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Estudiar y plagiar al enemigo

El presidente de Vox, Santiago Abascal, participa en un acto público en Cáceres, Extremadura
8 de noviembre de 2025 21:56 h

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La extrema derecha española lleva casi diez años de aprendizaje desde que Abascal hacía campaña subido a una caja y con un altavoz. Los ultras se han despojado de los ropajes conservadores tradicionales que le hacían dar marcha atrás o avergonzarse de ciertos postulados en los que creen para cada vez ser más firme en sus convicciones. Racistas, machistas, supremacistas, antidemocráticas, eugenésicas, maltusianas, pero sus convicciones. 

Ni un paso atrás. Esa es la estrategia de Vox de los últimos tiempos. Nunca se retrocede, por más escándalo que provoquen sus ideas y discursos, y si producen más escándalo más se reafirman. Jamás ceden porque su objetivo es claro y para llevarlo a cabo no se retrocede. Quieren acabar con la izquierda de manera literal, quieren encarcelar a Pedro Sánchez, ilegalizar a los partidos independentistas y salir de cacería antifascista. Lo dicen, lo defienden y no se arrepienten.

Lo ocurrido con Carlos Mazón es el ejemplo perfecto de su manera de enfrentarse a los problemas. Para ellos el único responsable es Pedro Sánchez y no hay hechos, juezas, relatos, ni dolor y opinión de las víctimas que los haga moverse un ápice de su objetivo. Si Carlos Mazón se pasara a Vox, que es lo que ahora hubiera deseado, no solo no hubiera ocultado su comida en El Ventorro durante más de cinco horas, sino que lo hubieran reconocido, sacado pecho y realizado una campaña de criminalización y acoso contra toda víctima que no dijera lo mismo que ellos. 

Olvídense de los temas en los que ejercen sus políticas. Solo el modo. Esa estrategia de acción política es digna de admiración porque implica una defensa férrea de las convicciones y una voluntad extrema para llevarlas a cabo. Eso tiene un tremendo valor político, diría que es el máximo valor político. Si la gente puede identificar en ti que no hay nada que te haga cejar en tu empeño para desarrollar tus ideas por mucho que molesten al adversario, el votante, en cuanto haya una coincidencia mínima de ideas no habrá ninguna duda de que te concederá su favor porque verá que nunca te echas para atrás.  

No nos dejemos engañar por el desprecio a sus ideas con la estrategia política que tienen para defenderlas. Admiro su firmeza y en ocasiones añoro en la izquierda institucional que tenga el coraje para no dar ni un paso atrás en sus planteamientos sin miedo a la opinión desfavorable de quienes jamás van a votarte y siempre combatirán tus propuestas. De Vox hay que aprender, y plagiar, del mismo modo que suelen hacer ellos con las ideas que les interesan de la izquierda y de la estrategia, solo hay que ver lo que hacen con Gramsci, todo lo que tiene que ver con la confianza en las propias ideas hasta el punto de defenderlas siempre sin ceder un ápice por la confrontación de los adversarios. 

Vox defiende, mintiendo, pero lo defiende, que los menores no acompañados son un peligro sistémico para la seguridad pública. Lo creen hasta el punto de que una medida que va en contra de ese postulado les hace romper todos los acuerdos de gobierno y dejar el poco poder institucional que tenían. No imagino a una izquierda con la misma firmeza haciendo lo mismo para defender las que debieran ser sus líneas rojas porque ha habido tantos casos y tan sangrantes que la lista sería interminable. Si hay algo que podemos aseverar con claridad es que la izquierda nunca ha considerado un tema contrario a sus intereses tan importante como para dejar los gobiernos en los que ha participado. Nunca ha lanzado ese mensaje y ha habido situaciones en las que esa medida se requería. La posición en el Sahara, la venta de armas a Israel, o la masacre en Melilla son solo algunos de los puntos más sangrantes que hubieran sido motivo más que suficiente de que no hay poder que permita pasar por alto líneas rojas fundamentales de nuestras convicciones. 

Su firmeza no solo es lo concreto, sino también en lo retórico. Santiago Abascal afirmó que había que hundir el Open Arms. Semejante salvajada provocó una reacción unánime de descrédito en la opinión pública pero Vox no solo no se echó para atrás en dicha afirmación criminal. Fueron más allá y convirtieron la intención asesina con los activistas de la oenegé en una campaña en redes reafirmándose y dejando clara a la izquierda que no le importa una mierda lo que piensen de sus duelos, lloros y quebrantos. 

La extrema derecha tiene un plan y un objetivo a largo plazo, sustituir al PP como ha ocurrido en Francia y en otros países de nuestro entorno. Solo le importa la política nacional y el resto es accesorio. Por eso su salida de los gobiernos autonómicos, que nadie se tomó en serio, fue ambiciosa y acertada porque les permitía no mancharse en la política autonómica para hacer de la inmigración una de las bases fundamentales de su estrategia y erosionar a los conservadores desde fuera de los ejecutivos. Esa decisión, que marcó el inicio de la subida en las encuestas, fue despreciada por quienes no entienden las dinámicas de la ultraderecha y que desprecian de manera sistemática a los ultras calificándolos de necios, tontos y bobos. Hubo muchos que se reían del órdago planteado por los de Abascal diciendo que no se iban a atrever a renunciar a los cargos y las poltronas. Mejor no volver a minusvalorarlos. 

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