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Los Bell Labs, entre el museo y la tecnología punta

Ken Thompson y Dennis Ritchie, dos de los desarrolladores del sistema Unix, en los Bell Labs

Pablo G. Bejerano

Nueva Jersey —

La investigación tecnológica se reparte hoy entre los centros dedicados de grandes empresas, los trabajos en universidades y las aportaciones de algunas startups. Los Bell Labs pertenecen a la primera categoría, pero a lo largo del tiempo han ido pasando por las manos de varias empresas, sin que los laboratorios se hayan despiezado con las ventas y las compras.

Su fundación se remonta a 1925, cuando las instalaciones abren sus puertas con el nombre de Bell Telephone Laboratories. Alexander Graham Bell había comprado una participación en la compañía Western Electric, asociada con AT&T (por entonces aún conocida como la American Telephone and Telegraph Company), y ambas entidades juntaron recursos para poner en marcha el centro de investigación, ya después de que el propio Bell hubiera fallecido.

Hoy pertenecen a Alcatel-Lucent, que organizó recientemente una visita con motivo de su evento anual Technology Symposium. Por los pasillos de Bell Labs han pasado gente como Claude Shannon, uno de los padres de la teoría de la información, el Nobel de Física Clinton Davisson o Russell Ohl, que patentó la primera célula fotovoltaica.

No es de extrañar que al entrar en las instalaciones haya una exposición con las invenciones que a lo largo de los años han ido saliendo de los laboratorios. Una de ellas es un teléfono touch-tone, el primero que sustituía la marcación rotatoria por teclastouch-tone. En los años 40 se crearon varias unidades de este tipo, pero no funcionaban adecuadamente. El problema era que cuando se movía el aparato de un sitio a otro, en la casa o la oficina, las teclas dejaban de hacer contacto. Sería en 1963 cuando se introdujesen comercialmente, y ya perfeccionado su funcionamiento, la versión actualizada de estos teléfonos, aunque la tecnología se fue adoptando lentamente con el paso de las décadas.

La mayoría de los inventos que han surgido de los Bell Labs están enfocados a las comunicaciones. Esto fue así desde el principio, con la llegada de los equipos de comunicación de voz inalámbrica. En los laboratorios se redujo el tamaño de estos aparatos para que cupieran en un avión, de manera que los pilotos pudieran comunicarse con otros aviones, con tierra e incluso con el copiloto, pues entre ellos no se oían a causa del ruido. Un aparato de transmisiones conectado a unos cascos y un micrófono constituyó parte del equipamiento en los aviones estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial.

Después les llegó el turno a los coches. Con los aviones la comunicación inalámbrica era más sencilla, porque las ondas de radio no encontraban obstáculos en su recorrido hasta el suelo o de un vehículo a otro. Pero los coches circulaban por ciudades atestadas de edificios. De Bell Labs surgió un sistema en 1946 que constituyó el primer servicio de comunicación por radio para los coches Nueva York.

Pese a la novedad, al principio solo 24 personas podían hacer una llamada desde su coche. Solo existían se podían usar dos canales de radio, que transmitían a toda la ciudad. Un poco más tarde, a uno de los investigadores del laboratorio se le ocurrió que cada uno de los canales transmitiera solo a corta distancia, para que se pudiera usar el mismo en distintas partes de la ciudad.

Pero tal vez el invento procedente de Bell Labs que más trascendencia ha tenido es el transistor, desarrollado en 1947 por John Bardeen, Walter Houser Brattain y William Bradford Shockley. Hoy en día este dispositivo es la base de la mayoría de aparatos electrónicos, como también lo ha sido durante la segunda mitad del siglo XX. Sus tres inventores recibieron el Premio Nobel de Física por su trabajo en 1956.

Aquel mismo año se tiende el primer cable de teléfono submarino, el TAT-1. En el siglo XIX ya se habían tendido algunos cables submarinos de telégrafos, pero un cable de teléfono requería un salto tecnológico mayor. Hasta el momento, desde 1927, las llamadas telefónicas que cruzaban el Atlántico se hacían a través de ondas de radio. De Bell Labs surgió la tecnología para establecer esta infraestructura, que estuvo en uso 22 años.

Los satélites de telecomunicaciones también le deben sus comienzos a los laboratorios Bell. El Telstar 1 fue el primero de su clase en ponerse en órbita. De manera que en 1962 se transmitieron por primera vez imágenes de televisión y llamadas a través del espacio. Su función era la de un repetidor de señal, que recibía datos y enviaba datos a frecuencias de 6 y 4 GHz.

El cine también le debe parte de su idiosincrasia a los Bell Labs, de donde salió en 1926 el sistema de grabación y reproducción de sonido con imágenes en movimiento. Esta tecnología se impuso a otras que en ese momento también se encontraban en desarrollo, justo en una etapa en la que la industria del cine estaba deseosa por introducir el sonido. Un año después los laboratorios llevaron a cabo la primera transmisión a larga distancia de imagen y sonido, entre Washington y Nueva York. Se trataba de un prototipo de televisión muy primitiva, de 128 líneas de resolución. Pese a todo, un grupo de periodistas pudo ver y comunicarse con el Secretario de Comercio de Estados Unidos Herbert Hoover (que después sería presidente del país), el que apareció en la pantalla.

Los Bell Labs, a día de hoy

La propietaria de los laboratorios Alcatel-Lucent ha decidido darles un impulso renovado en los últimos años. Ahora la investigación está más centrada en el negocio de la compañía, las telecomunicaciones, aunque este siempre ha sido su campo principal de experimentación. Entre los trabajos que actualmente tienen lugar en Bell Labs está la vectorización del cobre, orientada a incrementar la velocidad de transmisión de datos para aprovechar el cableado existente en muchas partes del mundo.

El empleo de software para mejorar la capacidad de las redes, tanto de fibra como de cobre e inalámbricas, es otra de las áreas de investigación. El software-defined networking (SDN) está enfocado a balancear las cargas de tráfico de forma más eficaz, según las características de la demanda. Se trata de que la propia red analice el comportamiento de los usuarios para conocer sus necesidades y cubrirlas de la forma más equilibrada.

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