El buen articulista
David Trueba (Madrid, 1969) lleva años dedicado al columnismo. Escribe para medios tan dispares como El País, El Mundo y El Periódico de Catalunya, y como él mismo afirma, siempre busca la suavidad, no convertirse en un incendiario, como es el gusto de otros locutores y columnistas. “Siempre he pensado que si entro en el despacho de un tipo y le digo 'eres un imbécil y la decoración de tu despacho es una mierda, pero vengo a convencerte de que me compres estos vasos' sé que no lo conseguiré. Pero si entro y digo, 'esto está bien y, anda, lees, y me gustó mucho esto… Ahora creo que tienes que cambiar esto', así creo que sí puedes llegar, aunque quizá esto sea una ingenuidad”, señala. Ahora acaba de reunir una serie de sus artículos publicados entre 2010 y 2012 en el volumen Érase una vez (Debate). Un recorrido por la política, la cultura y las problemáticas sociales se hallan entre sus páginas, junto a perfiles de personajes como el recordado escritor Félix Romeo. La última España puesta a disposición de la hemeroteca, la que nunca miente y nos muestra cómo somos.
Trueba, autor de otros libros como Artículos de ocasión y Tragarse la lengua, se muestra en contra de una tesis que se ha instalado en los últimos tiempos: todos los políticos son iguales. Esto es, unos mangantes. Y se la lleva al terreno del periodismo. “Está el articulista cuyas argumentaciones parecen las que le quiere dar a un contendiente que luego va a salir a la calle a expandir esa palabra. Hasta los partidos lo hacen y, por desgracia, algunos se los mandan a los articulistas o los tertulianos. Y luego está el articulista que tiene su propio mundo y que argumenta. Y no me parece bien que a este se le desacredite porque otro lo haga mal. El todo es igual no, que es algo que en la política se usa mucho”, apostilla. Una mala señal para los medios de comunicación: “Hay unos que dicen verdades y argumentan y están dispuestos a escuchar al de enfrente y no buscan hacer daño. Y hay otros que no. Y yo creo que se hace un daño muy grande a los medios cuando se dice que todos son iguales”, resalta.
El cineasta, que se muestra contrario a la nueva Ley de Mecenazgo que el Gobierno ya tiene en el horno –“servirá para hacer películas sin filo, que no manchen”– tiene también su propia opinión sobre la crisis que pasa en los últimos tiempos el periodismo: más allá de la falta de publicidad y de Internet hay que mirar hacia la gestión que las empresas de comunicación han hecho en los últimos tiempos. “El gran problema de las empresas periodísticas en España es que se han metido en otros negocios o han querido tener demasiados negocios”, confiesa, y añade, además, que parte de culpa sobre la hecatombe en la que nos encontramos tiene que ver con la política mediática de las últimas décadas: “El programa que le dieron a Gil y Gil no se lo dieron a nadie poniéndole una pistola en la cabeza, sino porque se decía que molaba y estos eran los políticos que necesitábamos, los que hablan claro”. Y de esos barros, estos lodos.