Los escándalos más oscuros de Eurovisión: cuando el brillo no puede tapar los líos legales

Joost Klein, candidato de Países Bajos en Eurovisión 2024.

Ada Sanuy

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Eurovisión se presenta cada año como una fiesta de la diversidad, la música y la unidad europea. Y, en gran medida, lo es. Pero bajo los focos, las lentejuelas y las baladas en crescendo, el Festival de la Canción también ha sido el escenario en el que se han vivido conflictos legales, vetos gubernamentales, escándalos judiciales e incluso incidentes diplomáticos. Sin ir más lejos este es el segundo año consecutivo en el que muchos países, entre ellos España, pedían el veto a Israel por sus acciones militares en Gaza.

A lo largo de la historia del certamen se han censurado canciones por razones políticas y se han expulsado países por impago o comportamiento inapropiado. La historia eurovisiva es también un archivo de episodios donde el brillo del espectáculo no logra ocultar las sombras.

El caso más reciente: Joost Klein y la descalificación holandesa en 2024

El episodio más sonado de la edición de 2024 tuvo lugar horas antes de la gran final, cuando la Unión Europea de Radiodifusión (UER) expulsó al representante de Países Bajos, Joost Klein, tras una investigación interna por comportamiento intimidatorio hacia una operadora de cámara.

La policía sueca intervino de manera preventiva y, aunque el caso se cerró sin cargos penales, la UER decidió descalificar al artista, generando un terremoto mediático. Países Bajos abandonó el recinto, su televisión pública criticó duramente la decisión y la canción, Europapa, terminó siendo un éxito viral en Europa… sin haber sido interpretada en la final.

Jamala (Ucrania): orden de arresto rusa tras ganar con una canción prohibida

En 2016, Jamala ganó Eurovisión con 1944, una canción que relataba la deportación de tártaros de Crimea por parte de Stalin. La letra, aunque camuflada como una historia personal, fue ampliamente interpretada como una denuncia del autoritarismo ruso.

En 2023, ya tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, el Kremlin emitió una orden de búsqueda y captura contra la artista por supuestamente difundir información falsa sobre el ejército ruso. Aunque el arresto es simbólico —Jamala vive en el extranjero—, el caso refleja el uso del aparato legal como herramienta de represión política.

Omar Naber (Eslovenia): antecedentes judiciales antes de volver al festival

El cantante esloveno Omar Naber representó a su país en dos ocasiones: en 2005 con Stop, y en 2017 con On My Way. Lo que no todos sabían es que, en 2011, fue condenado a siete meses de prisión por agresión sexual tras un incidente en un club nocturno en Liubliana.

La noticia cobró fuerza en 2017 tras su segunda selección, generando un debate interno en la televisión pública eslovena sobre si era adecuado presentar nuevamente a un artista con ese historial. A pesar de las críticas, su candidatura se mantuvo.

Rumanía 2016: expulsada por impago

No todos los escándalos son morales o políticos. A veces son puramente financieros. En 2016, la UER expulsó a Rumanía de Eurovisión… por dinero. La televisión pública rumana (TVR) acumulaba una deuda de más de 14 millones de euros con la UER, que decidió suspenderla como miembro, impidiendo que su representante, Ovidiu Anton, participara en el festival. 

La canción, Moment of Silence, ya había sido seleccionada, ensayada y promocionada. Fue una de las retiradas más abruptas y dramáticas de la historia reciente. Aunque no hubo delito, sí hubo una falta de gestión institucional que dejó al artista fuera por razones ajenas a lo artístico.

Georgia 2009: la canción “anti-Putin” que costó la participación

Georgia presentó una canción con un mensaje abiertamente político en 2009. El tema, titulado We Don’t Wanna Put In, era un juego de palabras con el nombre del primer ministro ruso.

La UER pidió que se modificara la letra por violar las normas de neutralidad política del festival. Georgia se negó y, como protesta, retiró su candidatura. El conflicto no era menor: un año antes, Georgia y Rusia se habían enfrentado militarmente en Osetia del Sur. El escenario de Eurovisión se convirtió, de facto, en una extensión del conflicto diplomático.

Un escenario global y político

Eurovisión es un escaparate que multiplica la visibilidad de todo lo que toca: tanto lo que quiere enseñar como lo que trata de esconder. El festival presume de neutralidad política y de unidad cultural, pero sus escenarios han sido también campos de batalla simbólicos, donde se libran guerras culturales, identitarias y geopolíticas en tiempo real.

Los escándalos legales y políticos no son una excepción, sino parte del relato. Cada edición es, también, un equilibrio entre diplomacia, espectáculo y tensión. Y aunque el brillo y la música intenten taparlo, la historia demuestra que en Eurovisión, lo personal, lo artístico y lo político van siempre de la mano.

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