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Una mujer maltratada pide que se obligue a su agresor a vivir “con escolta”

Una mujer maltratada pide que se obligue a su agresor a vivir "con escolta"

EFE

Bilbao —

Ziortza Linares, una bilbaína de 39 años que durante 21 ha sido maltratada, ha asegurado que teme por su seguridad y la de sus tres hijos y ha dicho que sólo si el padre de sus niños fuera obligado a vivir “con escolta”, bajo vigilancia permanente, se garantizaría la integridad física de su familia.

En una entrevista con Efe, esta vizcaína ha mostrado su impotencia al ver cómo el hombre que aún es su marido ha venido vulnerando en “numerosas” ocasiones la prohibición de acercarse a ella a menos de 500 metros que le fue impuesta en 2015.

Tras estas infracciones, el agresor fue condenado el pasado mes de julio a portar de forma permanente una pulsera con localizador y un segundo dispositivo con GPS, un sistema de aviso que en ocasiones falla por cuestiones tan sencillas como problemas de cobertura o una batería agotada.

“Hay que confiar en que él cumpla con su obligación de no separase de su dispositivo, tenerlo cargado.... Cuando por alguna razón no puede ser localizado, la Policía me llama y, si estoy en casa, no puedo salir; y si estoy fuera, me acompaña una patrulla”, explica.

“Al final, la víctima, que en principio era yo, paso a ser de cara a la sociedad un poco la infractora, porque al final la que va por la calle acompañada por una patrulla uniformada soy yo”, se duele.

Según relata, desde que denunció a su agresor, su marido la ha perseguido por la calle con su coche, la ha amenazado de muerte en varias ocasiones y despertado de madrugada aporreando el timbre de su puerta para atemorizarla.

En una situación de amenaza que ha sido calificada por la Policía como de “riesgo alto”, Ziortza es consciente de que “el siguiente paso” que prevé para un caso como el suyo el actual sistema de protección es la asignación de un escolta que la acompañe las 24 horas del día.

“¿Un escolta? Sí, pero para él. Si él está controlado las 24 horas, yo podría hacer mi vida sin necesidad de llamar a ningún sitio para indicar si voy a trabajar, a la 'ikastola' de mis hijos, al pediatra... Yo no tengo que dar cuentas a nadie de mi vida, no soy una delincuente”, defiende.

“Yo no quiero ser un número. No quiero ser ni víctima 30, ni 47, ni 80. Si este señor en algún momento me hace algo, lo que sí pido es que haya responsabilidades penales, pero no sólo para él, sino morales, subsidiarias”, reclama.

En cualquier caso, esta mujer teme también por la vida de sus hijos, que tienen entre 3 y 10 años de edad, sobre todo si pasan tiempo a solas con su padre.

“Llegamos a un acuerdo para que él estuviera con los niños domingos alternos y me pasara una pensión. Pero desde diciembre de 2015 sólo les ha recogido cuatro domingos y me ha pasado un mes de pensión no íntegra”, destaca.

“¿Y quién me dice a mí que no hará nada a sus hijos? Una persona condenada por maltrato, sea hombre o mujer, no debería estar con sus hijos sin vigilancia, hasta que se demuestre que es una persona asentada, equilibrada, integrada en la sociedad”, mantiene.

Durante las dos décadas de convivencia con su marido, Ziortza no sufrió agresiones físicas graves, aunque sí fue víctima de insultos, amenazas y otros tratos vejatorios como balonazos, empujones y escupitajos.

“Me fue quitando mis libertades, mi opinión, mi forma de vida, alejándome de mi familia... Me fue anulando poco a poco. Al principio, todo fue muy sutil, de manera que fui acostumbrándome a ese trato”, cuenta esta mujer, que ha visto cómo un hogar marcado por el maltrato hacía también mella en sus hijos.

“Un día después de comer, mi hijo de cinco años me dijo: 'Recoge esto, que es para lo que estás'. A un niño de cinco años eso no le sale. En ese momento te sientes fracasadísima como mujer y como madre”, apunta.

Esta mujer ha llegado incluso a lamentar haberse atrevido a denunciar a su agresor. “Después de lo que estoy pasando, pienso que, si no lo hubiera denunciado y siguiera con él, tendría incluso algún día bueno”, mantiene.

“Ahora tengo días buenos, pero siempre que estoy acompañada. Al final tengo mi vida modificada y la de todo mi entorno, que se ha acostumbrado al GPS pitando, a las patrullas viniendo, a que tengan que acompañarme al garaje... No se puede vivir así”, subraya.

Ziortza echa en falta un menor gasto en publicidad por parte de las instituciones y más recursos reales de apoyo a las mujeres maltratadas y formación de jueces, asistentas sociales, psicólogos y otros profesionales implicados en su atención.

“He tenido que oír que no doy el perfil de mujer maltratada. Es vergonzoso. Qué perfil tiene una mujer maltratada?”, se pregunta.

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