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Hay que recibir a Greta con los brazos abiertos y con menú vegano

Greta Thunberg viaja en velero y lleva comida vegana

Ruth Toledano

Mientras Trump se refiere a ella con despectivo sarcasmo, Leonardo di Caprio la llama “líder de nuestro tiempo”. Mientras Cayetana Álvarez de Toledo proclama que “pocas personas han hecho más daño a la causa del cambio climático en estos tiempos, a la causa de análisis racional y científico, que los padres de Greta Thunberg”, la ministra en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha criticado que “haya quien, de manera a mi juicio absolutamente impresentable, le exija [a Greta Thunberg] un nivel de conocimiento, congruencia y coherencia en las respuestas que no se le exige a un Premio Nobel”, y ha ofrecido la ayuda del Gobierno para que Greta pueda viajar a Madrid, donde se celebrará la cumbre del clima sustituyendo a Chile como país anfitrión.

En lo que a Greta respecta, hay, al menos, dos clases de personas. Quienes, como Leonardo Di Caprio y Teresa Ribera, han querido apoyar la lucha por concienciar sobre la emergencia climática de esta adolescente, que representa a millones de jóvenes activistas en todo el mundo que están dando un poderoso toque de atención a los líderes mundiales. Y los negacionistas que la tachan de “niña malhumorada” y consideran que su denuncia debiera ser hecha por voces adultas autorizadas, “un científico de altura o un especialista en medio ambiente”. Efectivamente, debería darnos vergüenza que sea una niña quien tenga que asumir la enorme responsabilidad que no asumen los líderes políticos y los expertos mundiales, que tenga que ser Greta quien, como desesperada náufraga de un criminal sistema heredado, lance al mar la botella con el SOS que los sesudos adultos ignoran.

El Gobierno en funciones de España hace muy bien en ayudar a Greta a cruzar el Atlántico en barco, dado que no coge aviones para no contribuir al calentamiento global y se encuentra en Nueva York. Que esa ayuda suponga un rédito electoral para el PSOE, tal y como denuncian la prensa y las formaciones políticas negacionistas, será un presunto beneficio sobrevenido al PSOE (puesto que la cumbre se ha trasladado de manera inesperada de Santiago de Chile a Madrid, dada la situación en aquel país), pero no debe desviar la atención de lo importante: si Greta pide ayuda, es obligación de cualquier gobierno el proporcionársela. Esa niña malhumorada es la conciencia de un planeta asfixiado de humos.

Pero hay algo que unos y otras deberán tener en cuenta, tal y como se tiene en cuenta que Greta viajó en velero desde Europa a América, haciendo una travesía de 14 días para que su huella de carbono fuera mínima. Greta Thunberg es vegana. Desconozco si Greta tiene para ello razones éticas relacionadas con la explotación y el sufrimiento de los otros animales, razones de justicia para dejar de consumir carne y productos de origen animal, aunque me atrevería a decir que sí (como las tiene un inmenso y creciente número de jóvenes). Pero sí sabemos que Greta es vegana por las mismas razones por las que no coge aviones: para frenar el cambio climático.

No son razones que se haya inventado una niña malhumorada, sino razones ampliamente expuestas por numerosos y respetables científicos y expertos en medio ambiente. Sus estudios demuestran que el 51% de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de la industria ganadera: 86 millones de CO2 a la atmósfera en 2015, así como de otros gases tóxicos (94% del amoniaco, del 61,8% de metano o 77,1% de óxido nitroso). Que la industria ganadera es responsable del 90% de la deforestación del Amazonas, al destinar la selva al cultivo de pastos y forraje. Que la industria ganadera consume en un año en España 48.000 millones de metros cúbicos de agua potable. Que la industria ganadera es responsable de la contaminación de los recursos hídricos: en 2015, más de 60 millones de metros cúbicos de purines procedentes de los animales cautivos en granjas. Todo ello ha sido ya debidamente documentado, tal y como recoge el estudio de Greenpeace La insostenible huella de la carne en España.

Todo ello debería ser tenido en cuenta por quienes van a abrir la botella con el SOS de Greta. Porque en su mensaje también está su veganismo. Y si se apoya y asume su mensaje ha de apoyarse y asumirse su veganismo. Lo cual significa tomar medidas. La primera ha de ser atreverse a mencionarlo desde las mismas instituciones que van a ayudar a Greta a venir a España. Atreverse a mencionar que el consumo de carne y productos de origen animal es insostenible desde la emergencia climática (ya que la emergencia ética no parece resultar suficiente). No silenciar esa parte esencial del discurso y el compromiso de Greta. Hacerlo, silenciarlo, supondría una manipulación inaceptable, un mutilación de su mensaje que solo respondería a los cálculos electoralistas de los que se acusa al Gobierno. En este sentido, cabe confiar especialmente en la ministra Ribera, que ha hecho más de una vez mención de sus razones éticas y tiene bajo su responsabilidad las razones ecológicas. Hay que recibir a Greta con los brazos abiertos y con menú vegano.

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