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El PP no ganará las europeas

Rajoy celebra en el balcón de Génova la victoria electoral en los comicios locales de 2011. Foto: Emilio Naranjo / Efe

Isaac Rosa

No, el PP no ganará las próximas elecciones europeas. Las perderán los demás partidos, que no es lo mismo. Ya sé que a la hora de contar votos y sumar escaños, el PP quedaría en primer lugar si se cumplen las encuestas. Y sus portavoces y medios afines cantarán victoria la noche del 25. Pero insisto: el partido gobernante no vencerá. Será más bien una derrota del resto de formaciones.

Desde el comienzo de esto que llaman crisis, la norma en Europa ha sido que el partido gobernante era duramente castigado en la primera cita con las urnas, ya fuesen presidenciales, legislativas o municipales. Los ciudadanos pasaban factura al gobierno de turno, incluso si llevaba poco tiempo en el poder, sin atender a herencias recibidas ni factores externos. Y así se ha producido la mayoría de cambios de gobierno en Europa en el último lustro.

¿Qué pasa entonces con el PP? ¿Es la excepción a la norma? ¿Es normal que quede en primer lugar en unas elecciones, después de dos años y medio de recortes, contrarreformas, rescate bancario, incumplimiento de programa ante sus votantes, y además corrupción, Gürtel interminable, papeles de Bárcenas? ¿Es normal después de tanta movilización ciudadana, mareas, huelgas, manifestaciones masivas y represión a la protesta? ¿Es normal con seis millones de parados, creación mínima de empleo basura, miles de desahucios, cifras históricas de desigualdad y pobreza, deterioro de los servicios públicos?

No, no es normal. Y por eso el PP, como el resto de partidos gobernantes europeos, también perderá el 25-M. Si comparamos el resultado que anticipan las encuestas con el obtenido en las elecciones inmediatamente anteriores –las generales de 2011-, estaríamos ante una debacle, una hemorragia de apoyos que le haría perder cuatro o cinco millones de votos en tan poco tiempo.

Es decir, el PP perderá. Pero otros perderán aun más, y sus derrotas convertirán en victoria la derrota popular.

Perderá por supuesto el PSOE, que puede seguir profundizando su suelo electoral, en caída libre desde las generales, pésimamente valorado por los ciudadanos en su labor de oposición, marcado por el nefasto final del gobierno de Zapatero, maniatado por su apoyo a la austeridad europea, sin alternativa real a la política económica del PP, y afectado por la misma aluminosis de un régimen del que es inseparable.

Pero perderán también las fuerzas que no han querido, no han sabido o no han podido sumar esfuerzos en un frente popular que rompiese los techos particulares de cada formación por separado, y apareciese ante los electores como una verdadera alternativa capaz de mucho más que sumar un par de escaños más o conseguir un primer diputado solitario. Perderán quienes han hecho la cuenta de la vieja o el cuento de la lechera, buscando un buen botín que les dé una posición fuerte para futuras negociaciones en busca de candidatura unitaria. Y perderemos también quienes vendimos la piel del bipartidismo antes de cazarlo, y quienes nos hemos sentado a la puerta a esperar que pase el cadáver del régimen de la Transición.

Desperdiciar la oportunidad de intentarlo en unas elecciones como las europeas -que tienen distrito único, donde cada voto cuenta, no opera la bipartidista ley electoral, ni hay voto útil ni voto del miedo que valgan-, es de por sí una derrota, y supongo que una decepción para muchos ciudadanos, entre los que me incluyo.

El 25-M, mientras el PP festeja en el balcón de Génova su victoriosa derrota, habrá quien celebre por todo lo alto sus fracasados éxitos –unos pocos escaños más, entrar en el parlamento por primera vez-. Pero no habrá mucho que celebrar si al final la derrota del PP se convierte en una victoria que pesará sobre el ánimo ciudadano y ante próximas citas electorales. De modo que en estas elecciones la jornada de reflexión no debería ser el día antes, sino al día siguiente de cerrar las urnas.

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