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The Guardian en español

Así es la gestión que dio la victoria electoral al Gobierno en Corea del Sur: tests masivos, rastreo y contención

Un hombre se somete a un control de temperatura antes de entrar en un colegio electoral durante las elecciones generales de Corea del Sur.

Justin McCurry

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A finales de la semana pasada, millones de surcoreanos hacían cola pacientemente en el colegio electoral para votar. Si alguno sentía frustración por la espera para lavarse las manos y ponerse los guantes desechables, no había quien lo escuchara. Entre los votantes había una distancia mínima obligatoria marcada con cinta en el suelo. Fueron las primeras elecciones nacionales celebradas en plena crisis del coronavirus y las encuestas indican que la victoria del partido en el gobierno tienen que ver con su gestión de la crisis.

Antes de entrar en la cabina de votación, tal vez algunos pensaron en aspectos de sus vidas más allá del ejercicio del derecho democrático, como volver a la oficina, jugar a algún deporte o comprar cosas menos imprescindibles que comida y desinfectante de manos. Hace unas semanas, cuando el coronavirus amenazaba con provocar el mismo número de víctimas que en Estados Unidos y algunas partes de Europa, salir a cenar habría parecido casi inconcebible en Corea del Sur, por no hablar de votar en unas elecciones nacionales.

Mucho antes de que los políticos de países como Reino Unido y Estados Unidos reconocieran que la enfermedad representaba una amenaza grave para la salud pública, Corea del Sur veía con alarma el aumento en el número de contagios diarios. El país registró su primer caso el 20 de enero y las cifras en un principio se mantuvieron bajas, hasta una brusca escalada que el 29 de febrero llevó a 909 el número de contagios diarios. Entonces ocurrió algo extraordinario. El fuerte aumento comenzó a estabilizarse y, a finales de marzo, los contagios diarios habían bajado a dos dígitos. En pocas semanas, Corea del Sur había aplanado la curva.

Este miércoles, el Gobierno reportó 11 nuevos casos de COVID-19, el cuarto día consecutivo con un número por debajo de 15. En total ha habido alrededor de 10.700 pacientes hasta ahora, entre los que más de 8.000 se han recuperado. Con 240 muertes, Corea del Sur tiene una de las tasas de letalidad por coronavirus más bajas del mundo: 2,23%.

Testar, rastrear y contener

Otros países están fijándose ahora en Corea del Sur y en los tres principios rectores que el gobierno implementó para dominar el brote: testar, rastrear y contener.

Tal vez lo más sorprendente haya sido la capacidad de Corea del Sur para controlar el coronavirus sin recurrir a confinamientos como los de Francia, Reino Unido, España y otros países. En contraste con el pánico de otros lugares, los surcoreanos se han mantenido tranquilos en su mayoría, sin noticias de acaparamientos en los supermercados. Las únicas colas han sido para la prueba de la COVID-19, para comprar mascarillas, o para votar.

Cuando la Organización Mundial de la Salud pidió a mediados de marzo que los países hicieran “pruebas, pruebas, pruebas”, Corea del Sur llevaba semanas haciendo exactamente eso. Desarrolló rápidamente la capacidad de analizar muestras de 12.000 personas por día, a veces hasta 20.000, en centros de prueba a los que se podía llegar en coche y sin cita. Los centros ambulantes hacían las pruebas en 10 minutos y de forma gratuita, con un informe de los resultados antes de 24 horas en el teléfono de los ciudadanos. A mediados de marzo, más de 270.000 personas habían pasado por las pruebas.

Además de los análisis, el país más conectado del mundo aprovechó la tecnología móvil para rastrear los contactos. A las personas que daban positivo se les pedía que describieran sus últimos desplazamientos, una información que se complementaba con los datos del GPS de los teléfonos, las grabaciones de las cámaras de vigilancia y las transacciones con tarjeta de crédito. Esos detalles permitieron a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades emitir alertas, en tiempo real, sobre los lugares dónde habían estado esas personas antes de saber que estaban contagiadas.

Ante las críticas de que el sistema podía vulnerar el derecho a la privacidad, las alertas sólo detallaban el sexo y el grupo de edad de la persona contagiada, así como el nombre y la dirección de los lugares que había visitado.

Según el director general del Instituto Internacional de Vacunas de Seúl, Jerome Kim, Corea del Sur contuvo la propagación del virus gracias a “un liderazgo decidido y transparente, basado en datos, no en emociones”.

Además de hacer pruebas a las personas y de rastrear, aislar y curar a los contagiados, el gobierno convenció a millones de ciudadanos para que modificaran su comportamiento, con principios claros de distanciamiento físico, y animó a las empresas a que permitieran el teletrabajo.

“Se cumplieron las recomendaciones de distanciamiento social y de higiene, como evitar bares, iglesias, gimnasios y colegios”, dice Kim. “La cooperación voluntaria de una población informada ha sido una característica notable en la respuesta al virus”.

Corea del Sur ya había aprendido el coste de una reacción tardía. En 2015 el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) mató a 36 personas, contagió a 186 y obligó a miles a entrar en cuarentena por un brote originado con un solo visitante del extranjero.

El éxito en la reacción ante el coronavirus ha atraído inevitablemente la atención del resto del mundo, con el presidente Moon Jae-in embarcado en una campaña de “diplomacia del coronavirus” y el país exportando equipos de prueba a por lo menos 20 países, incluyendo Estados Unidos.

“Corea del Sur aplanó con éxito la curva de la COVID-19 en 20 días sin aplicar medidas draconianas de restricción a la libertad y a los movimientos de las personas”, dice una parte de Aplanando la curva de la COVID-19: la experiencia coreana, el manual que el gobierno del país acaba de publicar.

Aunque las autoridades sanitarias mantienen la prudencia por la posibilidad de una segunda ola de contagios, la vida vuelve lentamente a la normalidad. Esta semana se relajaron las restricciones para tiendas, restaurantes, bares, gimnasios, escuelas y hasta para los servicios religiosos, que representaron el principal centro de contagios del país. Los parques nacionales, bosques y jardines botánicos, donde se estima que hay menor riesgo de contagio, se irán reabriendo poco a poco y el distanciamiento físico permanecerá hasta por lo menos principios de mayo.

“Hasta que alcancemos una inmunidad de rebaño, o niveles similares gracias a una vacuna segura y eficaz, la nueva normalidad podrá seguir, con énfasis en la higiene, en el distanciamiento social y en posibles cierres locales”, asevera Kim.

La cómoda victoria del partido gobernante en las elecciones a la Asamblea Nacional ha sido interpretada como una aprobación del manejo de la crisis. Pero el mayor elogio, como en tantos países, es para los trabajadores sanitarios, que están agotados.

“Creo que el gobierno ha hecho un trabajo razonablemente bueno”, dice Lee Mi-young, de 35, que pasó un tiempo internada en el hospital después de que su marido le contagiara el coronavirus. “Sé que otros países están mirando a Corea del Sur porque aquí los números han mejorado, pero creo que se debe al duro trabajo del personal sanitario, no al de los políticos”.

Más allá de quien se lleve el reconocimiento, los surcoreanos ya vislumbran un futuro donde el coronavirus dejará de ser el centro de sus vidas. Se pudo ver esta semana en Seúl, con la gente regresando al trabajo y acudiendo en masa a los restaurantes y centros comerciales.

Para el ingeniero de Seúl Kim Tae-hyung, de 31, entrar poco a poco en el mundo pospandemia significa volver a practicar el deporte que le apasiona. “Soy miembro de un club de fútbol de la comunidad y el sábado salimos a jugar por primera vez en dos meses”, relata. “Jugamos con la mascarilla puesta y todavía nos preocupa el coronavirus, pero hacía un día estupendo y me sentí renovado”.

Traducido por Francisco de Zárate

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