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¿Afectan los nombres de los partidos a su resultado electoral? Esto es lo que opinan los expertos

Pablo Iglesias durante la asamblea ciudadana de Podemos.

Irene Castro

Podemos estudia con qué nombre presentarse a las elecciones; el PDeCAT se presenta bajo el paraguas Junts Per Catalunya; Donald Trump se convierte en presidente de EEUU sin el respaldo de su partido; Emmanuelle Macron preside la república francesa con una organización bautizada En Marcha meses antes de las elecciones... ¿Existe un fenómeno nuevo? ¿Importa el nombre de las candidaturas a la hora de votar?

Los expertos consultados por eldiario.es coinciden en que la nomenclatura de las distintas opciones electorales afectan a su reputación al igual que sucede con las empresas, las marcas o los servicios. Ahora bien, hay elementos o problemas con los que la sola modificación del nombre no puede acabar.

“La reputación de las marcas importa en cualquier organización. Eso explica por qué los partidos tratan de cambiar las siglas para romper con el pasado o con planteamientos estratégicos. Las siglas denotan toda su historia, a veces es un activo y a veces es un pasivo”, explica el profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III, Lluís Orriols.

Uno de los ejemplos más reciente es el del PDeCAT. La formación de Carles Puigdemont renunció a presentarse el 21D con su nombre y optó por Junts Per Catalunya –una emulación a la candidatura Junts Pel Sí que englobó a la antigua Convergència y a ERC en 2015–.

A juicio de Orriols, en el imaginario colectivo habrían estado los desaciertos y problemas de la antigua Convergència: “Creo que no les hubiera ido mejor. Junts per Catalunya les permitía deshacerse de los pasivos de Convergència y asociarse a la nueva idea del presidente legítimo”, señala el politólogo.

La idea de que el pasado pesa para bien y para mal también la tienen presente en el PSOE. “El partido tiene mochila en algunos sitios”, señalan desde el departamento de comunicación de Ferraz, donde reconocen que ser un partido centenario puede sumar pero también restar.

“La cartelización sí es una tendencia electoral”

Desde la llegada de Pedro Sánchez al liderazgo en 2014, sus asesores potenciaron su imagen por encima de la del partido. Era una de las críticas que recibía el secretario general, pero sus asesores estaban convencidos de que electoralmente su imagen vendía más que las siglas. Sin embargo, la dirección cree ahora que tras el proceso de primarias “nadie tiene dudas” de que se trata de un “nuevo PSOE”.

“La cartelización sí es una tendencia electoral”, afirma la consultora política y asesora de comunicación Imma Aguilar: “Cada vez interesa más la marca personal que la marca partido. Una tendencia muy interesante, sobre todo en América Latina, son los candidatos sin partido, la movilización como plataforma de los nuevos proyectos políticos, no el partido”. “Eso en España se está notando cada vez más”, expresa Aguilar, que pone como ejemplo a Inés Arrimadas porque entiende que se votó a la candidata por encima de Ciudadanos. El rostro de Pablo Iglesias aparecía en la papeleta de Podemos en las elecciones europeas.

Las plataformas ciudadanas que se aglutinaron con distintos nombres fueron un fenómeno en las elecciones municipales de 2015. Podemos participó de algunas de ellas, como Ahora Madrid o Barcelona En Comú. “Que Podemos pierda sus siglas en plataformas ya implantadas, como En Comú, se explica por elementos de coalición. Se trata siempre de una negociación con otras fuerzas –señala Orriols–. Unidos Podemos se asocia más a una coalición electoral que a una estrategia de marca”.

En el caso de Podemos, varios de los expertos consultados por eldiario.es coinciden en que cambiar el nombre es contraproducente. “Podemos y Ciudadanos son las primeras dos grandes fuerzas de ámbito nacional que no incluyen la palabra partido en su denominación. Es verdad que existieron UCD y Alianza Popular, pero ahora los otros dos grandes, PP y PSOE, usan ”Partido“ en su nombre. Formalmente son partidos pero la oferta política y electoral busca romper con lo que supone el bipartidismo”, asegura el asesor de comunicación Antonio Gutiérrez Rubí

“Combaten a los dos grandes partidos y lo hacen usando una identidad que parte de un sujeto distinto. Podemos es un nosotros y Ciudadanos un sujeto colectivo. El nombre dice mucho del proyecto político. El naming es fundamental para una oferta política, una marca o un servicio. Tiene mucha influencia. Ponen el centro en los sujetos y no en la organización. PSOE y PP hablan de la organización; Ciudadanos y Podemos hablan de la gente”, agrega Gutiérrez Rubí, que ve normal que cuando hay un “desgaste” se utilice como una de las “estrategias” el cambio de nombre para “romper la inercia”.

“Podemos es un ejemplo de buen nombre”

El director creativo de Damenáme –una empresa de naming que ha contactado con Podemos ante la posibilidad de que quiera ir a las elecciones con otra nomenclatura– asegura que el nombre es importante y que en el caso del partido de Pablo Iglesias es acertado: “Podemos es un ejemplo de buen nombre porque es imposible saltártelo en un discurso. El resto de partidos lo mencionan en sus discursos”, explica Sergio Ituero, que también considera que Ciudadanos es “muy buen nombre porque es una palabra arraigada”.

“La tendencia es a eliminar las siglas, que son algo del pasado. PSOE y PP son muy cacofónicos. PNV es absurdo porque contiene la palabra pene en su lectura”, dice Ituero a modo de ejemplo. El responsable de Damenáme, que se ha puesto a disposición de Podemos, considera que no es una “buena estrategia” cambiar el nombre porque “despista, es confuso y divide la marca”.

“Es un error –coincide Aguilar–. Podemos tiene uno de los nombres más poderosos porque colectiviza, habla en primera persona del plural, y es un verbo. La tendencia es a llamar a los partidos con verbos dinámicos”. Para la asesora de comunicación cambiar el nombre en este caso es “como echarle la culpa al árbitro cuando el equipo no funciona”. “No es un problema de nombre lo que tiene Podemos”, sentencia.

En esa misma línea, Orriols duda de que el “problema” sea de “marca o de estrategia”. “Las refundaciones tienen que ir asociadas a cambios fundamentales (personas, planteamientos...) cuando se quiere hacer un punto y aparte. Si Podemos quiere reorientar su línea no veo motivo para que tenga que cambiar sus siglas”, zanja.

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