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Abel Chapman y Walter J. Buck, los pioneros ingleses de Doñana

‘Cerro de los ánsares’

Jaime Bohórquez

8 de agosto de 2023 22:17 h

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A finales del siglo XIX, los arenales y marismas de la desembocadura del Guadalquivir conformaban un vasto territorio salvaje apenas conocido por la sociedad española y europea. El acceso y el tránsito por aquellos remotos lugares resultaba muy complicado, incluso para los escasos pobladores que aprovechaban los recursos del monte y la marisma. 

Los aprovechamientos tradicionales del Coto de Doña Ana eran el de montes para carbones y leña; el de pastos para el ganado; el del junco para elaborar esteras finas; el de enea para asientos de silla; el de maderas del pinar; el de la bellota de la encina; el del corcho de algún que otro alcornoque; el de las sanguijuelas de las lagunas para medicina; el de la pesca de los albures, anguilas y camarones; y el de la caza mayor y menor.

Las condiciones de vida eran muy duras. La malaria era endémica y afectaba a la mayoría de los habitantes, que no podían permitirse la compra de quinina. Algunos niños morían de fiebres tifoideas y otras enfermedades. Ni el médico llegaba a estos parajes, ni había posibilidad de trasladar con urgencia a los enfermos hasta Sanlúcar. 

El Coto de Doña Ana, antiguamente llamado de las Rocinas, El Bosque o dehesa del Carrizal y de la Figuera y, más adelante, El Coto o Doñana, fue donado en 1309 por el rey Fernando IV a don Juan Alonso de Guzmán, II Señor de Sanlúcar. Esta villa y su señorío habían sido donados a su padre en agradecimiento a los servicios prestados en la defensa de Tarifa. 

Permanecerá hasta 1900 en la misma familia, los Pérez de Guzmán, que por extinción de la línea masculina cambian de apellido por el de Álvarez de Toledo. Firman como Duques de Medina Sidonia, Condes de Niebla, Marqueses de Villafranca del Bierzo o Marqueses de los Vélez. 

Desde mediados del siglo XIX, la caza en el Coto de Doña Ana era arrendada a un grupo de bodegueros de Sanlúcar, el Puerto y Jerez.

“Desierto y paraíso, vergel y páramo”

Es hacia 1886 cuando los ingleses Abel Chapman y Walter J. Buck, en compañía de otro británico, Alexander Williams y un español, Pedro Nolasco González de Soto, se harán con el arrendamiento del Coto hasta 1912. Chapman (el único de los cuatro que no es bodeguero ni reside en Jerez) y Buck (conocido en la zona como Don Gualterio), escriben dos maravillosos libros sobre sus expediciones por España y muy especialmente por Doñana: ‘Wild Spain’ (1893) y ‘Unexplored Spain’ (1910).

Hasta la llegada de Chapman y Buck son muy escasas las referencias que se tienen sobre Doñana y con apreciaciones muy dispares: 

“En tierra de Niebla ha una tierra que dicen Las Rocinas, e es llana, e es toda sotos, e ha siempre puercos... non se puede correr esta tierra sinon en invierno muy seco, que non sea llovioso, e en verano non es de correr, porque es seca e muy dolentrosa”. Alfonso XI . Libro de la Montería, 1342-1348. 

“En la costa del mar por donde el Guadalquivir entra en el océano son las Rocinas, monte del duque de Medina Sidonia, de espacio de diez y siete leguas, abundantísimo de mucha caza de venados, jabalíes y liebres en los rasos y aves de volatería”. Argote de Molina. Discurso de la Montería, 1582. 

“Nos queda por describir (...) el triste distrito que se extiende a la orilla del Guadalquivir. Se llama la Marisma o zona pantanosa. (...) No piense nadie en ir allá, excepto empujado a ello por la más absoluta necesidad o por una excursión cinegética. (...) Los que vayan por tierra han de ir a caballo. El hospedaje es por doquier pésimo. (...) Las vastas llanuras están casi desiertas y sin cultivo”. Richard Ford, 1846. 

“Puede decirse que éste es uno de los sitios de recreo más deleitosos de Andalucía, pues que abunda en conejos, liebres, perdices, palomas y principalmente en mayor abundancia en ciervos y jabalíes; se arrienda por partidas a los aficionados del país, y sus arrendatarios no solo lo frecuentan, sino que en varias temporadas asisten acompañados de multitud de forasteros, y aún de extranjeros, especialmente ingleses, que lo visitan con el solo objeto de la caza”. 

Pascual Madoz. Diccionario, 1855. 

“La espantosa soledad que se prolonga desde el Tinto hasta el Betis”. Junta Facultativa de Ingenieros de Montes, 1855. 

“Aquel paraje era alternativamente desierto y paraíso, vergel y páramo”. Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero). ‘Dicha y Suerte’, 1858. 

Chapman fue el primer ornitólogo en descubrir las zonas de anidamiento de los flamencos en la marisma

“Fantástico, agreste y sin cultivar cada pulgada de este lugar. Treinta millas de largo y 15 de ancho. Si miras en un mapa de España, verás un espacio en blanco entre San Lúcar, Sevilla, el mar y Guelva [sic]. Pertenece al Marqués de Villafranca. Hay dos pabellones de caza en medio de esa tierra agreste y despoblada y los arrendatarios van allí tres veces al año, 10 días cada vez. Hay nueve guardas a caballo para protegerla”. Walter J. Buck. Carta a Anna Buck, 1872. 

“Para nosotros, cazadores-naturalistas y amantes de los espacios agrestes, Doñana representa nada menos que un paraíso en la tierra”. Abel Chapman. ‘Memories’, 1930. 

En la época que nos ocupa, pasan por Doñana grandes naturalistas: Lilford, Saunders, Irby, Barclay, Dresser, Brehm, Verner, Witherby, Jourdain... pero ninguno estudia ni valora el paisaje y el paisanaje, con la dedicación, el entusiasmo y la tenacidad con que lo hacen Chapman y Buck. 

Chapman fue el primer ornitólogo en descubrir las zonas de anidamiento de los flamencos en las marismas del Guadalquivir, y el primero en dar a conocer la manera en que estos pájaros disponían sus patas a la hora de incubar sus huevos. Incluso llegó a los tribunales para demostrarlo. 

Los ingenieros

Además, Chapman adelantó lo que años después sería casi una profecía: “Si se dejara suelto al ingeniero en las marismas españolas podría, sin lugar a dudas, destruirlas para siempre. Sus líneas rectas y canales en intersección, odiosos por su utilitaria rectitud, pronto demolerían la gloria de su solitaria desolación... La profanación no compensaría económicamente y se sacrificaría una de las zonas más grandiosas de naturaleza en estado salvaje que perduran”. 

Efectivamente, en 1952 se publica un decreto que ordena la repoblación forestal con eucaliptos en Doñana, bajo amenaza de expropiación. Se inician las plantaciones de eucaliptos y el drenaje de la marisma. Es entonces cuando Mauricio González-Gordon, uno de los propietarios de Doñana, pide al conservacionista Francisco Bernis que le ayude a elaborar un escrito dirigido al Jefe de Estado, Franco, con objeto de paralizar las plantaciones. Al final del escrito hacen toda una declaración de intenciones: “Mientras seamos propietarios del Coto nos comprometemos a conservarlo, como una reserva digna de España, ya que consideramos que merece esta finca única, los privilegios de que gozan las Reservas y Parques Nacionales”. 

Las plantaciones son paralizadas y un año más tarde González-Gordon y Bernis, entre otros, fundarán la Sociedad Española de Ornitología (SEO). 

En 1952, el ornitólogo británico Guy Mountfort y el norteamericano Roger Peterson, están preparando la ‘Guía de Campo de las Aves de Europa’. Unos ornitólogos franceses les invitan a una expedición por Andalucía. La expedición tenía prevista una breve visita a Doñana, unas horas junto al Caño de Brenes. Es allí donde Mauricio González-Gordon invita a Mountfort y a Peterson a quedarse una semana en el Coto. No lo dudan un instante, desde los años treinta, en que Mountfort leyó ‘Wild Spain,’ de Chapman y Buck, estaba deseando viajar al sur de España para conocer Doñana. La suya será la primera ‘Coto Doñana Expedition’.

En 1956 y 1957 volverán a organizarse las Coto Doñana Expeditions, cuya historia será contada en 1958 por Mountfort en el libro ‘Portrait of a Wilderness’. Ese mismo año National Geographic publica un reportaje con fotos a color de Peterson sobre Doñana. Las dos publicaciones servirán para difundir por el mundo su existencia y generar interés por su conservación. 

En 1959 González-Gordon traduce y adapta al español la ‘Guía de Campo de las Aves de España y Europa’, de Peterson, Mountfort y Hollom, que será, durante varias décadas la que manejen todos los aficionados a las aves en España. Y, ese mismo año, Mauricio González-Gordon y José Antonio Valverde organizan la visita a Doñana de los miembros del Congreso del International Wildfowl Research Bureau (IWRB), con Luc Hoffman al frente.

El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) tendrá abierta al público la exposición ‘Los Pioneros de Doñana’ hasta el 17 de Abril de 2023. Esta exposición presenta por primera vez las ilustraciones originales de los míticos títulos de Abel Chapman y Walter J. Buck, ‘Wild Spain’ y ‘Unexplored Spain’, junto con una selección de la obra pictórica de su colaborador y continuador William H. Riddell y otros objetos y documentos de época que ayudan a recrear un episodio clave para el conocimiento y la conservación de Doñana.

La tradicional presencia británica en Jerez, en la segunda mitad del siglo XIX, ligada al mundo bodeguero, es el contexto que favorece la relación de estos dos cazadores, naturalistas y divulgadores ingleses, enamorados del Coto de Doñana y de las marismas del Guadalquivir.

De hecho, Abel Chapman (1851-1929) encarna el prototipo británico de naturalista aventurero, tal como queda plasmado en los diversos libros ilustrados que recogen sus viajes por el Ártico, Escandinavia, África y el sur de Europa. Su querencia por España y por Doñana es inseparable de su relación con su amigo Buck, a quien había conocido en Jerez en un primer viaje en 1872. Por su parte, Walter J. Buck (1843-1917), inglés de nacimiento, se instaló muy joven en Jerez para dedicarse al negocio de los vinos. Allí ejerció como vicecónsul británico y se entregó a su pasión por la caza y la naturaleza, estableciendo relaciones con otras familias andaluzas vinculadas al uso cinegético en las marismas de Doñana. Una parte de sus vivencias se reflejan en los memorables libros que publicó con Chapman.

‘Wild Spain’ y ‘Unexplored Spain’

En su primera obra conjunta, Chapman y Buck renuevan la tópica visión que los viajeros románticos habían elaborado sobre España y sus singularidades, para acercarse por primera vez de modo prioritario a la naturaleza más salvaje. El libro está ilustrado con gran riqueza de imágenes, muchas de ellas fueron obra del propio Chapman, y sus originales constituyen un inapreciable testimonio histórico que conforma el núcleo de esta exposición. En ‘Unexplored Spain’, Chapman y Buck terminan de desplegar esa visión de la naturaleza española que servirá de base para una primera valoración científica y conservacionista de sus singularidades, y los paisajes más excepcionales, llamados a convertirse en parques nacionales, sobre todo, Doñana, desfilan en sus páginas ilustradas con apuntes tomados del natural.

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