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No es fácil tener siempre que oponerse

PP y Vox, revueltos además de juntos

José Miguel Contreras

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El 1970 tuvo gran éxito un número musical aparecido en Barrio Sésamo cantado por la rana Gustavo. Se titulaba “No es fácil ser verde”. El tema se convirtió en todo un clásico que llegó incluso a ser cantado por Frank Sinatra. La letra aludía a las complicaciones que genera en la vida de una rana su color de piel: “No es fácil ser verde. Te confunden con otras cosas vulgares y la gente te ignora porque no destacas como les ocurre a los brillantes destellos del agua o a las estrellas en el cielo”. Sin ánimo alguno de ofender, confieso que cada vez que escucho estos días a portavoces populares como Pablo Casado, Cayetana Álvarez de Toledo o Teodoro García Egea en el Parlamento o en declaraciones ante las cámaras de televisión me acuerdo de la rana Gustavo y pienso: No es fácil ser portavoz del PP.

En tiempos tan trascendentes como los que vivimos, la presión para los principales dirigentes del mundo es terrible. A todos ellos se les ve abrumados y agobiados. Salvo Trump, los demás gobernantes buscan medir sus palabras, no cometer más errores de los inevitables y procuran subsistir bajo la tremenda responsabilidad que les ha tocado asumir. A cambio, para un político vocacional supone enfrentarse al reto de contribuir a que tu país supere una crisis histórica. Si el objetivo de la política es el de resolver problemas de una nación, períodos como este son los que determinan el relevante papel de un líder.

Pedro Sánchez está en el centro de toda la atención nacional. Es denostado, insultado, alabado, reconocido y despreciado. Está en el vórtice del torbellino que nos ha tocado vivir. Todo lo que diga o deje de decir es trascendente. Su acción o inacción es determinante. Es evidente que debe ser duro ser miembro del Gobierno en los tiempos actuales. No es menos evidente que más duro es tener que ser oposición si has decidido utilizar la emergencia sanitaria que nos asola para intentar derribar a ese gobierno.

La estrategia actual de los partidos de oposición en España desde la CUP o el PdeCAT hasta Vox, pasando por el PP es la de básicamente defender lo contrario de lo que diga Pedro Sánchez. A priori, parece sencillo, pero no lo es. De los partidos radicales nadie espera racionalidad y sensatez. Torra puede decir lo que quiera exactamente igual que Abascal. Nada le va a castigar entre sus electores salvo que pactara con el actual gobierno. Para el PP no es tan sencillo. El Partido Popular tiene como aspiración gobernar el país y, por tanto, debe al menos hacer el esfuerzo de justificar sus posiciones… y no siempre es sencillo.

El Gobierno es el que tiene la iniciativa política, especialmente en el estado de alerta en el que nos encontramos. Pedro Sánchez, en realidad, hace lo que supone que debe hacer, sin complicarse más de la cuenta. Escucha a los especialistas en las diferentes materias que hay que abordar y suele seguir su consejo. Tiene como referencia lo que hacen los principales países del mundo que se encuentran en pleno combate contra el coronavirus como Italia, Alemania, Francia o Gran Bretaña. De ellos puede aprender errores y aciertos y, por tanto, puede decidir con criterio la mejor opción. El problema se plantea a continuación, cuando el PP se tiene que posicionar en frente haga o lo que haga. Normalmente, la posición contraria a la que han acordado las instituciones internacionales, los gobiernos de los países europeos más importantes y que defienden los equipos de técnicos especializados no suele ser la buena. Lo lógico es que sea lo contrario a lo más aconsejable.

El estado de alerta ha hecho sumarse en ocasiones al frente antigubernamental a buena parte de los presidentes autonómicos, incluidos algunos socialistas (los dos de siempre). Tiene su lógica. Para las comunidades autónomas la situación es incómoda. Si el proceso actual sigue mejorando puede llevar a algunos a plantearse la utilidad del modelo autonómico. Evidentemente, no sería justo. El Gobierno debe convencerse de que necesita dejar espacio de visibilidad a los presidentes autonómicos para evitar que busquen su hueco en la defensa de la sinrazón ante la necesidad de oponerse a todo para no desaparecer del mapa.

Algo parecido puede decirse del PP. Hemos escuchado a los líderes populares estar a favor de la centralización del país y de la descentralización días después. Les hemos escuchado defender el confinamiento y también su inutilidad. Han apoyado priorizar la seguridad sobre la economía y luego exigir el criterio económico como prioridad. Les hemos visto animar a la gente a salir a los balcones y luego poner en duda el sentido de la iniciativa. Han exigido dramáticamente el más rígido luto y a continuación promover un festejo popular a las puertas de IFEMA. Si el Gobierno decide algo, se equivoca. Si rectifica, es que da bandazos. Si marca una norma, es un atentado a las libertades individuales. Si deja abierto un criterio, le falta capacidad de decisión.

Esta estrategia de oponerse a todo por principio lleva a la esquizofrenia política, a perder todo contacto con la realidad. Puede acabar en el disparate de no soportar que el Gobierno acierte porque entonces toca defender una tesis equivocada. Puedes acabar prefiriendo que el Gobierno lo haga mal para entonces poder defender por fin la posición correcta. Lo malo es que estamos hablando de una emergencia sanitaria y hacer bien o mal las cosas no son dos posiciones ideológicas discutibles. Hablamos de la vida de nuestros seres queridos y del resto de nuestros compatriotas. Aquí no hay opciones ideológicas discutibles. Sólo hay una ideología común, la de salvar vidas.

Esta semana toca discutir de la evidente necesidad de alargar el estado de alerta para continuar por la buena senda por la que estamos caminando. Debe ser obligación del Gobierno dejar espacio a la oposición no extremista y a los presidentes autonómicos para que puedan ser copartícipes de las grandes decisiones que consensuadamente deberíamos compartir. Sin duda, no es confortable desde el poder sentir la presión constante de la crítica no siempre justa. Menos confortable aún es ejercer la política en plena pandemia desde la oposición. No, no es fácil ser el PP en la actual selva política española.

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