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“A mí lo que me quieren hacer es robarme la casa”

Maria Luisa ha conseguido permanecer en su casa gracias a la presión ciudadana// Fotografía: Olmo Calvo

Olmo Calvo

“A mí lo que me quieren hacer es robarme la casa” declara María Luisa Gracia, una de las mujeres que vive en el edificio que iba a ser derribado esta mañana.

En el inmueble, una casa unifamiliar situada en la calle Ofelia Nieto número 29 de Madrid, viven actualmente 10 personas y es propiedad de la misma familia desde el año 1954. Entre ellas están María Luisa Gracia, hija del propietario, su hermana, su hermano y sus dos hijas.

Pero un proyecto de remodelación del barrio incluye la ampliación de las aceras. Para poder llevar a cabo la obra, según el plan aprobado por la Consejería de Urbanismo, necesitarían seis metros cuadrados ocupados por parte de esta casa familiar. “Mi padre está dispuesto a que le expropien el espacio que dicen necesitar” asegura María Luisa Gracia, “pero la Concejalía de Urbanismo no lo acepta” sentencia.

El inmueble, una casa de dos alturas, está rodeada de edificios de cuatro y cinco alturas y detrás tiene unas parcelas propiedad del Ayuntamiento. “Aquí lo que quieren hacer es viviendas residenciales, lo de la acera es solo el pretexto, se trata de un negocio puro y duro” afirma María Luisa Gracia.

Pero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha fallado a favor de la Consejería de Urbanismo y ha ordenado la demolición de la casa con una indemnización de 326.000 euros después de que la familia lleve peleando en los tribunales desde el año 2004. “Nosotros no queremos los 326.000 euros, queremos seguir viviendo en esta casa” asegura María Luisa Gracia.

Hace nueve días recibieron una carta del Ayuntamiento de Madrid en la que les notificaba que su vivienda iba a ser derruida el 14 de agosto a las nueve de la mañana. Durante esos días se lanzó una convocatoria desde la Asamblea Popular de Chamberí con el apoyo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca para hacer una acampada el día anterior y resistir el desalojo y derribo a la mañana siguiente.

El martes por la tarde comenzaron a llegar las primeras personas con la intención de participar en la acampada que se convocó en la azotea de la propia casa bajo la vigilancia de coches de la policía municipal que se apostaron en las inmediaciones del edificio sobre las 17 horas.

Las 10 personas de la familia que viven allí recibían a la gente con bocadillos y bebidas frías. Y al anochecer ya había alrededor de 80 personas en el edificio, algunas en la puerta y otras en la azotea o en alguna de las diferentes estancias de la casa.

A las 22 horas un pequeño grupo se acercó por la calle Ofelia Nieto tocando instrumentos. Muchas personas se acercaron a ellos y finalmente cortaron momentáneamente la circulación. Fue entonces cuando dos coches de la Policía Municipal pararon y hubo algunos momentos de tensión, pero finalmente la gente abandonó la calzada.

Sobre las 00 horas se celebró una asamblea en la azotea de la casa en la que participaron alrededor de 60 personas y en la que se explicó la situación de la familia afectada por la orden de desalojo y se habló sobre la forma de actuar si llegaba la policía.

Mientras tanto varios coches de la Policía Municipal estacionaron muy cerca de la casa. Pasadas las cuatro de la mañana muchas de las personas que habían asistido a la acampada estaban durmiendo en la azotea y otras se encontraban en la puerta esperando para introducir materiales para poder apuntalar las puertas que traían en un coche. Cuando las personas que traían estos materiales llegaron, tres policías municipales se abalanzaron sobre ellas. Ante esta situación decenas de personas se interpusieron y alejaron a los policías con gritos de “¡fuera, fuera!”.

Después de ese momento de tensión, la gente acampada decidió cerrar completamente la puerta de entrada bloqueándola con puntales para intentar evitar que la policía pudiese entrar.

El resto de la noche transcurrió con tranquilidad hasta las siete de la mañana, cuando bruscamente aparecieron nueve furgonetas y cinco coches de la Policía Municipal desplegándose rápidamente frente a la casa. En cuestión de segundos, decenas de policías antidisturbios empujaron y alejaron de la puerta a las personas que habían ido llegando para apoyar a la familia. Rápidamente, los acampados que se encontraban durmiendo en la azotea se despertaron y comenzaron a gritar “vecino, despierta, derriban en tu puerta”. Al mismo tiempo, los policías rodearon el edificio y algunos vecinos se asomaron a las ventanas golpeando cacerolas.

La tensión crecía por momentos y cada vez llegaba más gente a apoyar la convocatoria de paralizar el derribo. Sobre las 7:30 de la mañana había más de cien personas en la acera frente a la casa.

Desde la azotea, la gente no paraba de gritar consignas y de poner música a través de unos grandes altavoces. Diferentes canciones reivindicativas sonaban en toda la calle mientras algunas personas lanzaban guantes de goma llenos de agua y algunos petardos a la carretera. Alrededor de las ocho de la mañana las personas que se encontraban al otro lado de la calle retenidos por la policía salieron corriendo hacia la casa. Los policías comenzaron a empujarles pero se vieron sobrepasados y un pequeño grupo consiguió llegar hasta la puerta y sentarse delante con los brazos entrecruzados.

Fue entonces cuando llegaron dos furgonetas de la UIP (Unidad de Intervención Policial).

Desde las 8 hasta las 9 de la mañana, los policías arrastraron a las personas que se habían sentado delante de la puerta de uno en uno alejándoles de la casa y se siguieron escuchando canciones reivindicativas y consignas de la gente desde la azotea como “este derribo, lo vamos a parar”.

Finalmente, a las nueve de la mañana los policías se retiraron y se marcharon en sus furgonetas y coches bajo los gritos atronadores de las personas que participaron en la paralización del derribo de “¡si se puede!”.

Inmediatamente, María Luisa Gracia se asomó a una ventana para agradecer a las personas que habían ido a apoyarla a ella y su familia. Varios chicos abrieron la puerta que permanecía bloqueada con puntales y todas las personas presentes celebraron la paralización del derribo.

Pero Manuel San Pastor, abogado de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que estaba allí presente ha recordado que al no tratarse de un desahucio no se paralizaba el proceso hasta que se fijase una nueva fecha. El Ayuntamiento de Madrid tiene hasta finales de agosto para desalojar y derribar la casa sin tener que avisar previamente. “Disfrutemos estos momentos pero que no se nos olvide que esto sigue” ha terminado diciendo el abogado.

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