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Santa María de Cospedal

Antón Losada

La todopoderosa Señora del finiquito diferido, Maria Dolores de Cospedal, acaba de meterle un meneo al Parlamento de Castilla-La Mancha que no lo va a conocer ni el Estatuto que lo parió. Los diputados pasan de 49 a 33 y aumenta el peso de los provincias donde votan más a quién se debe votar. Pero no lo ha hecho por ella, para ganar las elecciones. Lo hace por los castellanomanchegos, por ahorrarles unos euros y darnos a todos un referente moral capaz de guiarnos como una luz en nuestras vidas cotidianas.

Desde la poderosa coherencia ética que acredita su propia experiencia de haber cobrado simultáneamente dos sueldos públicos durante los años mas duros de la crisis, la santa Cospedal invocó el ahorro y el ejemplo como grandes argumentos a favor de su reforma electoral. Según su credo, la representación parlamentaria del pueblo soberano supone un dispendio prescindible que debe recortarse sin que tiemble el pulso porque sólo en el sacrificio más abnegado nace la verdadera virtud.

Según la visionaria que reinventó el despido para el derecho laboral comparado, el trabajo que ahora desarrollan los diputados castellanomanchegos puede hacerse con la mitad menos. No se puede decir más claro. La política sale cara y además resulta inútil. Es algo sabido que las instituciones están repletas de tipejos que cobran por trabajar poco y hacer cosas que no vale para casi nada.

Mucha gente aplaudirá la reforma y las coartadas de la derecha para recortar en democracia, igual que dan por buenas las excusas para recortar en sanidad, en educación o en dependencia. Es curioso constatar como quienes suelen mostrar más indignación contra los políticos resultan ser quien más fácilmente les compran las mentiras.

La santa Cospedal ha perpetrado el recorte parlamentario con los posibles resultados electorales de 2015 tan metidos en la cabeza que, durante el debate, ni siquiera se molestó en disimularlo, llegando a reprocharle a Izquierda Unida que se quejara tanto cuando, según sus cálculos, le iba ir mejor. El siguiente en subirse al carro de la santa cruzada contra los parlamentos autonómicos será Núñez Feijóo en Galicia. Pero vendrán más. Hay mucha necesidad de papeletas y el hambre aprieta.

Si el bipartidismo no se sostiene por los votos, que al menos lo aguanten las reglas del juego electoral. Esa es la consigna. Reducción de los parlamentos, elección automática del alcalde más votado o reformas legislativas para hacer más caro y difícil que se presenten nuevas opciones. Todo suma a favor del poder. Si la gente se empeña en elegir pluralismo, la mejor solución es convertir su voto en inútil y obligarles a escoger el recto camino de la santidad bipartita. Amén.

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