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Lo que ha dejado la huelga de basura

Los desperdicios se acumulan en las calles de Málaga tras cuatro días de huelga de basura.

Néstor Cenizo

La estampa es esta: en el pasaje de Chinitas, allí donde está el café en el que, según Federico García Lorca, le dijo Paquiro a su hermano aquello de “soy más valiente que tú, más torero y más gitano”, una pareja italiana apura dos cafés después de dar cuenta de varias raciones de pescaíto frito. Rondan los 60. Aldo reposa encantado, se gira a su derecha y asiente con gesto de aprobación, como dirigiéndose al pescado expuesto en una vitrina (navajas, calamares, boquerones, salmonetes). “Mucho mejor que en Roma”, dice. Cristina, que así se llama ella, asiente. Luego mira al frente, veinte metros más allá, y alza la barbilla con parsimonia. “¿Y eso?”, pregunta con más curiosidad que asco. “Es que hay huelga porque le quieren quitar dinero a los trabajadores”, responden desde la bodega. “¡Ah!”, replica Cristina. “En Italia e frecuente, pero no días, ¡años! Y en Napoli, e grosso problema. ¡Me per fortuna e inverno!”, zanja.

“Eso” es una gigantesca mole de bolsas de basura al fondo del pasaje. Es mediodía, y si uno llega a ese cruce de Chinitas con la calle Fresca, y gira la cabeza a derecha e izquierda, descubre que la mole se extiende a lo largo de un callejón de apenas dos metros de ancho, en el que se alzan bolsas de basuras sobre cajas de cartón, que se apoyan a su vez sobre otras. Una hilera de raspas de pescado, y de restos de fruta y de palés, de unos quince metros de largo, quizá dos de altura y uno de ancho. Por el pasillo que la mugre no ha conquistado pasa la gente, más locales que turistas, y se tapan la nariz. “Nosotros cada día producimos por lo menos dos bolsas. Y no podemos guardarlas aquí… ¡Es pescado!”, explica un cocinero de la Bodega El Quitapenas. Alguien se pregunta qué hubiese pasado en verano, como si no hubiese ocurrido [la última huelga de limpieza de la ciudad fue en junio de 2002]. Y entonces un compañero cae en la cuenta: “¡Pues para mañana dicen que va a llover! Va a quedar muy bonita la basura revuelta y chorreando hasta aquí…”.

Es lunes, cuarto día de huelga de limpieza en Málaga. La noche anterior, 1.200 toneladas de basura afeaban la ciudad. Los comerciantes y hosteleros comienzan a desesperarse: José Luis Ramos, presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Málaga (AEHMA), cree que los trabajadores de Limasa no han medido las repercusiones de realizar un paro indefinido en estas fechas. “Llevamos diciendo desde el principio que pedíamos comprensión y solidaridad, y ahora muchos empresarios contratan por dos días o a diario, o no contratan”, lamenta. Enrique Gil, presidente de la Federación de Comercio de Málaga, explica que han recomendado a los comerciantes que mantengan los residuos en sus instalaciones el mayor tiempo posible. “Sobre todo plásticos y cartones, aunque si dura la huelga, ya no podrán”, apunta. El porcentaje de ventas de algunos comercios durante estas fechas oscila entre el 15% y el 20%, aunque puede llegar al 30% anual, según sus datos.

En la plaza de Jesús de la Pasión, una montaña de bolsas de basura se levanta justo delante de La Taberna de Álvaro. Juan Mir es el encargado, y explica que cada mañana traslada muchas desde su pequeña terraza a la montaña, que no deja de crecer: “Yo no creo que a lo que hay se le pueda llamar servicios mínimos: vienen, se llevan dos y al momento alguien llega y echa cuatro”. Esta plaza está rodeada de bares de copas, que durante estos días abren excepcionalmente por la tarde, y no sabe por qué hace poco retiraron de aquí los contenedores destinados a papeles y cartones y al vidrio.

Si no lo hubieran hecho, habría tenido una hoguera a la puerta de su local. En calle Nosquera, a cincuenta metros de La Taberna de Álvaro, están los restos de tres contenedores: sólo uno de color azul resiste en pie, flanqueado a un lado por los restos achicharrados de una masa verde que apenas puede contener las botellas que se desparraman, y al otro por un plástico amarillo informe. Huele a quemado, y no a basura. En la esquina con Comedias, un barrendero de Limasa con una acreditación de “servicios mínimos” recoge dos cartones tiznados. Lamenta, sin que le sobre una palabra, los efectos de esta huelga. Un compañero más hablador se le une y suelta esta retahíla: “Esta mañana me iban a pegar. Me insultaban, y yo le decía 'Que sí, señora, que sí; lo que usted diga' ¡Cómo si yo tuviera la culpa de todo. Que vayan al alcalde y al sindicato. Yo tenía que darme de baja. Con la edad que tengo, me tenían que echar…”. “¡Es que te han cogido cariño!”, replica un tercero. Es mediodía, y se dirigen al cuartelillo que está algo más arriba, en la calle Tejón y Rodríguez. Al menos diez policías custodian el local, pero todo está en calma.

Los servicios mínimos del centro de la ciudad, donde se concentra un gran número de bares y restaurantes, han cubierto hasta ahora el 65% de la prestación habitual, pero el Ayuntamiento de Málaga pidió a la Junta de Andalucía que los incremente, justo después de que concluyera sin acuerdo la reunión con el comité de empresa. José Luis Ramos, de AEHMA, asegura que los empresarios del centro y la propia asociación contratarán la instalación de contenedores para poder depositar allí los residuos que ellos mismos generen.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, decretó este lunes la contratación de empresas para retirar residuos de las zonas críticas donde no se garanticen “la seguridad y la salubridad”. El decreto se basa en informes de la Policía Local y de los servicios sanitarios municipales. Las actuaciones se realizarán “con carácter puntual, inmediato y transitorio”, por lo que el consistorio entiende que no se vulnera el derecho a la huelga. El primer punto sobre el que se actuó, poco antes de las 18.00, fue el lugar descrito al comienzo de este texto: la calle Fresca.

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