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Naturalezas vivas

Maruja Mallo, Sorpresa del trigo, 1936. Colección particular.

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Cuando descubrí a María Lejárraga, su escritos, sus ideas, su presencia en la cultura y la política de este país, sentí un gran enfado, como si me hubieran robado una pieza del puzle. Una pieza, que de no haber sido sustraída, habría configurado mi manera de entender el mundo. No me refiero a la pieza de María, en concreto, no a la suya individualmente, quiero decir, sino a la de todas esas autoras, escritoras, artistas, pensadoras que me habrían ofrecido una mirada distinta sobre nuestra propia historia.

Es la misma sensación de pérdida que tuve hace unos días cuando visité la exposición restrospectiva de Maruja Mallo que acoge el Museo Reina Sofía. Pérdida mezclada con fascinación.

No es que su nombre me sea ajeno, ni mucho menos, de hecho es uno de los pocos (femeninos) que sí que estudié en la Facultad de Historia del Arte. Pero su presencia siempre fue más como un apunte en el margen del retrato de los grandes hombres de la época, más como algo exótico que serio, un personaje secundario.

Por más que he llegado a entender que nuestra visión del mundo está construida desde una perspectiva exclusivamente masculina, no dejo de asombrarme, y enfadarme, cuando se evidencian esos huecos de una forma tan clara. Porque la obra de Maruja Mallo, no solo completa un fragmento de nuestra propia historia, sino que hace tambalear la idea que teníamos de un periodo fundamental en nuestro país, pensamiento e identidad.

Maruja Mallo nos muestra un territorio vitalista, eléctrico, colorido, donde la calle se vuelve fiesta y posibilidad. Las mujeres ocupan el espacio público no como musas, sino como protagonistas activas de un nuevo orden del mundo.

Me detengo ante el imponente “La sorpresa del trigo” y toda su serie de pinturas en las que las mujeres aparecen como diosas de la recolección o la pesca. En estas se percibe una visión radicalmente nueva, la construcción del futuro debía pasar por la tierra, por la ecología y, sobre todo, por las mujeres.

Mientras recorro la exposición, no puedo evitar preguntarme cómo sería nuestra idea de la modernidad si estas imágenes hubieran formado parte de nuestra educación desde el principio. Qué otras formas de entender el cuerpo, la presencia, la ciudad, la naturaleza o la vida habríamos explorado si ellas hubieran estado ahí

En otra sala observo sus increíbles criaturas creadas con flores exóticas, conchas marinas y elementos que recuerdan formas femeninas radiantes de color. Es su propia versión de las clásicas naturalezas muertas o bodegones que tanto hemos estudiado. Pero aquí la muerte y lo estático se transforma en vida: “De este alucinante océano surgieron mis Naturalezas vivas, plastificación de la flora y la fauna conjugadas: medusas y orquídeas, estrellas de mar, caracolas y rosas. Naturalezas vivas rechazando a las naturalezas muertas”.

Mientras recorro la exposición, no puedo evitar preguntarme cómo sería nuestra idea de la modernidad si estas imágenes hubieran formado parte de nuestra educación desde el principio. Qué otras formas de entender el cuerpo, la presencia, la ciudad, la naturaleza o la vida habríamos explorado si ellas hubieran estado ahí.

A lo largo de estos años de estudio lo que vislumbro es que esta mirada no era una excepción. Fue todo un grupo de mujeres que, por primera vez, mostraron de forma colectiva una visión del mundo desde la mujer moderna, activa, profesional y libre. Una visión que quedó expulsada de nuestro imaginario.

Mallo pintó la universalidad humana, la interconexión ecológica, la fuerza del arte como vía para comprender lo desconocido... Temas que hoy nos parecen radicalmente actuales y que ella ya estaba exponiendo hace más de un siglo.

Si quieren empezar a reconstruir el puzle con todas sus coloridas y diversas piezas, visiten la exposición. Y si quieren profundizar más en el pensamiento, los amigos o el mundo de esta maravillosa artista, no se pierdan el nuevo lanzamiento de Editorial Renacimiento: Cartas de Maruja Mallo.

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