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The Guardian en español

Los comunistas checos vuelven a tener una posición de poder en el Gobierno tras casi 30 años

El primer ministro checo, Andrej Babis, sonríe a su llegada al voto de confianza celebrado en el Parlamento checo este miércoles.

Robert Tait

Los comunistas checos han saboreado su primera muestra de poder en cerca de 30 años. Su apoyo en el Parlamento ha allanado el camino para un Gobierno presidido por Andrej Babis, un magnate multimillonario perseguido por los escándalos, entre fuertes protestas contra su regreso a la primera línea política.

Los 15 diputados del Partido Comunista de Bohemia y Moravia (KSCM) han dado los votos necesarios para permitir que el pacto entre el movimiento Acción de Ciudadanos Insatisfechos (ANO) de Babis y los socialdemócratas (CSSD) supere su primera prueba. Acaba así una parálisis política de nueve meses que había provocado que la República Checa estuviese dirigida por gobiernos interinos.

La votación a la una de la mañana de este jueves se produjo tras un debate maratoniano de 12 horas en el que los diputados de la oposición expresaron una fuerte oposición a la idea de un Gobierno dependiente del apoyo comunista. También cuestionaron la capacidad de Babis para gobernar ante las acusaciones penales a las que se enfrenta.

A las puertas del Parlamento tuvieron lugar concentraciones. Un partido opositor conservador, Top 09, salió de la cámara en señal de protesta. Al final, 105 diputados de 200 votaron a favor del nuevo Gobierno. Un diputado socialdemócrata, Milan Chovanec, exministro de Interior, se negó a dar su apoyo al nuevo Ejecutivo por principios.

La muestra de poder se produjo después de que los comunistas firmasen un acuerdo con ANO acordando “tolerar” al nuevo Gobierno superando los recelos ideológicos sobre el patrimonio de Babis a cambio de adoptar algunas promesas y la concesión de puestos influyentes en servicios públicos.

Aunque oficialmente el Partido Comunista está fuera de la coalición, el acuerdo le da influencia y responsabilidad por primera vez desde la Revolución de Terciopelo de 1989 que acabó con el gobierno comunista de 41 años en la antigua Checoslovaquia.

Los diputados del partido conservador Top 09 salieron de la Cámara en protesta antes de la votación del miércoles. Mientras, los miembros del Partido Democristiano desplegaron una bandera con la estrella roja soviética en una clara señal del sentimiento anticomunista del país.

Se han celebrado manifestaciones en Praga y otras ciudades contra la rehabilitación de un partido que sigue siendo recordado por sus métodos totalitarios y su represión de los disidentes durante la Guerra Fría.

“Para muchas personas que apoyan los partidos de centro-derecha, este es un gran problema moral y psicológico porque lo perciben en términos simbólicos y creen que no está bien”, señala Jiri Pehe, director del campus de la New York University en Praga y analista político checo.

Babis, que fue investido primer ministro por segunda vez el mes pasado, ha hecho caso omiso a tales recelos después de que otros partidos moderados rechazasen trabajar bajo su mando porque se enfrenta a acusaciones penales de fraude por obtener presuntamente dos millones de dólares en fondos europeos para su inmenso negocio agroquímico hace una década. Él niega las acusaciones, que ha afirmado que están motivadas por razones políticas.

Babis, el segundo hombre más rico de la República Checa, también se ha visto afectado por un pasado comunista tras haber sido acusado de haber sido agente secreto de la policía cuando trabajaba para una empresa comercial checoslovaca, una afirmación que él niega.

El primer ministro se ha ganado el apoyo comunista a su coalición tras aceptar gravar las propiedades devueltas a la Iglesia que habían sido incautadas cuando el partido estaba en el poder. Sin embargo, ha resistido a sus demandas para diluir los compromisos de la República Checa con la OTAN, bloqueando su petición de recortar el despliegue de tropas en las repúblicas bálticas y Afganistán.

El Gobierno interino anterior a Babis indignó a los comunistas, considerados próximos al presidente de Rusia, Vladímir Putin, al expulsar a tres diplomáticos de Moscú en solidaridad con Reino Unido por el envenenamiento del exespía ruso Sergei Skripal y su hija, Yulia, en Salisbury.

“Babis ha hecho todo esto porque siente que no tiene la legitimidad democrática y está bajo la sospecha de no ser un demócrata liberal”, afirma Pehe. “Quiere parecer cercano a Occidente, a la OTAN y a la UE y ha dejado claro a los comunistas que no va a ceder en eso”.

Sin embargo, su gobierno mantendrá una posición dura contra la inmigración después de que Milos Zeman, presidente checo, se negara a aceptar al candidato de los socialdemócratas a ministro de Exteriores, el eurodiputado Miroslav Poche, alegando que era demasiado liberal en materia migratoria.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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