Este es el edificio más alto de Andalucía y que estuvo a punto de hacer que Sevilla perdiera su estatus como Patrimonio Mundial

Un rascacielos redefine el horizonte con una propuesta de uso mixto y diseño singular

Héctor Farrés

13 de agosto de 2025 14:41 h

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Bajo el perfil urbano de Sevilla, la Giralda se mantuvo durante siglos como referencia dominante, visible desde múltiples puntos de la ciudad y convertida en símbolo arquitectónico y cultural. Su altura no solo definía la imagen del casco histórico, sino que imponía un límite tácito a cualquier proyecto que aspirara a destacar en vertical.

Esa presencia inalterada, reforzada por una tradición urbanística prudente en materia de altura, comenzó a verse cuestionada con iniciativas que buscaban una arquitectura más ambiciosa. En ese contexto surgió un debate que enfrentó dos formas de entender la ciudad y que acabaría concretándose en la construcción de un rascacielos que rompió ese techo simbólico.

Un rascacielos diseñado para transformar la isla de la Cartuja y atraer inversión

La Torre Sevilla, con sus 180,5 metros de altura, se erige como el edificio más alto de Andalucía y fue concebida para albergar oficinas, un hotel y un centro comercial en su base. El diseño, obra del arquitecto argentino César Pelli, adoptó una planta elíptica revestida con vidrio y lamas de aluminio en tono terracota, sustituyendo el planteamiento inicial que preveía cerámica.

Su estructura se distribuye en 37 plantas sobre rasante y tres subterráneas, apoyadas en un complejo que incluye más de 3.000 plazas de aparcamiento y zonas ajardinadas sobre las cubiertas. La certificación medioambiental Leed Gold avala su eficiencia energética, apoyada en elementos como parasoles exteriores y paneles fotovoltaicos en la parte superior.

Con más de 180 metros, la Torre Sevilla se levantó con oficinas, hotel y centro comercial

El proyecto comenzó a materializarse en 2007 con la colocación de la primera piedra, aunque su gestación se remonta a finales del siglo XX, cuando se buscaba revitalizar la zona sur de la isla de la Cartuja.

Tras varios intentos fallidos con inversores internacionales, la iniciativa fue asumida por la sociedad Puerto Triana, entonces controlada por Cajasol y más tarde por CaixaBank. El concurso internacional de ideas convocado en 2006 atrajo a reconocidos estudios de arquitectura, y la propuesta de Pelli fue la seleccionada.

La fase constructiva pasó por manos de varias empresas. Inicialmente, una UTE formada por FCC e Inabensa asumió la obra principal, mientras que Isolux Corsán ejecutó los edificios podio. En 2013, la finalización quedó en manos de Dragados. La fachada, a cargo de la empresa Inasus, se completó antes de la apertura gradual de los espacios: oficinas en 2015, CaixaForum en 2017, y tanto el centro comercial como el hotel en 2018.

La oposición alertó sobre el impacto visual y llevó la disputa hasta la Unesco

La polémica llegó prácticamente desde que el diseño fue público. Organizaciones ciudadanas y parte de la comunidad cultural denunciaron que el rascacielos alteraría la imagen histórica de la ciudad, especialmente en contraste con la Giralda.

La plataforma ¡Túmbala! lideró la oposición, advirtiendo sobre el riesgo de que Sevilla viera sus monumentos Patrimonio de la Humanidad incluidos en la lista de bienes en peligro. Este argumento llegó a la Unesco, que en 2009 incluyó el asunto en la agenda de su Comité del Patrimonio Mundial y solicitó la paralización de las obras.

Defensores de la torre destacaron su potencial económico y su papel en la modernización urbana

En 2010, una delegación de Icomos visitó el proyecto y advirtió que la construcción continuaba. Su vicesecretario en España, Víctor Fernández Salinas, declaró que “un escenario realista es que Sevilla entre, tras la reunión de Brasilia, en la lista de ciudades con Patrimonio en peligro”.

Finalmente, ni en Brasilia ni en la posterior cita de París se aplicó esa medida, aunque el organismo pidió informes adicionales sobre el avance de la torre y el estado de conservación de los bienes históricos.

La Unesco aceptó el proyecto con la condición de limitar futuras construcciones similares

El consenso llegó en 2012, cuando la Unesco descartó incluir a Sevilla en la lista de patrimonio en peligro, condicionando la decisión a que el Ayuntamiento impidiera nuevos rascacielos que pudieran tener impacto visual similar. El alcalde Juan Ignacio Zoido transmitió ese compromiso en la Asamblea celebrada en San Petersburgo.

Las críticas por su impacto en la imagen patrimonial de Sevilla generaron informes y debates en organismos internacionales

No todas las voces fueron contrarias. Asociaciones como sevillasemueve argumentaron que la obra generaría actividad económica y modernizaría la oferta urbana. Su presidente, José María Bascarán, afirmó a la prensa que “apoyamos el proyecto, que viene a generar actividad a una ciudad que lo necesita”. También el urbanista francés George Zouain, exdirector de Patrimonio Mundial de la Unesco, consideró que la posición periférica de la torre podía ser beneficiosa.

El propio César Pelli defendió que la distancia de 1,5 kilómetros respecto a la Giralda impedía cualquier daño al patrimonio. Entre los apoyos institucionales, el exalcalde Alfredo Sánchez Monteseirín señaló que “Sevilla tiene capacidad y ambición suficientes para combinar tradición y modernidad”.

Con el tiempo, el edificio se ha integrado en la vida económica y social de Sevilla, aunque el recuerdo de la disputa que generó sigue presente como uno de los debates urbanísticos más intensos que ha vivido la ciudad recientemente.

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