La historia detrás de Jonathan Edwards, el oso que Theodore Roosevelt mantuvo como mascota en la Casa Blanca
Los perros tenían nombres de almirantes, los conejillos de Indias, de clérigos, y el oso, de teólogo calvinista. Así se organizaba parte del zoológico doméstico de los Roosevelt, una familia que, más allá de su lugar en la historia de Estados Unidos, también convivió con una fauna tan variada como impredecible en plena Casa Blanca.
Los hijos del presidente se encargaban de bautizarlos y convertirlos en parte del día a día familiar, en una convivencia que a veces desbordaba cualquier expectativa. Así fue como un oso negro acabó paseando por los pasillos del poder con el nombre de Jonathan Edwards.
El futuro presidente ya escribía al zoo antes de llegar a la Casa Blanca
Cuando el zoológico del Bronx recibió la carta, escrita el 2 de enero de 1901, aún no había nadie en la presidencia que respondiera al nombre de Roosevelt. El remitente, que por entonces acababa de dejar la gobernación de Nueva York, informaba de la existencia de un “pequeño oso que no podemos mantener en casa” y preguntaba si el recinto estaría dispuesto a acogerlo. Poco después, ese hombre sería vicepresidente. Y en septiembre, tras el asesinato de William McKinley, ocuparía la presidencia.
El director del zoo, William Hornaday, respondió con rapidez y quiso saber más sobre el animal, pues estaba ciertamente interesado en darle cobijo en sus instalaciones.
Roosevelt contestó recordando que ya conocía a Hornaday desde su etapa en el Smithsonian, cuando este era jefe de taxidermia.En la segunda carta, escrita solo tres días después, dejó entrever algo más sobre el origen del oso y sobre la razón de su curioso nombre.
En un intercambio posterior, dirigido a un amigo, explicó que los hijos habían elegido llamarlo así “en parte como homenaje al antepasado de su madre y en parte porque creían detectar rasgos calvinistas en su carácter”.
La alusión no era casual. Edith Roosevelt descendía directamente del predicador puritano Jonathan Edwards, un personaje austero, rígido y profundamente religioso, cuyas ideas marcaron buena parte de la teología norteamericana del siglo XVIII. Que los niños asociaran a su oso con aquel personaje no hablaba precisamente de un animal dócil o entrañable.
En sus memorias Outdoor Pastimes of an American Hunter, Roosevelt reconoció que la presencia de Jonathan Edwards se hacía notar: “Toda la casa respiró aliviada cuando se marchó”. Según contaba, el oso “tenía un carácter peculiar” y “aportaba intensidad a la vida de más de una manera”.
Solo los perros parecían echarlo de menos, ya que, como explicaba el presidente, “en alguna ocasión les había permitido disfrutar de la caza en su forma más intensa”.
La entrega formal del animal al zoológico se concretó poco después. En el quinto informe anual de la Sociedad Zoológica de Nueva York, correspondiente a ese mismo año, se detalla la incorporación de un oso negro donado por Roosevelt.
Aunque el informe no menciona su nombre, es muy probable que una referencia posterior a la necesidad de criar osos jóvenes “evitando el desarrollo del mal carácter” tuviera algo que ver con Jonathan y su carácter.
Los animales eran parte de la familia y también de su vida política
El paso del oso por la Casa Blanca fue breve, pero no aislado. Los hijos de Roosevelt mostraban cierta destreza para bautizar a los animales. Tenían cobayas llamadas Bishop Doane, Dr. Johnson, Father G. Grady, Fighting Bob Evans y Admiral Dewey. También convivieron con un tejón, un canguro, varias serpientes, perros de todas las razas y, según algunas crónicas, hasta cinco osos distintos en total. Jonathan Edwards habría sido solo uno más.
Así, en medio de tareas de gobierno, recepciones oficiales y decisiones de Estado, la familia presidencial convivía con un zoológico en miniatura. Y aunque Jonathan Edwards no duró mucho en casa, su carácter dejó claro que no era fácil de olvidar.
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