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30 años de SAS a sus espaldas

Asunción Mancera y Rosa Seguera, administrativas del Hospital Virgen del Rocío desde los años setenta.

Ramiro Navarro

Rosa Seguera Rodríguez es trabajadora del Servicio Andaluz de Salud desde 1971 o como ella misma dice, “desde que abrió la casa”. Esta administrativa del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla ha sido testigo del nacimiento y desarrollo de un servicio sanitario público de salud. Cuando ella comenzó aún compartían tareas con las monjas de la caridad de San Vicente de Paul que, de hecho, residían internas en un ala del actual Hospital Maternal.

Su compañera Asunción Mancera llegó allí justo en el año 76, diez años antes de creación del Servicio Andaluz de Salud (SAS) a través de la Ley 8/1986, de 6 de mayo. Era la consecución lógica tras el proceso de transferencia de competencias sanitarias en 1984 después de la consolidación y desarrollo del Estatuto de Autonomía. Lo que hoy parece baladí suponía el nacimiento del primer servicio regional de salud de España, sumando recursos y competencias hasta entonces dispersas en distintos organismos e instituciones. “Empezamos con el Instituto Nacional de Previsión, una gestión en la que se mezclaba el Gobierno de la nación y la iglesia, amparados por la Seguridad Social hasta ver nacer el Servicio Andaluz de Salud”, explica Asunción. Hoy hay más de 1.500 centros repartidos por toda la geografía andaluza, frente a los 285 centros de mediados de los ochenta. Los profesionales se han duplicado, pasando de poco más de 50.000 en su creación a más de 95.000.

Cuando los protagonistas esbozan los cambios que más han calado en la manera de trabajar coinciden en que la llegada de la informática y su posterior desarrollo fue, literalmente, “revolucionaria” para la manera de proceder en un hospital. “Con la documentación clínica en papel, teníamos que tirar de unos carros enormes y unos contenedores donde estaban todas las historias clínicas, que subían y bajaban en montacargas. Las historias se perdían, se duplicaban… y los informes con la máquina de escribir, al dictado del facultativo, con hojas de calco de papel de carbón para hacer varias copias”, recuerda Asunción.

La llegada de los primeros ordenadores a finales de los 80 hizo historia. Dejar las máquinas de escribir y empezar con los ordenadores parecía ciencia ficción. Rosa estuvo en un departamento de nueva creación para un concepto que hasta entonces no circulaba por los pasillos de un hospital: la estadística. “Imagina cómo era hacer estadística continuamente para la gestión. Eran estadísticas de actividad de un hospital de este tamaño realizadas a mano”.

En su despacho entró uno de los primeros ordenadores del Servicio Andaluz de Salud. “Se usaba sólo para meter datos. Como era el único, venían algunos facultativos a usarlo o a ver de qué iba. Aprendimos nosotras solas, los primeros pasos tenían que ser así. Luego ya nos formaron”, explica Rosa.

De los primeros ordenadores a la imagen digital

El director de la Unidad de Gestión Clínica de Diagnóstico por la Imagen de Valme, Rafael Aznar, confirma que a su hospital los ordenadores llegaron primero a los administrativos. “Cuando llegaron a los médicos, hubo cierto rechazo. Nos tuvimos que incorporar incluso muchos que no sabíamos ni escribir a máquina, aprender Excel o Word. Nos creó cierta barrera”, comenta.

De todos los campos en los que la tecnología ha revolucionado el alcance de la medicina en estos 30 años, el diagnóstico por imagen es de los más representativos. Rafael Aznar llegó al Hospital como radiólogo de planta dos años antes de constituirse el SAS, . Cuando él llegó al hospital como radiólogo de planta, en el año 90, obtuvo plaza de jefe de sección y es jefe de servicio desde 2008. “Entonces la radiología era analógica. Una ecografía era la innovación máxima. Hay sondas específicas, pero en aquel momento solo teníamos la del abdomen, así que poníamos una bolsa con suero para poder explorar otras partes”, comenta aludiendo a cómo las carencias propiciaban el ingenio. Las imágenes se procesaban en un cuarto de revelado. “En los 90 llegaron los primeros visos de innovación e instalamos el primer TAC. La innovación se aceleró y hoy día estamos en una buena situación. Pasamos de los rayos convencionales a la imagen digital directa con equipos portátiles que envían las imágenes directamente por wifi”, resume.

En este recorrido, la incorporación del sistema GESIR para toda Andalucía, un repositorio donde almacenar todas las imágenes y disponer de ellas desde cualquier lugar, ha sido la última evolución. “No pensábamos que el SAS pudiera desarrollar este sistema en un tiempo récord. Esto nos ha transformado la forma de hacer y trabajar cada día. Es el más importante de Europa por su capacidad, por dar cabida a 8 millones de habitantes. Es la apuesta más innovadora que se ha hecho en los últimos años y tiene repercusión en todos los servicios”, expone Aznar.

La organización

Rosa y Asunción han sido testigos de importantes cambios en la administración y en los propios puestos. “También se ha descentralizado mucho hasta llegar a las Unidades Clínicas de Gestión, donde se pide involucrar más a los trabajadores en la organización”, explican. “Empezó a instaurarse una cultura hospitalaria más abierta, más participativa. Nos encantaba incorporar nuevos modelos de trabajo, nuevas formas de pensar la sanidad. Antes era muy rígido”, resume Asunción.

Actualmente existen en Andalucía 939 unidades de gestión clínica, 415 de atención primaria, 290 de atención hospitalaria y 234 interniveles o intercentros. Para Rosa, “cuando empezamos a trabajar era en la dictadura de Franco. Funcionarios del INP, antiguos, eran formas distintas. La enfermera jefe era la voz de mando. El primer jefe del cambio fue Antonio Montero, el primer socialista que apareció por aquí con cargos de responsabilidad”.

Hasta entonces era un sistema basado en el Seguro Obligatorio de Enfermedad para los trabajadores que cotizaban y sus familias, las mutuas y aseguradoras para funcionarios, y un sistema de beneficencia para las personas sin asegurar y sin medios económicos, gestionados por ayuntamientos y diputaciones. La Atención Primaria se prestaba en ambulatorios y consultorios de la Seguridad Social, con consultas médicas de dos horas y media al día. Las prestaciones de enfermería y los medios diagnósticos eran aún más limitados. Eran años de fragmentación de la asistencia, de manicomios sin pizca de salud mental que recluían a las personas durante 13 años.

Para Rafael, el cambio más trascendente en lo organizativo viene de la transformación de los servicios clásicos en Unidades de Gestión Clínica. Para él, “implicar a los profesionales en la gestión de la unidad es importante”. “Hemos aprendido y nos queda mucho. No tenemos todo despejado ni claro. Pero estamos entusiasmados. Sólo en este servicio somos 119 profesionales”. Todo esto incide en lo que los expertos creen que es el valor más importante de una organización: el sentido de pertenencia. “En general, tenemos que estar bastante satisfechos. Es un hospital pequeño, que inspira cercanía y voluntad de trabajar en el sistema sanitario y defenderlo. Tenía cierto miedo y ciertas dudas sobre cómo se iba a desarrollar todo esto. Ha ido bastante bien”.

Asimismo, la ciudadanía también ha cambiado. “Ahora la gente es más exigente, en parte porque también está mejor informada. Hemos intentado siempre adaptarnos y ponernos al día de lo que el hospital nos ha ido exigiendo a los trabajadores”, subraya Rosa.

2012-2015, los años más difíciles

Desde 2012, los límites presupuestarios se tradujeron en medidas para limitar el gasto en recursos humanos. La Consejería de Salud redujo jornadas al 75% y limitó renovaciones de personal. Esto provocó restricciones en las contrataciones y mermas en las plantillas que han definido la que para muchos es la peor época en estas tres décadas de Servicio Andaluz de Salud. “Los años de los recortes que hemos estado con personal al 75% sí que se han notado. Tenemos las mismas personas pero que no trabajaban al 100%. Ha supuesto una traba añadida para soportar la carga asistencial. Tratar con enfermos no es fabricar cosas. La gente tiene muy buena disposición al trabajo. La gente se ha volcado y aunque estuviera al 75% trabajaban más del 100%. Mucha gente quiere este trabajo y lo quiere como si fuera su casa”, comentan Asunción y Rosa.

Según Rafael Aznar, se limitaban las reposiciones y cuándo llegaban estaban con contratos del 30, el 50% o el 75% para mantener la misma actividad. “Eso lo he vivido muy mal. Aún se sienten los coletazos, si bien ya todos los contratos de este año se han hecho ya al 100% pero seguimos en un encorsetamiento muy rígido. Aunque entiendo que se debe a directrices presupuestarias y económicas, yo no puedo estar de acuerdo con lo ocurrido”.

“Esperemos que la pesadilla que hemos tenido que vivir con esto no se repita porque nos ha puesto en un momento difícil. No ha sido nada agradable y ha creado mucha tensión, entre los propios profesionales y entre ellos y los directivos”, explica.

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