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The Guardian en español

Trump presiona para cerrar la única sede diplomática de los talibanes

Trump habla con el presidente afgano sobre seguridad y contraterrorismo

Stephanie Kirchgaessner | Roma / Sune Engel Rasmussen | Karachi / Julian Borger | Washington

Donald Trump está presionando al presidente afgano, Ashraf Ghani, para que cierre una delegación talibán instalada en Qatar, que ha sido un canal para el diálogo durante más de seis años. Así lo indican varias fuentes familiarizadas con las discusiones que se han producido entre los dos países.

Se espera que Ghani esté de acuerdo con este cierre, pero todavía no se ha llegado a ninguna decisión final. El asunto se planteó durante una reunión entre los dos líderes la semana pasada.

El líder afgano considera que la delegación no oficial formada por 36 miembros instalada en Doha –que los propios talibanes llaman su “sede política”– no está haciendo nada para facilitar las conversaciones de paz, y que simplemente otorga legitimidad política a los puntos de vista de un grupo en Kabul como un mero instrumento de Pakistán.

Al parecer, Trump es reacio a mantener la sede talibán por varias razones. El presidente estadounidense la describe como una iniciativa fallida de su predecesor que no condujo a las negociaciones de paz que Obama esperaba. Mientras tanto, las monarquías saudí y de Emiratos Árabes han estado presionando por su cierre desde que se instauró, viéndola como un símbolo del prestigio diplomático de Doha, y de los lazos entre Qatar y EEUU.

Kabul inició una solicitud de cierre de esta sede, pero la palabra final la tiene el Gobierno de Qatar.

Según una fuente cercana a estos intercambios diplomáticos, la sede se ha convertido en un daño colateral del enfrentamiento continuo entre Arabia Saudí y Qatar. Arabia Saudí y otros tres países –Baréin, Egipto y Emiratos Árabes Unidos– llevan desde junio enzarzados en una disputa con Qatar porque aseguran que el país apoya a Irán y a los islamistas, y también porque financia el terrorismo. Qatar ha negado tales acusaciones.

Trump se ha ofrecido para mediar en la disputa, pero al mismo tiempo ha dicho abiertamente que comparte el punto de vista de Riad. Al parecer, el presidente planteó el problema que supone la sede talibán durante una reunión celebrada el pasado martes con el emir de Qatar, Tamim bin Hamad al-Thani.

En febrero, Ghani le dijo al ministro de Exteriores catarí durante una conferencia de seguridad celebrada en Múnich que la oficina talibán tenía que cerrarse. No se sabe si Tamim quiere cerrar o no esta sede. Lo que sí se sabe es que está ansioso por obtener apoyo desde Washington en un momento en el que su país vive un asfixiante bloqueo económico por parte de vecinos hostiles.

La comisión política talibán estableció una sede permanente en Doha en el año 2011, poco después de llevar a cabo sus primeros contactos secretos con EEUU en Alemania. Se convirtió en un punto de encuentro para la diplomacia talibán desde entonces, aunque un intento en 2013 para abrir una embajada formal fracasó ante la feroz oposición desde Kabul.

De manera inmediata, se obligó a los talibanes a retirar sus banderas y sus placas, pero se ha mantenido como una delegación no formal en Doha para establecer contactos diplomáticos. Estos contactos no se han traducido en conversaciones de paz sustanciales, pero han sido un canal para llevar a cabo acuerdos humanitarios destinados a reducir los estragos que han afectado a los civiles en una guerra de 16 años.

La sede ha conseguido logros parciales

La 'embajada talibana' desempeñó un papel decisivo en un intercambio de prisioneros en 2014 en el que EEUU transfirió a cinco prisioneros desde Guantánamo hasta Qatar, a cambio de un sargento de EEUU capturado, Bowe Bergdahl.

“Lo que me preocupa es que si la sede política talibán de Doha se cierra, el ala más dura del movimiento explote esta acción como una afirmación de que a EEUU no le interesa la paz. Otorgará a los miembros más extremistas una excusa perfecta para mantenerse fuera de las conversaciones de paz y para continuar con la lucha”, comenta Michael Semple, un experto en la región y profesor investigador visitante de la Universidad de la Reina de Belfast. “Los que más se beneficiarían serían los belicistas afganos”, añade.

Semple, que ha apoyado la colaboración política con el movimiento talibán, sostiene que permitir una delegación política en Qatar ha sido una “maniobra fundamental” a pesar de la falta de progresos significativos hasta el momento.

No está claro si los representantes talibanes en Doha serían expulsados. Muy probablemente serán arrestados si los mandan a Pakistán, que nunca ha apoyado esta sede, creada en parte como una forma de evitar a Islamabad para tener contacto directo con EEUU. En cualquier caso, al parecer que los talibanes no podrían mantener encuentros políticos ni diplomáticos allí, según cuenta una fuente a the Guardian.

La importancia de la sede en Doha ha menguado desde el año 2013, particularmente desde que el jefe de la oficina, Tayeb Agha, renunció en 2015 en medio de las divisiones que siguieron a la muerte de Mullah Omar, fundador del movimiento.

Agha, un joven y exsecretario personal de Omar, criticó la manera en la que el sucesor de Omar, Mullah Akhtar Mansour, había sido elegido.

La división entre los cargos políticos y los comandantes nunca ha sido subsanada, y la mayoría de los analistas cree que la sede de Doha tiene más bien una influencia limitada sobre los combatientes en el campo de batalla. Pero Doha mantiene una importancia simbólica como un posible canal para reabrir las conversaciones de paz, un proceso que ha estado estancado durante años.

En el año 2016, representantes de esta sede viajaron a Pakistán para reunirse con autoridades de seguridad, después de encuentros secretos con el jefe del servicio de espionaje de Afganistán y un alto cargo diplomático estadounidense.

Incluso si básicamente es un movimiento simbólico, cerrar lo que es quizá el único canal permanente con la insurgencia mostraría una falta de determinación para hacer que las negociaciones de paz funcionen, según un diplomático occidental en Kabul.

“Todo el mundo cree que no hay solución militar, pero sus acciones muestran un deseo de luchar. Todos los lados son culpables de esto, especialmente la cúspide del gobierno afgano –los líderes que sufren la parte menos dolorosa y que disfrutan de los mayores beneficios del conflicto”, dice el mismo diplomático.

El diplomático también ha apuntado que la gente en ambos lados está dividida. En el lado afgano, Hanif Atmar, el consejero nacional de seguridad, aparentemente estaba de acuerdo en cerrar la sede. Mientras que el líder de la agencia de seguridad, Masoom Stanekzai, se mostraba más indeciso.

La presencia de una sede talibán en Qatar ha sido siempre una molestia para el gobierno afgano, que teme que esto permita a otros actores a participar con los talibanes en el proceso de paz, el cual, según insiste Kabul, debe ser cosa de los afganos y dirigido por ellos. Para el gobierno afgano, cerrar la sede podría ayudar a prevenir que terceros países comenzasen sus propias conversaciones bilaterales con los talibanes, que anteriormente han complicado el proceso.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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