Está rodeado de territorio francés por los cuatro puntos cardinales pero este pueblo pertenece a… a Girona
“Toda la Galia está ocupada por los romanos... ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor”. Así arrancan la mayoría de las historias de cómics que retratan las aventuras de Astérix, Obélix y compañía. Curiosamente y como si de la mismísima aldea gala se tratase, en la península ibérica uno puede visitar un pueblo que oficialmente pertenece a la provincia de Girona pero que está en realidad y literalmente cercado por el estado francés, por sus cuatro puntos cardinales. Es decir, que cuando uno quiere entrar o salir de la localidad gerundense tiene que cruzar obligatoriamente la frontera que separa Francia de España. No hay manera posible de saltarse dicha barrera, más metafórica que física en los tiempos actuales.
Pero esta no es la única singularidad que hace de Llívia un lugar que merece la pena visitar. Ubicado a 1.224 metros sobre el nivel del mar, en la falda de los picos más altos del Pirineo oriental y siguiendo el curso del río Segre, este pueblo fue antiguamente la capital de la comarca de la Cerdanya. Y su condición de enclave de casi 13 kilómetros cuadrados rodeados de territorio francés está muy arraigada en la historia, desde el Tratado de los Pirineos de 1659 y la posterior territorialización del enclave con el de Bayona en 1868.
Punto de control clave
Históricamente, la Cerdanya, atravesada por los ríos Segre y Tet, era el único paso natural para acceder al interior de la península, lo que permitía atravesar cómodamente la cordillera pirenaica tanto con ejércitos como con mercancías. Llívia y su colina constituían un punto de control clave para esta vía y para todo el territorio circundante. Una importancia estratégica que se remonta a la antigüedad, ya que Roma aprovechó la antigua capital de los Cerretani, la Iulia Lybica, para establecer su dominio en el Pirineo, del que constan evidencias arqueológicas desde el siglo I a.C.
Para los visigodos esa importancia estratégica en el corazón del pirineo no pasó desapercibida. Así que convirtieron la Iulia Lybica en toda una fortaleza visigoda en la frontera septentrional, conocida como Castrum Libyae, que se convertiría en protagonista de grandes episodios en la historia del reinado visigodo y en la propia configuración de Catalunya, siendo capital del condado de Cerdanya y residencia de condes como Sunifred I. Durante el siglo XIII se construyó el nuevo castillo, que fue fundamental para la defensa de los condados y del propio Principado y escenario de numerosos enfrentamientos en los siglos XIV y XV. Tras la Guerra Civil catalana, en la que Juan II hipotecó los condados a Luis XI de Francia, el castillo de Llívia fue arrasado por este rey en 1479, después de un asedio de catorce meses. A pesar de la destrucción del castillo, Llívia experimentó un período de prosperidad como villa real.
Y de ese periodo se conservan monumentos que hoy en día podemos visitar, como la Torre Bernat de So del siglo XVI, que formaba parte del sistema defensivo tras la destrucción del castillo; o la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles, cuya construcción finalizó en 1617 y de la que destaca una bonita entrada de estilo renacentista o su aspecto de fortaleza defensiva. Pero también otros lugares muy curiosos como la Farmacia Esteva, una de las más antiguas de Europa, con registros documentales que se remontan a 1594 y una interesante colección de cajas renacentistas, albarelos de los siglos XVI y XVIII, y cordialeros barrocos.
Del pasado más antiguo de Llívia da cuenta el Foro Romano de Iulia Libica, el único foro romano en el Pirineo, cuya excavación está aún en curso. Este foro fue construido en el siglo I a.C. como centro de la ciudad romana y permite observar su ángulo nororiental con la puerta de entrada, la exedra, el pórtico y parte de las salas administrativas y políticas. Llívia también ofrece un rico entorno natural y opciones de ocio. En la parte sur de la villa se encuentra el Parque de Sant Guillem, una extensa área verde junto al río Segre donde además encontramos la ermita de San Guillem, patrón de Llívia, y las nuevas aguas termales del pueblo, las Iulia Lybica termae. Este proyecto incluye tres piscinas de diferentes niveles y una cuarta con capacidad para sesenta personas, alimentadas por aguas termales sulfurosas encontradas a 250 metros de profundidad, que alcanzan entre 38 y 40 grados Celsius en superficie.
Para los amantes del senderismo, se ofrecen rutas como Las Fuentes, un itinerario de hora y media muy accesible donde se puede disfrutar de los beneficios terapéuticos de las aguas de las fuentes del Azufre, del Xàfec y del Hierro, además de apreciar la arquitectura rural en piedra seca. También se puede seguir un tramo llano de 7 kilómetros de la Ruta de Santiago que lleva a Puigcerdà, o explorar los parajes de alta montaña del Bajo Carlit y el Bac de Llívia, para disfrutar de los lagos, pastos y bosques de las Bulloses.
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