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Accidentes, aglomeraciones, nuevos negocios: Pokémon Go ya interfiere en la vida real

Ash, Venusaur, Charmeleon y Blastoise

José Cervera

Ha sido todo un pelotazo veraniego, una empresa haciendo el agosto en pleno julio; el lanzamiento de Pokémon Go ha superado todas las previsiones adelantando a Tinder en menos de dos semanas y acercándose ya a las cifras de Twitter, mandando a millones de personas a la calle y provocando miles de titulares entre sorprendidos y vagamente irritados ante la novedad y su éxito. Hordas de jugadores en plazas y sitios públicos, accidentes causados por la caza de los animalejos virtuales, uso de la aplicación por parte de criminales para realizar atracos y hasta el descubrimiento de un cadáver al jugarlo han copado las noticias los últimos días, junto con los habituales editoriales y columnas alertando de que el fenómeno es heraldo del inminente fin de la civilización. Ya se conoce un caso de entrenadora profesional de Pokémon a disposición de los interesados en Craiglist.

El mecanismo del juego es simple pero brillante: se trata de andar en el mundo real con el teléfono móvil a mano. En la aplicación el mundo real tiene superpuesta una capa de universo imaginario en la que hay lugares especiales; la única manera de alcanzarlos es ir físicamente a su equivalente analógico. Para capturar nuevos Pokémon (las bestezuelas en las que se basa el juego) o para entrenarlos y combatir con ellos para que crezcan y evolucionen hace falta visitar físicamente los llamados Gimnasios Pokémon, lo cual asegura no solo que los jugadores hagan ejercicio físico, sino también que se relacionen personalmente entre ellos. Por el camino existen lugares específicos que otorgan cualidades y puntos especiales; el juego es gratuito pero incorporará la opción de adquirir ciertas ventajas por dinero. Sobre todo el fulgurante éxito de la aplicación se debe a un factor: el juego es divertido, y los más jóvenes lo reconocen y aprecian.

Inconvenientes sociales

De hecho Pokémon Go se ha transformado ya en la aplicación de realidad aumentada más descargada y usada de la historia (de hecho el juego más descargado en EE UU) sobrepasando tanto a plataformas como Layar como a juegos anteriores como el español Invizimals (para la consola PSP). Y como tal en un anticipo de las ventajas y también de algunos de los peculiares inconvenientes con los que la sociedad se va a encontrar con la extension y generalización inminente de esta tecnología. Porque cuando se colocan mundos imaginarios sobre el universo real pueden pasar cosas muy extrañas.

Y no hablamos ya de los accidentes que se están produciendo, más producto de la falta de familiaridad con el juego y sus consecuencias que amenazas reales a largo plazo, sino a problemas sociales, económicos y muy pronto legales que ya están surgiendo con Pokémon Go. Porque las localizaciones físicas, las propiedades inmobiliarias, tienen aparejadas características, derechos y deberes de los que las virtuales carecen; cuando las dos ocupan el mismo espacio físico pueden aparecer conflictos. Y cuando hay tanta gente jugando, los conflictos aparecerán sin duda.

Un ejemplo: en los EE UU el Museo del Holocausto y el cementerio nacional de Arlington en Washington DC han solicitado al público y a la empresa responsable que estos lugares no sean utilizados para jugar; lo mismo han pedido los responsables del Memorial de Auschwitz, en Polonia. Se han visto pequeñas multitudes en cementerios alrededor de un Gimnasio Pokémon situado (virtualmente) en una lápida. Y en España los primeros jugadores (el juego ha arrancado con unos días de retraso) ya han descubierto poblaciones de Pokémon dentro de la Catedral de la Almudena en Madrid, lo que puede que aumente las visitas pero de seguro será desagradable para la jerarquía católica. Es decir que lugares de culto o conmemoración que socialmente se consideran como merecedores de especial respeto no lo tienen en el mundo virtual del juego. Y esto es un problema.

Esto no es todo: la superposición de realidades puede tener efectos económicos reales, ya que los lugares clave del ‘pokespacio’ están atrayendo público a afortunados negocios que se han encontrado con un inesperado aumento de los parroquianos gracias a la aplicación (y a su rápida capacidad de respuesta). Circulan por Twitter los carteles que avispados comerciantes están poniendo en las tiendas que tienen la suerte de ser puntos clave en el universo Pokémon, por ejemplo restringiendo la captura de criaturas a los clientes de pago (como el uso de los servicios).

El potencial económico de que tu lugar real esté marcado como importante en el mundo virtual se ha revelado de modo espectacular. ¿Cuánto tiempo hasta que Niantic Labs, la empresa responsable, cobre a los negocios por anunciarse en el mundo Pokémon Go? ¿Querrá una participación en los beneficios generados? ¿Tendría derecho a ella?

No solo eso: la compañía podría también cobrar por lo contrario. Como descubrió Boon Sheridan, un diseñador de Holyoke, en Massachussets, las cosas se pueden complicar cuando te encuentras un Gimnasio Pokémon en tu propio hogar. La casa donde vive Sheridan fue hace 40 años una iglesia, por lo que debe aparecer como un lugar de acceso público en algunas bases de datos, de modo que Niantic Labs decidió colocar allí uno de esos centros donde la gente entena y hace combatir a sus Pokémon. El resultado son aglomeraciones de personas en las proximidades de la casa a todas horas; muy educados y mirando a sus teléfonos, pero aglomeraciones.

Las consecuencias de esto van más allá de la anécdota; en su cuenta de Twitter Sheridan especulaba con las derivaciones económicas y legales de la situación. ¿Afectará el continuo trasiego de gente al valor de la propiedad? ¿No confundirá la policía las idas y venidas con la marca de un lugar de tráfico de drogas? ¿Qué pasa si hay un accidente debido a la aglomeración en las proximidades del edificio, es responsable el dueño real o el virtual?

¿Tiene el propietario derechos legales o económicos, o un mecanismo para solicitar la exclusión de su edificio como punto clave? ¿Se pueden al menos limitar los horarios de visita para evitar el uso de ciertas localizaciones a horas concretas? De crearse mecanismos limitadores, ¿tendrán implicaciones políticas al concentrar los lugares importantes en zonas ricas en detrimento de las pobres, o en barrios acomodados en perjuicio de los suburbios? ¿Puede la distribución de Pokémon y de lugares tener connotaciones racistas o clasistas?

Es muy probable que el éxito de Pokémon Go dé un gran empujón a la realidad aumentada, un concepto especialmente potente acoplado con la geolocalización a la hora de presentar información de interés en su contexto. Pronto interfaces como los sistemas HUD que ya incorporan muchos coches o las gafas de realidad virtual abrirán nuevas aplicaciones a la tecnología, desde publicitarias (anuncios vinculados al lugar) hasta informativas (noticias o explicaciones localizadas geográficamente) pasando por todo el espectro imaginable (juegos, citas, turismo, etc). Cuando esto ocurra este tipo de conflictos entre el mundo virtual y el real se harán mucho más comunes y enconados: nuestros legisladores tendrían que empezar a pensar en cómo legislar para que la integración de los dos reinos se pueda hacer de un modo razonable sin que nadie pierda derechos ni gane excesivas ventajas. Porque el éxito de este juego y los problemas que está empezando a causar son solo advertencias de lo que ha de venir, que será pronto.

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