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Si tu equipaje (de derechos laborales) supera las dimensiones máximas de Ryanair, te quedas en tierra

Ryanair cobrará por el equipaje de mano a partir de noviembre

Isaac Rosa

Si has viajado en avión, ya conoces esos cajones metálicos (como el de la foto superior) que algunas aerolíneas ponen en los mostradores de facturación y puertas de embarque, para comprobar si tu equipaje de mano se ajusta a las dimensiones máximas permitidas: si tu trolley no cabe en el cajón, tendrás que pagar, facturarlo, o dejarlo en tierra.

La irlandesa Ryanair, que fue pionera en esa medida, ha decidido introducir un nuevo cajón para sus vuelos: uno para los derechos de sus trabajadores, un cajón estrecho y apretado, a la medida de su política laboral: si los derechos del empleado no caben ahí, se quedará en tierra. A la calle.

Así se lo planteó la empresa a su plantilla en Girona: les mostró un cajón azul y amarillo (colores corporativos) con la nueva talla laboral, y les dijo como a los pasajeros: lo que no quepa ahí, se queda en tierra. Y claro, los trabajadores no cabían en el nuevo cajón: se les salían los derechos por los lados, les sobraban la antigüedad, la categoría, la indemnización, y tres meses de empleo y sueldo al año. Y ya sabemos lo inflexible que es la compañía: o recortaban todo el sobrante, o a la calle.

Una mayoría de trabajadores (no todos) aceptó recortarse derechos laborales para seguir trabajando, porque la negociación resultó un chantaje: o encogían hasta caber en el nuevo cajón, o cerraban la base en Girona. Una “negociación” sin sindicatos, opaca, buscando acuerdos individuales y despidiendo de inmediato a quienes no aceptaron los nuevos términos. Puede sonar a coacción, pero se llama “democracia”, según el presidente de la compañía.

La política laboral de Ryanair no es ninguna sorpresa, su historial de incumplimientos, denuncias, amenazas y chantajes con los trabajadores es tan largo como su historial de incumplimientos, denuncias y malas prácticas con los viajeros. Pero les da igual, porque al final seguimos volando con ellos, que sale barato.

Pero en esto, como en casi todo en la vida, lo barato acaba saliendo caro: igual que el vuelo de diez euros acaba costándote bastante más cuando le sumas la interminable y abusiva letra pequeña, también el low-cost laboral nos acabará saliendo muy caro a todos. Hoy pierden los trabajadores de Ryanair, mañana tú o yo, si se confirma ese precedente.

Ryanair lleva años siendo pionera, desbrozando el camino a otros. Sus medidas son siempre discutidas (menos espacio entre asientos, equipaje de mano más pequeño, cobrar por facturar o por no llevar impresa la tarjeta de embarque), pero tarde o temprano se acaban generalizando en el sector. Y lo mismo pasará con su política laboral, ya verán.

Si nadie lo detiene, la caja metálica de los derechos laborales seguirá reduciéndose, hasta que no entre más que una mochilita mínima. Porque la talla a la que aspira Ryanair es la talla irlandesa, uno de los países con el mercado laboral más desmantelado de Europa.

Nunca culparé a los trabajadores, no querría verme en su situación, elegir entre susto o muerte, recortar o a la calle. Pero los clientes sí tenemos capacidad de elección, ¿no?

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