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¿Podemos estar con IU?

Willy Meyer y Cayo Lara, en la campaña electoral.

José María Calleja

Salvo apariencias físicas y estéticas externas, no hay la menor diferencia entre los discursos de los jóvenes de izquierdas y suficientemente preparados Alberto Garzón (IU) y Pablo Iglesias (Podemos). ¿Por qué entonces no han concurrido juntos a las elecciones? ¿Por qué no se unen de inmediato después del suculento recuento de votos?

Muy posiblemente esa unión no se ha dado antes, y no sabemos si se dará para las próximas elecciones, porque alguno de esos vicios que con razón Iglesias y Garzón critican a los partidos convencionales, les atenazan también a ellos, aunque en mucha menor medida.

Rivas-Vaciamadrid es un municipio madrileño gobernado por Izquierda Unida a garrotazos entre sus enfrentadas facciones. El anterior y excelente alcalde, José Masa, ha sido forzado a dimitir hace unos días por la gresca –judicial incluida– con el sector que representa el nuevo alcalde, Pedro del Cura. En medio de esa lucha fratricida y endémica, Podemos ha sido la fuerza más votada en ese municipio del sur de Madrid: ha tenido 1.100 votos más que IU, que fue la más votada en las municipales.

Sabemos, desde los primeros años de la democracia, que el peor enemigo del PCE es el propio PCE, cuando le da por convertir el partido en escenario de lucha a sartenazos. Esas desavenencias de la izquierda arrancan de la época de Carrillo como secretario general y llegan al fracaso de las últimas elecciones autonómicas vascas, en las que los dos grupos enfrentados y promovidos, uno por Cayo Lara y otro por Gaspar Llamazares, se quedaron los dos sin los escaños que hubieran logrado de haber ido juntos.

Iglesias dice que no le ha quitado votos a IU, pero no parece descabellado pensar que de no haber comparecido a las elecciones Podemos, IU hubiera obtenido mejor resultado electoral y se hubiera llevado más votos del PSOE y de los diferentes cabreos y mareas.

Hay un punto de frustración en IU por no haber tenido mejores resultados a costa de los socialistas, como hay un punto de frustración en UPyD por no haberse llevado a todos los decepcionados con el PP y movidos por los diferentes cabreos. De alguna forma, Podemos ha cuestionado también a los acordes menores.

El caso es que Podemos, que es la plasmación en votos del estado de indignación por la crisis, del hartazgo respecto del PSOE y de la joven ilusión por hacer, estrenar y participar en algo nuevo distinto y propio, deberá hacer su particular digestión de la euforia y resolver ¡Qué hacer! (Lenin) respecto de su relación con IU.

De la misma forma que IU, también reprochado de alguna forma como partido convencional por la iniciativa de Podemos, deberá resolver si se une con este partido o sigue con su querencia por la lucha fratricida escenificada en Rivas.

Parece evidente que Pablo Iglesias se presentará a las próximas elecciones generales porque quiere estar en el Congreso de los Diputados, donde se cambian más cosas si se gana, y no parece que ni Cayo Lara ni Gaspar Llamazares quieran dejar sus actuales escaños en el Congreso, convencidos como están de que ellos lo valen. De cómo resuelvan la ecuación Podemos e IU dependerá que a las generales vayan juntos o separados, de cómo resuelvan el dilema dependerá que sean creíbles sus criticas a los vicios de los partidos convencionales o haya que empezar a dudar de ellas porque los imitan.

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