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El sadismo como principio político

Uno de los migrantes desalojados de Badalona arrastra sus pertenencias en un carro improvisado.

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Xavier García Albiol es una persona infecta en su segunda acepción. Alguien repugnante y abyecto. El alcalde de Badalona es alguien de moral podrida y principios degenerados. Lo es hasta el punto de que ni siquiera ha sido capaz de defender sus valores racistas cuando por un breve lapso estaba mal visto ser ese tipo de escoria. El alcalde del PP al que Feijóo apoyó y aupó a puestos de dirección siempre ha sido un racista. Eso no es discutible porque ha hecho toda su carrera política con el único principio del vapuleo a los más vulnerables y mostrarse inflexible con los débiles. Lo llamativo de su actitud es ver cómo durante unos años de interludio humanista en el que ser así de mierdas estaba penalizado negaba serlo para seguir haciendo carrera. 

Han pasado diez años de la peor campaña racista vista en nuestro país —incluso después de la llegada de Vox— cuando Albiol llamaba a limpiar Badalona de gitanos rumanos calificándolos de plaga al más puro estilo de la propaganda de los años 30 contra los judíos. No hacía falta que VOX llegara para que el PP se radicalizara porque siempre han sido así, lo único es que durante algún tiempo se ocultaba y negaba que esa pulsión racista y aporófoba de la derecha “moderada” fuera algo más que una ida de olla de un alcalde minoritario en una comunidad donde es lo único que gobierna. 

El PP no tiene ningún problema en adoptar las posiciones racistas de Vox porque siempre las ha tenido. Durante muchos años hemos clamado en el desierto intentando explicar que lo que es la extrema derecha no es diferente a lo que está en el PP y que no ha aflorado antes de manera descarnada, no porque no lo piensen, sino porque el cálculo político convenía que no se mostrara de manera abierta. Los cónclaves privados del PP siempre han estado llenos de nazis acomplejados, de saludos romanos y de fascistas de camisa azul sin poder mostrar públicamente cómo han pensado hasta que Vox llegó y les dio permiso para decir abiertamente lo que hacían en sus cenas de pijos dejando a algunos reductos en el País Vasco y Cataluña que lo hicieran públicamente para captar el voto más ultra. 

La expulsión de 400 migrantes sin recursos de un instituto abandonado en Badalona para que duerman en la calle es una muestra de sadismo político que solo tiene como objetivo mostrar a Xavier García Albiol como un sheriff duro y cruel con los que menos fuerza y poder tienen. Como siempre en estos casos es un cobarde cuando tiene que ponerse frente a los poderosos. Desde el punto de vista político no se puede analizar una medida de este tipo porque no ofrece nada a los ciudadanos de Badalona, incluso para quienes consideren que esos seres humanos son despreciables y no merecen más que crueldad y miseria estaría bien que dijeran en qué cambia la situación para los vecinos cuando han dejado de estar bajo techo en un instituto abandonado para acampar en una plaza del pueblo. No solo siguen ahí, sino que ahora los tienen más visibles en el espacio público. Lo único que han logrado es mostrarse como seres humanos nauseabundos que aplauden el sufrimiento de otra persona por hedonismo. 

El único proyecto político que está ofreciendo a España la ultraderecha, y aquí ya entra el PP en toda su dimensión, es el de convertir ser mala persona en un valor social. El sadopopulismo en su máxima extensión; que promete a los ciudadanos que su situación no va a mejorar pero al menos pueden ver a quienes odian sufrir más que ellos. Ser una mierda de persona, en definitiva. 

Es necesario ser consciente de cuál es el tipo de política que nos espera. No vamos a estar lejos de ver escenas como las que Donald Trump está mostrando cada día con la inefable ICE llevándose a vecinos, amigos y familiares por el simple hecho de que los señalen por su origen, raza, religión o procedencia. Los tiempos oscuros que nunca creímos ver van a llegar pronto y al menos tenemos que ser conscientes de que la crueldad y la miseria moral van a estar en nuestras vidas de manera cotidiana. 

Dentro de poco habrá mucha gente que salga con miedo al trabajo, a buscar a sus pequeños a la escuela o yendo al centro de salud. El estado policial contra los más vulnerables y todos aquellos que empaticen mínimamente con ellos y se solidaricen de manera efectiva va a ser una realidad. La pregunta es qué estaremos dispuestos a hacer para evitarlo o qué haremos cuando llegue. 

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