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Así detienen en Marruecos a los activistas por los derechos humanos

Ouafaa/ Imagen cedida

Sara Vila/Bernat Marco

Tánger (Marruecos) —

Ouafaa Charaf se perdió la visita de los Reyes españoles a Marruecos. Tampoco ha podido ver la final del Mundial de fútbol, ni la semifinal. Mientras Felipe y Letizia visitaban la tumba de Hassan II, padre de Mohamed VI recordado por la dureza de sus 'años de plomo', Ouafaa se enfrentaba a un juicio al que acudió en brazos de dos agentes de la policía marroquí, ya que no puede caminar. Se enfrenta a una acusación de falsa denuncia, y junto a ella juzgan a su compañero Boubker ElKhamichi por “dificultar una investigación policial”. Ambos pertenecen al movimiento 20 de Febrero, organización que surgió con la eclosión de las primaveras árabes en el año 2011.

Además, Boubker es un histórico activista marroquí que se ha dedicado a organizar el sindicalismo en la zona franca de la ciudad, denunciando la explotación a las trabajadoras de empresas textiles -que fabrican para firmas como Zara o Mango- y a las peladoras de gambas. También es conocido por formar parte de la Red Chabaka, que presta apoyo a los migrantes subsaharianos que sufren la persecución policial y el racismo en el régimen de Mohamed VI. Personas como Boubker y Ouafaa anhelan un Marruecos democrático, aunque a veces les impidan caminar. Literalmente.

La historia de Ouafaa empezó el 27 de abril, cuando fue secuestrada por varios agentes de las fuerzas de seguridad marroquí sin identificar tras una movilización convocada por la Confederación de Obreros de Tánger. En aquella concentración también estaba Boubker, que ahora recuerda aquel sábado desde una silla de un local que es sede de varios movimientos sociales de la ciudad. “Al acabar la protesta la cogieron, le vendaron los ojos, la insultaron, le pegaron y luego la dejaron tirada a 12 kilómetros de Tánger en la carretera que va a Rabat”, explica.

El secuestro se produjo cuando Ouafaa se dirigía a coger un 'petit taxi' en Beni Makda para volver a casa. En aquella protesta ella lanzó las consignas altavoz en mano. Esa misma noche, Boubker la llamó por teléfono para comentar el éxito de la protesta y fue entonces cuando se enteró de lo ocurrido. Fueron al hospital, donde recibieron un parte médico de lesiones y unos días después denunciaron el caso ante el procurador del rey de Tánger, Mohamed Faris.

Pero el calvario de Ouafaa no había hecho más que comenzar. Tras presentar la denuncia se inició la investigación, durante la que los cuerpos de seguridad parecían estar más interesados por encontrar contradicciones en los testimonios de ella y su familia que por llegar a los agresores. La dureza de los interrogatorios provocó en Ouafaa varias crisis nerviosas que la llevaron al hospital en un coche policial, pero no recibió la atención médica apropiada, solo pinchazos que la dejaban sedada durante horas. Finalmente y por su cuenta, consiguió ponerse en manos de un psiquiatra privado que elaboró un informe en el cual explicaba que su estado de salud no le permitía testificar.

Pero no sirvió de nada. El pasado miércoles, hace justo una semana, Ouafaa fue recogida en su domicilio y llevada a comisaría para someterla de nuevo a duros interrogatorios. Desde aquel día continúa presa y las torturas la han dejado en un estado lamentable. Boubker pudo comprobarlo, ya que también a él lo llevaron a declarar y, al negarse a hacerlo para evitar que sus palabras fuesen manipuladas, fue enviado al calabozo, en donde pasó una noche. Allí escuchó los gritos de Ouafaa, que no era capaz de contestar a sus palabras de cariño.

“No eran gritos, eran aullidos”

“No eran gritos, eran aullidos”, matiza antes de cerrar los ojos y suspirar. También la pudo ver salir de su celda, cuando la arrastraban a un interrogatorio. “No podía caminar, no entiendo qué pudieron hacerle para que esté en ese estado”. Boubker recuerda sus años en la cárcel durante el reinado de Hassan II: “Sí, nos torturaban, pero cuando íbamos a juicio podíamos mantenernos en pie”. Ante la injusticia de la situación, el histórico activista social inició una huelga de hambre durante su estancia en la comisaría y se negó a tomar sus medicamentos para el corazón y la diabetes. Un día después fue puesto en libertad a la espera del juicio que estaba previsto para el pasado lunes y que se pospuso hasta el mes de agosto. Lo acusan de dificultar una investigación policial. Ouafaa ha sido trasladada de los calabozos de la comisaría a la cárcel pendiente de juicio.

Según explica Boubker, la intención de las autoridades marroquís es impedir que se sepa que en Marruecos hay una represión tan dura de los movimientos sociales. “Quieren presumir de que esto es una democracia, de que cumplen los Derechos Humanos, de que Marruecos es un Estado de Derecho... nada más lejos de la verdad”. En cuanto a Ouafaa, “la quieren destrozar, que no le queden ganas de volver a manifestarse”, lamenta. Y no se trata de un caso aislado, ya que el propio Boubker recuerda otro similar en Casablanca protagonizado por el activista Ossama Housn, también integrante del movimiento 20 de Febrero.

La Asociación Marroquí por los Derechos Humanos organizó el lunes una concentración ante el Tribunal de primera instancia de Tánger, en donde se esperaba que se celebrase el juicio. Los asistentes pedían la puesta en libertad sin cargos para los dos acusados. Y es que a pesar de los aires reformistas que anunciaba Mohamed VI como respuesta a las primaveras árabes, los movimiento sociales temen vivir de nuevo un reflejo de aquellos 'años de plomo'. En Marruecos no se palpa ninguna transición a la democracia, la esperanza es que gente como Boubker u Ouafaa nunca dejen de caminar.

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