Cuántos inmigrantes caben en un nicho electoral

Imagine usted que se llama Mariano Rajoy y es presidente del Gobierno. Resulta que ya ha recortado todo lo recortable y, llegado a un punto, ha decidido ir un paso más allá: usted ordena sacar de la sanidad universal a los inmigrantes sin papeles. 

Usted sabe que con eso no se ahorra gran cosa, sabe que los hospitales no se colapsan por la inmigración sino por la falta de recursos o gestión, pero intuye que poner el foco en los inmigrantes le va a dar unos buenos aplausos. Populismo de manual, de ese que resuena a tecnócrata.

Pero resulta que no le funciona. Que no solo no le aplaude nadie sino que descubre que ante usted hay una sociedad que ha aprendido a inmunizarse ante los truquitos que persiguen enfrentar a débiles con débiles para que dejen al fuerte en paz. No, señor presidente, la culpa de la crisis no la tiene mi vecino senegalés al que están desahuciando. Puede usted llenar de concertinas y titulares amenazantes nuestras portadas, pero ya no cuela.

Así que usted, en la piel de Rajoy, decide destituir a su ministra de Sanidad y poner una cara más amable, Alfonso Alonso. Y le manda usted a Alonso que diga que, ahora que lo peor de la crisis ha pasado (sic), va a “devolver” - ay, santa caridad - unos cuantos derechos sanitarios a los inmigrantes. Harán una tarjeta sanitaria especial para ellos, sí. Eso debería suavizar antes de las elecciones su imagen despiadada ante una sociedad que quizá tolere el mensaje de la austeridad pero no el de la deshumanidad. Hasta Esperanza Aguirre se da abrazos con señoras negras en la campaña de las municipales.

Pero espera que llegan las elecciones catalanas. ¿Y a quién presenta usted? Pues... ehhh... mire usted... a Xavier García Albiol, cuya mayor trascendencia fuera del lugar donde es alcalde tiene que ver con su discurso xenófobo para “limpiar” las ciudades de inmigración, y no precisamente con una regularización de esos vecinos empadronados, que pagan IVA cada vez que compran, pero no tienen permiso de residencia. Su presencia es tan minoritaria en Catalunya que en realidad ese guiño populista destinado a los barrios donde a veces la convivencia entre pobres se resiente es lo único que sí le puede dar un poquito de energía electoral. 

La situación tiene su miga. Tiene usted a su ministro diciendo que los ciudadanos sin papeles van a ser atendidos en sanidad primaria y por especialistas, porque es lo que le da votos, pero lanza a un candidato xenófobo en Catalunya, porque es lo que le da votos. Para dejar pasar el problema, decide aplazar la decisión de crear la tarjeta sanitaria especial para inmigrantes. 

Bien previsto, porque, claro, empieza la campaña en Catalunya y García Albiol se descuelga con que su “primera medida social” [sí, ha dicho “primera” y ha dicho “social”] será retirar la asistencia sanitaria a inmigrantes sin papeles. Él sabe que no tiene ninguna oportunidad de gobernar, pero lo dice porque le da votos en su particular carrera por tener mejores resultados que su antecesora Alicia Sánchez Camacho. La cosa es que promete exactamente lo contario de lo que ha prometido Rajoy.

Y ribete final. Es usted Rajoy y Cristina Cifuentes, que por encima de todo quiere dejar claro que ella es un PP mucho más moderno que la caspa con la que ha decidido militar, se planta y le dice, oye, si el Ministerio no se mueve ya me muevo yo. Cifuentes anuncia que va a poner en marcha esa tarjeta anunciada y luego congelada por Rajoy. Mientras tanto, ordena que cualquier inmigrante sea tratado en los centros sanitarios madrileños, tenga papeles o no, a la espera que se aclare la cosa. 

Y así es como siendo usted Rajoy, tiene a su gobierno en precampaña haciendo una cosa, a un candidato en Catalunya diciendo la contraria y a una presidenta autonómica yendo por libre. Los tres jugando su propio juego y defendiendo cosas contradictorias. El paciente, sobre la camilla, mira espantado a los ojos de estos tres cirujanos temerarios.

Desde 2012 hemos tenido que contar muertes (Alpha Pam, Soledad Torrico, Jeanneth Beltrán...) y un reguero de tragedias personales consecuencia del final de la sanidad universal en España. Llegan las elecciones de 2015 y averiguaremos cuántos inmigrantes caben en un nicho electoral, en la fosa del cinismo.