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“No entiendo que el ideal del Estado sea que la cultura la financie Coca-Cola, por decir una empresa”

El Círculo de Bellas Artes seguirá resistiendo sin ayudas, afirma su director, Juan Barja.

Prado Campos

“Que no me digan que los españoles nos hemos comido el dinero porque no es verdad”. Juan Barja está quemado, y mucho, con la situación económica actual. Y no es para menos. La institución que dirige, el Círculo de Bellas Artes (CBA), ha sufrido uno de los recortes de las ayudas públicas más brutales de los últimos años. Algo que no es ajeno al conjunto de las instituciones culturales españolas, que necesitan del dinero público para sobrevivir, pero que en este caso ha constituido un tijeretazo del 90% de las subvenciones.

“No entiendo un mundo en el que se gasta nuestro dinero en el rescate a la banca y no en la cultura, que es un deber –señala–. Y no todo ha sido el aeropuerto de Castellón. Hay cosas imprescindibles y donde es más importante invertir que en el plan PIVE o los colegios concertados de la Iglesia”.

“Es muy raro lo que está pasando. Estamos pagando de nuestro bolsillo el rescate de la banca, que no es otra cosa que el mal negocio de unos necios que perdieron cantidades ingentes de dinero. Y esto pasa en toda Europa. No se puede mantener el Estado social pero sí puede financiar a los financieros –expone, rotundo, Barja–. España no está tan endeudada como dicen. Hay mucho dinero pero no para sostener la sanidad, la educación o la cultura. Cuando dicen que no hay dinero, es mentira”.

El director del CBA, institución privada sin ánimo de lucro con aportación pública, ya denunció públicamente en noviembre el dramático momento que pasa la institución cuando los presupuestos públicos determinaron que entre la Comunidad de Madrid y el Estado iban a aportar 270.000 euros y que el Ayuntamiento de la capital no iba a poner ni un euro (hasta entonces su parte suponía 200.000 euros). Un pequeño rayo de esperanza pareció brotar cuando se presentó una enmienda en el Congreso para que la cuantía del Estado aumentara de 120.000 a 500.000 euros, pero fue vetada por el PP frente al sí de toda la oposición, incluidos los partidos nacionalistas.

Así las cosas, de 2008 a 2014 el presupuesto del Círculo de Bellas Artes ha pasado de 8,3 millones de euros a 4,6 millones (de los que el 5,8% corresponden a subvenciones públicas), “y teniendo en cuenta que en el CBA tenemos un cine, una radio, cuatro salas de exposiciones, dos teatros, cinco seminarios, una revista...”, matiza Barja.

Esta actividad se traduce en una media que supera el millar de eventos anuales. Y sólo hay que citar algunos de los últimos, como las exitosas exposiciones de Chirino o Català-Roca o las previstas para este mes de Ouka Leele, Ricardo Piglia o la recién inaugurada 'Arqueología de la memoria reciente', para darnos cuenta de la incesante y fundamental actividad cultural del CBA para la ciudad.

Menos actividades y menos plantilla

Entonces, ¿cómo sobrevive el Círculo de Bellas Artes? “En este momento estamos aguantando. El CBA va a resistir, eso se lo aseguro, pero porque tenemos la confianza del público –que en 2003 no bajó de un millón de visitantes– y la empresarial”, responde Juan Barja. El mecanismo para resistir, explica el director, pasa por la reducción. Tanto de actividades como de plantilla.

A finales del mes pasado se despidió a nueve trabajadores del CBA para dejar la plantilla en 61. El resto, frente a los 100 empleados con los que contaba la casa en 2008, fueron salidas negociadas. “Han sido los únicos despidos que hemos hecho”, precisa Juan Barja, y, además, “llevamos dos años con bajada de sueldo para todos y tendremos que volver a negociar otra”.

Los visitantes, los alquileres de espacios y sus 3.000 socios constituyen, junto a los patrocinios, los medios por los que llegan el grueso de los ingresos privados al CBA.

Además de las campañas como 'Da la cara por el Círculo, da la cara por la cultura' que se impulsaron desde el año pasado, con un concierto en noviembre en el que numerosos artistas respaldaron la institución, cuentan con fórmulas de mecenazgo, ya sea individual, con los amigos colaboradores (donación de 100 euros al año), o benefactores (500 euros), o empresarial, a través del patrocinio corporativo con acuerdos como el que mantienen con Endesa de forma general y puntualmente con otras instituciones. La exposición de Chirino la pagó en parte Acción Cultural Española y la de Català-Roca, el Instituto Ramón Llull. Por esta vía estiman que ingresarán este año 400.000 euros.

Pero las colaboraciones con las empresas han existido históricamente para el Círculo de Bellas Artes. Para Juan Barja, la solución al problema actual que viven instituciones como la que él dirige no pasa ni acaba con la cacareada reforma de la Ley de Mecenazgo. Es un tema de concepción que atañe básicamente a las Administraciones Públicas. “No me gusta la imagen que se da de la cultura en la que parece que siempre se está pidiendo dinero”.

“Me vendría muy bien la mejora de la ley, pero hay algo perverso en esa idea. Puede ser más o menos discutible que el Gobierno ponga el dinero en uno u otro sitio, pero lo que no acabo de entender es que el ideal del Estado sea que la cultura la financie Coca-Cola, por decir una empresa, quitándole impuestos”.

“Al final, la decisión de dónde invertir dependerá del responsable de marketing de la empresa de turno, y eso es desastroso”. Y se pregunta: “¿Por qué no pedimos dinero y mecenazgo para la banca en vez de para algo público como es la cultura, o para los universitarios, como se dijo hace poco?”.

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