Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

The Guardian en español

Macron ya tiene el escándalo que le pone a la altura de anteriores presidentes franceses

Imagen de archivo en la que aparece Emmanuel Macron, entonces candidato presidencial, junto a su jefe de seguridad, Alexandre Benalla.

Kim Willsher

París —

Los franceses tienen un nombre para los asesores presidenciales como Alexandre Benalla. Los leales lugartenientes reciben el nombre de 'navajas suizas' por su capacidad de desempeñar múltiples funciones. En la historia moderna de Francia, algunos han ocupado un lugar más siniestro o, por lo menos, nada transparente, por sus funciones dentro de gabinetes paralelos. Pero cuando Emmanuel Macron llegó al poder en mayo de 2017 con la promesa de limpiar la política francesa y “moralizar” la vida pública, su omnipresente guardaespaldas parecía más una sombra protectora que un tipo siniestro.

Esta apariencia se ha roto en mil pedazos con la acusación contra Benalla por “violencia organizada” y por hacerse pasar por un agente de policía. Benalla fue grabado golpeando a manifestantes durante una marcha del Primero de Mayo. ¿Cómo es posible que un miembro de seguridad, incluso uno descrito como parte del círculo íntimo del presidente, tenga poderes, privilegios y acceso muy por encima de lo que corresponde a su cargo oficial?

El escándalo daña especialmente a Macron porque, en lugar de la transparencia y honradez prometidas, reaviva el fantasma de otras malas épocas en las que las fuerzas presidenciales operaban al margen de la ley. El Elíseo ha sido acusado de intentar ocultar el incidente. “Hicimos campaña con un programa que prometía hacer la política más limpia... así que, por supuesto, es un poco inquietante”, afirmó Paul Molac, diputado que apoya a Macron, a la emisora de radio France Bleu.

Tal vez haya una explicación para el pase con plena libertad de acceso en la Asamblea Nacional que recibió Benalla, así como la llave de la residencia privada de Macron en Le Touquet, el apartamento en el centro de París a modo de agradecimiento y el coche oficial con derecho a llevar sirena azul. A lo mejor también hubo razones para que el Elíseo pidiera que Benalla recibiera un arma de fuego (una Glock) y 2.000 balas, pese a que el Ministerio de Interior había denegado en dos ocasiones antes su petición de un arma.

Lo que resulta más problemático de explicar es por qué el portavoz del presidente insistió en decir que Benalla había sido autorizado a asistir como “observador” a las marchas del Primero de Mayo junto a la policía, cuando los jefes de policía están diciendo que no se le otorgó ninguna autorización. También, cómo es posible que tuviera un brazalete policial y una radio de frecuencia policial. Son las preguntas que deberán responder las cuatro investigaciones en curso, una penal, dos parlamentarias y una de asuntos internos en la policía.

Menos explicable aún es la forma en que Macron ha quedado atrapado en esta situación tan perjudicial. Para evitar los escándalos que acosaron a su predecesor François Hollande durante los primeros meses de mandato (especialmente, la acusación de fraude fiscal contra dos ministros), Macron demoró el anuncio de su equipo de gobierno para que los miembros de su equipo verificaran la honestidad de las personas que iban a ser nombradas. Hace tan solo un mes, Macron se jactaba durante la reunión del G7 en Canadá de la “honestidad ejemplar” de su equipo en El Elíseo.

La cara oculta de los presidentes

Históricamente, la integridad no ha sido la norma general de las presidencias francesas. El general Charles de Gaulle fue quien creó el Servicio de Acción Cívica (SAC), una milicia destinada a “defender y promover” sus ideas con miembros reclutados entre los grupos del hampa y del crimen organizado con el objetivo de ensuciar la reputación de sus oponentes. Después de que las rivalidades internas provocaran una espantosa masacre, el SAC fue disuelta en 1982.

El presidente Georges Pompidou se sirvió de fontaneros falsos para poner micros en las oficinas del periódico satírico Le Canard Enchaîné con el fin de descubrir el nombre de sus fuentes. Su sucesor, Valéry Giscard D'Estaing, se vio en el centro de un escándalo cuando dijo que había aceptado diamantes regalados por el líder de un país africano (al que después ayudó a derrocar).

François Mitterrand creó una célula secreta “antiterrorista” cuyo verdadero objetivo era proteger a su segunda y secreta familia, alojada en un anexo del Elíseo (el mismo anexo que se dice ha sido adjudicado a Benalla). El “gabinete negro” de Mitterrand también espiaba a políticos, escritores, periodistas y actores.

Al presidente Jacques Chirac le acosaron por un escándalo de empleos falsos de su época de alcalde de París. Su sucesor, Nicolas Sarkozy, sigue estando en el centro de varias investigaciones, incluidas las que le acusan de haber aceptado 50 millones de euros del fallecido dictador libio Muamar Gaddafi como fondos ilegales de campaña.

Seguramente Macron sabía que en algún momento su cruzada por la limpieza tocaría fondo, pero lo que desde fuera de Francia podría parecer el caso de un funcionario público que abusa de su autoridad, a nivel interno tiene ribetes más oscuros y despierta temores de encubrimiento, disfunción y podredumbre en el corazón del Estado francés.

Traducido por Francisco de Zárate

Etiquetas
stats