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La natalidad se desploma pero los nacimientos por reproducción asistida crecen: ya son uno de cada diez

in vitro

Ana Requena Aguilar

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La natalidad se desploma en España: 2021 fue el año en el que menos nacimientos se registraron desde que existen cifras oficiales, un hito dentro de una tendencia que lleva años fraguándose. Sin embargo, en el mismo periodo, los nacimientos fruto de tratamientos de reproducción asistida crecen: ya representan uno de cada diez nuevos bebés. Si ahora estos nacimientos suponen el 11% del total, seis años atrás esa cifra era del 8%, según estimaciones hechas a partir de los datos de la Sociedad Española de Fertilidad. Las expertas resumen el porqué de estas tendencias contrapuestas que, sin embargo, se complementan: la precariedad económica y laboral está detrás de un retraso de la maternidad que hace que muchas mujeres tengan que recurrir a estas técnicas en un país con una legislación especialmente permisiva.

España es el país europeo en el que la edad media para convertirse en madre es más elevada de Europa, por encima de los 35 años. “Esto explica que cada vez sean más frecuentes las consultas clínicas por deseo de gestación más allá de los 40 años”, apunta la socióloga Ana María Rivas. Un retraso en el que tienen mucho que ver las condiciones laborales y económicas, pero también otros factores. Y que hace que, cuando llega el momento de la maternidad, muchas mujeres y hombres se encuentren con problemas de fertilidad.



“Entre los factores que inciden en este retraso están, por un lado, las condiciones laborales de un mercado de trabajo desregulado y competitivo que perjudica particularmente a las mujeres; en segundo lugar las condiciones familiares, entre las que destaca la distribución generizada de las tareas domésticas y de cuidados, que sigue mostrando una desigualdad notable que afecta más a las mujeres que a los hombres y que se acentúa con la llegada de los hijos y, por último, la ausencia de políticas públicas que contribuyan a la conciliación real de la vida personal, familiar y laboral”, explica.

¿A quién beneficia este escenario? A las clínicas, “las empresas privadas que copan el mercado español de la reproducción asistida, lo que genera a su vez desigualdad reproductiva entre quienes pueden pagarse los tratamientos y quienes no pueden pagárselos”.

La espera se alarga

Evgenya Borisova es investigadora del Centre d’Estudis Demogràfics. Constata que la decisión de tener hijos suele postergarse hasta tener una “mejor posición”, algo que puede retrasarse fácilmente hasta los 35 años o más, “entre carrera, posgrados, trabajos, emancipación, acceso a la vivienda...”. “Mientras eso sucede, baja la fertilidad y sube la tasa de abortos espontáneos. Las técnicas de reproducción asistida permiten a las mujeres acceder al embarazo, aunque en ese acceso hay ciertos condicionantes”, afirma. Para acudir a tratamientos en la sanidad pública la mayoría de comunidades autónomas fijan un límite de 40 años en las mujeres y de 55 en los hombres. Además, la baja reserva ovárica o haber recibido varios tratamientos sin éxito hacen que esas pacientes sean excluidas de los tratamientos públicos.



“Las listas de espera suelen ser largas y pueden pasar varios años, así que si una mujer ya tiene 37 años y tiene que esperar pues quizá prefiera ir a una clínica y hacerlo ya”, agrega Borisova. La experta señala que la legislación española es una de las más permisivas del entorno, “se permiten muchísimos tratamientos, solo está prohibida la clonación y la gestación subrogada”, por lo que el porcentaje de bebés que nacen por reproducción asistida es aquí mayor que en otros países donde prácticas como la donación de óvulos está o bien prohibida o bien restringida, como Francia o Italia.

Esa legislación y la buena fama de las clínicas españolas hacen que muchas mujeres de otros países vengan a España a hacerse los tratamientos. Teniendo en cuenta todos los tratamientos hechos, también a quienes vienen de fuera, el número de bebés nacidos por reproducción asistida practicada en nuestro país en 2021 creció un 33% respecto a 2020 (un año con resultados afectados por la pandemia) y un 8,5% respecto a 2019. Si restamos los tratamientos hechos a mujeres extranjeras que luego dieron a luz en otros países, ese crecimiento es de aproximadamente un 11% entre 2015 y 2021.

Las expertas aportan dos factores más que contribuyen a consolidar la reproducción asistida en nuestro país. La “disociación entre sexualidad y procreación” que han posibilitado las técnicas de reproducción asistida y que, afirma Rivas, permiten formar una familia a personas solas, a parejas coparentales que no tienen relaciones afectivas y a parejas homosexuales. También, dice Borisova, la aceptación de estas técnicas es generalizada en España: “No está mal visto socialmente, la gente no mira raro ni juzga”.

La ciencia responde a un problema social

La demógrafa y profesora de Sociología de la UNED Marta Seiz afirma que las encuestas indican que, en general, se están teniendo los hijos más tarde de lo que se desea, pero que es posible que también exista “una cierta percepción social de que en realidad hay tiempo para retrasar la decisión, dado que se ven cada vez más embarazos y nacimientos a edades relativamente avanzadas en términos reproductivos”, muchos de los cuales son, precisamente, el resultado de tratamientos de reproducción asistida, “pero no siempre hay conciencia de este hecho”.



“Además, hay que tener en cuenta que el llamado envejecimiento reproductivo también afecta a los hombres y esto, a su vez, a las probabilidades de concebir, de llevar un embarazo a término o de tener un recién nacido sano/vivo. Se habla menos de ello, ya que las limitaciones temporales para la reproducción son más evidentes en el caso de las mujeres, pero lo cierto es que la edad paterna también incide en las probabilidades de tener que recurrir a tratamientos de reproducción asistida”, dice Seiz, que insiste en el sesgo económico que existe a la hora de acceder a ellos. Por un lado, porque son las mujeres con mayor nivel educativo y recursos las que tienden a retrasar más la maternidad; por otro, porque tienen más capacidad económica para afrontar los costes que suponen estos tratamientos.

“Si históricamente los hijos eran el capital de los pobres, actualmente tener hijos se está convirtiendo en un privilegio, sólo hay que comparar los salarios españoles con los precios de los tratamientos en las clínicas privadas. La ciencia no puede dar respuesta a estas situaciones derivadas de un sistema injusto e inequitativo entre clases y géneros, que requiere de transformaciones sociales, políticas y económicas”, concluye la socióloga Ana María Rivas.

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