precarios o temporales.

El documento enviado por el rectorado a algunos departamentos, firmado por la vicerrectora de Estudios, Isabel Gutiérrez, plantea la posibilidad de arrancar con esta modalidad docente ya desde el próximo curso, según adelantó el diario El Salto. El documento especula con distintos escenarios de cara al curso 2021-2022, y en el caso de que la situación sanitaria sea de una “inmunidad de grupo suficiente” (que las previsiones ven como factible de cara al próximo septiembre si la vacunación evoluciona como se espera) proponen dos opciones: volver a la situación habitual prepandemia o realizar un “ajuste del modelo docente”, esto es, implantar su plan Hyflex.

La propuesta pasa, básicamente, por transformar a la modalidad online las clases magistrales, mientras se mantiene la docencia presencial en los llamados “grupos reducidos” que tiene la UC3M. Según explican fuentes del centro, esta universidad reparte la docencia de las materias entre clases magistrales masivas y otras prácticas con grupos pequeños. Durante la pandemia, la UC3M juntó las clases magistrales de asignaturas que varios grados tuvieran en común y las pasó a la modalidad a distancia, mientras desdobló los grupos reducidos presenciales para cumplir con las exigencias de distanciamiento y seguridad por el coronavirus. Hyflex propone, grosso modo, mantener este modelo, con clases magistrales de hasta 240 estudiantes y grupos reducidos de hasta 35, según especula el documento, e incluso algunas asignaturas 100% online.

Las delegaciones de estudiantes de varias facultades han mostrado su rechazo a la medida. “La calidad docente [del modelo semipresencial] no es comparable con la de la presencialidad”, escriben desde la Delegación de Humanidades, Comunicación y Documentación. “Durante estos tiempos de pandemia hemos visto como en las sesiones online el aprendizaje es mucho menos activo que en su formato presencial, y en muchas ocasiones las estudiantes tienen que pelearse con sus compañeras para hacer una intervención que cuenta para nota”, añaden desde Delegación Crítica. “La mayoría de estudiantes a las que hemos preguntado están en contra”, asegura un portavoz de esta asociación.

Menos clases, menos profesores

¿La precariedad que denuncian los docentes, dónde está? Para esto hay que desgranar el sistema de clases del centro, explican fuentes universitarias. Hasta ahora (al menos hasta antes de la pandemia) un profesor llenaba sus horas lectivas anuales (en forma de créditos ECTS) con la suma de sus clases magistrales (habitualmente una) y los grupos reducidos (uno o varios). Por ejemplo, un docente de Teoría del Delito podía impartir esta clase en varios grados distintos que la tengan en común, bajo la fórmula de tres ECTS por cada clase magistral más tres por grupo reducido. Así, a razón de seis ECTS por materia y grado, con cuatro grados llenaba sus 24 créditos ECTS anuales. Con la pandemia se juntaron las clases magistrales, con lo que perdió créditos por esta parte, pero los ganó aumentando su carga con los grupos reducidos. Unos por otros, la suma sigue saliendo.

Si Hyflex sale adelante, aventuran las fuentes, continúa la concentración de las magistrales, de manera que este profesor del ejemplo solo contará con 3 ETCS, pero se recuperan los grupos reducidos como antes de la pandemia. Sumando, el docente de Teoría del delito se quedaría con 15 créditos (tres de la clase magistral conjunta, 12 de los cuatro grupos reducidos). Pero tiene que llegar a los 24. “Obviamente, si los titulares o permanentes se quedan con créditos por cubrir, impartirán otras asignatras desplazando (despidiendo) a aquellos profesores con contratos temporales o más precarios”, sostiene.

De fondo, los que se oponen a Hyflex recuerdan otro factor: el económico. Las universidades en general, y la UC3M no es una excepción, atraviesan grandes problemas financieros desde que en la anterior crisis se recortó su financiación, recorte del que aún se están recuperando. Y en breve pueden tener que afrontar un gasto con el que no contaban: el Tribunal Supremo sentenció la semana pasada que los profesores temporales (Profesores Ayudantes Doctores, Visitantes, Ayudantes y Asociados) tienen el mismo derecho que sus compañeros permanentes a solicitar quinquenios docentes (un pequeño complemento económico de unos 130 euros mensuales, según la categoría, que se otorga por cada cinco años de docencia y que hasta ahora estaba reservados a los fijos). Y el mismo TS tiene pendiente otro caso, casi calcado, referente a los sexenios de investigación que apunta a resolverse en el mismo sentido.

En ambos juicios, además, el Supremo responde a un recurso de las seis universidades públicas madrileñas, que se opusieron a estos pagos. Este problema puede afectar de manera especial a la UC3M, que tiene casi un 75% de su plantilla con contratos temporales. Aunque no todos optarán a un quinquenio o un sexenio (por ejemplo, hay mucho personal en formación que no ha tenido ni tiempo de cumplir el plazo mínimo para optar a ellos) el desembolso imprevisto a medio plazo puede ser importante. El portavoz de la Delegación Crítica añade otro factor en esta línea: “Es mucho más barato impartir una clase online a estudiantes de varios cursos que tenerlos en cinco aulas con cinco profesores”.

Además, la propuesta destaca entre las implicaciones del plan la “flexibilidad” que introduce y que se “facilita la contratación de profesor asociado”, una figura pensada en el ordenamiento universitario para cumplir un rol muy específico (profesionales ajenos a la academia que puntualmente y como complemento a su trabajo enseñan su experiencia profesional en determinadas circunstancias) pero que las universidades han utilizado como mano de obra barata por las restricciones a la contratación derivadas de la anterior crisis. La UC3M, en concreto, tiene 731 profesores asociados sobre un total de 2.081, casi uno de cada tres.

La UC3M defiende en el documento de propuesta, un pdf de 22 páginas, que la idea es “mejorar la calidad de las enseñanzas, fomentando y reforzando el aprendizaje activo”, “acercar la universidad al perfil de los nuevos estudiantes, más digitales y que valoran la flexibilidad” (esto después de prever que se opondrán al plan), aprovechar la inversión tecnológica realizada“ y ”mejorar la captación de estudiantes“ adelantándose a otras universidades que, auguran, volverán al modelo presencial clásico.

Este periódico ha preguntado a la universidad por este plan, pero no ha obtenido respuesta.

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