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'Sola, borracha, quiero llegar a casa' o cómo el alcohol se utiliza para abusar sexualmente de las mujeres (y nos parece normal)

Manifestación feminista contra la sentencia de 'la manada' en Santander.

Ana Requena Aguilar

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'Sola, borracha, quiero llegar a casa'. El lema fue uno de los más repetidos por las miles de mujeres que acudieron a las manifestaciones de apoyo a la superviviente de la violación múltiple de 'la manada' y puede escucharse en cualquier 8M. La premisa es esta: las mujeres queremos llegar sanas y salvas a nuestras casas, sin que ningún hombre se crea con el derecho de increparnos, seguirnos, agredirnos, tocarnos. Tampoco si hay alcohol de por medio. Llegar sola y borracha a casa es el grito contra esa idea tan asumida de que emborrachar a una mujer o aprovechar que está borracha para abordarla sexualmente es una estrategia legítima.

Es justo la idea que el streamer El Xokas, seguido por cerca de un millón de personas, soltó sin complejos en una de sus últimas retransmisiones en directo. El Xokas contaba cómo, cuando salían, sus amigos se mantenían sobrios y se acercaban a chicas bebidas para ligar y “llevarse a pibas que estaban colocadas”. “Una tía que generalmente te vería como un cuatro te ve como un siete porque está colocada. Entonces es mucho más fácil. Tú encima estás sereno, mides perfectamente tus palabras... ¡Chupado! (...) Él bebía unos zumitos y a tomar por el culo. Salía con nosotros y se iba con una piba siempre. Un crack, un fuera de serie, la verdad. A río revuelto, ganancia de pescadores. Cada uno que utilice la técnica que le salga de los cojones, me parece de puta madre”, decía a modo de chascarrillo en unas declaraciones que se volvieron virales este martes.

“Es esa idea de salir a cazar”, resume Mariti Pereira, portavoz de la Federación de Asociaciones de Asistencia a Víctimas de Violencia Sexual y de Género (Famuvi). Una idea de caza en la que el estereotipo marca a los hombres como depredadores insaciables dispuestos a utilizar cualquier táctica y a las mujeres como objetos que deben tener cuidado. “La mujer se concibe como un mero objeto que se manipula como se quiere y si está bebida pues mejor porque es más fácil manipularla. Es una estrategia muy asumida desde hace muchísimo tiempo”, continúa.

La anécdota de El Xokas, las estrategias de sus amigos y la aprobación del resto, y lo extendido de ese 'invitar a copas' para intentar conseguir sexo o aprovecharse de que una mujer va borracha o drogada son parte de la llamada cultura de la violación. “Este caso ejemplifica muy bien el entramado de esta cultura de la violación. Es un conjunto de pensamientos, creencias y actitudes que fomentan y justifican la violencia sexual masculina contra las mujeres”, explica la experta en violencia sexual Bárbara Tardón. Si esta cultura se mantiene y perpetúa es precisamente porque, como en este caso, muchos de estos comportamientos están normalizados y pasan incluso desapercibidos.

La objetivación de los cuerpos de las mujeres, usar un lenguaje misógino, la ridiculización de la violencia y su gravedad o la erotización de la propia agresión son factores que sostienen esta cultura de la violación y que también están presentes en esta ocasión. “Y un elemento central y que aparece en este caso es la denostación y la falta de empatía hacia las mujeres. Yo hablo de una deshumanización de las mujeres entendidas como objetos de uso para satisfacer el poder y el placer sexual”, añade Tardón.

Culpa

La experiencia de expertas y asociaciones permite saber que, además, cuando una mujer ha sufrido algún abuso o agresión y ella había bebido o se había drogado voluntariamente, aparece la culpa con aún más fuerza. “La culpa aumenta, lo veo desde mi trabajo cotidiano con víctimas. Mucha gente todavía va a cuestionar que si estaba bebida quizá se merecía lo que le pasó, está la carga de culpa porque se sigue sosteniendo esa idea de que nosotras hemos favorecido esa situación”, dice Mariti Pereira. Hasta tal punto llega la culpa que en la mayor parte de ocasiones las mujeres no ponen denuncias, asegura, porque se consideran responsables de lo que les ha sucedido “y acaban encerrándose en casa entre cuatro paredes”.

“El alcohol ha sido siempre la excusa perfecta para la impunidad de los agresores y para responsabilizar a las mujeres de la agresión sexual”, explica la experta Bárbara Tardón. Y recuerda: “El responsable nunca es el alcohol sino, siempre, el agresor que decide cometer ese hecho”.

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