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Dos de cada diez perceptores de la RGI son trabajadores pobres

La Cumbre Social llama a movilizarse contra la pobreza y la desigualdad

Eduardo Azumendi

A pesar de contar con un trabajo, miles de trabajadores vascos tienen que recurrir a la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) para poder complementar su salario. Es lo que se conoce como trabajadores pobres. Cada vez son más los trabajadores que se encuentran en esta situación debido a las secuelas que ha dejado la crisis, que la recuperación económica no logra enmendar. La existencia de trabajadores pobres rompe con una de las premisas básicas de los Estados sociales, que basan en el empleo la principal fuente de bienestar. En un intento de que no se descuelguen del mercado de trabajo y traten de subsistir solo con las ayudas sociales, la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) cuenta con los estímulos al empleo, es decir, que complementa esos bajos ingresos de los trabajadores. En la actualidad, casi 12.000 trabajadores recurren a la RGI para alcanzar unos ingresos dignos y que les puedan garantizar la subsistencia. En concreto, con los datos de diciembre de 2017, eran 11.993 los trabajadores que recurrían a estos complementos. Es decir, el 20% del total de perceptores de la RGI.

A medida que el sueldo es mayor, el complemento de la RGI desciende. La ley establece que aquella persona que ingrese entre 0 y 1.011 euros mensuales netos tiene acceso total o parcial a la RGI y, en su caso, a la prestación de alquiler (250 euros más). Por encima de unos ingresos de 1.011 euros ya no se concede la ayuda, pero sí que se puede solicitar una Ayuda de Emergencia Social (AES) en un momento dado.

En estos momentos, los principales colectivos que se benefician de la Renta de Garantía son los jubilados con pensiones muy bajas y las personas sin ningún tipo de ingreso económico.

La introducción de los estímulos al empleo dentro de la RGI se debe a que nadie piense que le resulta más rentable vivir de las ayudas sociales que trabajando, aunque sea de manera precaria. La proliferación de los contratos temporales e incluso a tiempo parcial han desembocado en esta figura de los trabajadores pobres.

Los sindicatos se quejan de que los trabajadores que entran nuevos en una empresa sufren lo que se conoce como doble escala salarial. Los que estaban en plantilla mantienen el salario a duras penas, pero los nuevos quedan muy por debajo, con lo que se pueden encontrar salarios que oscilan desde los 400 a los 600 euros al mes por jornadas de seis u ocho horas. La pregunta es: ¿puede ocurrir que al final sean estos trabajadores los más numerosos entre los perceptores de las ayudas sociales?.

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